¿Es la violencia un tema de género si el 92% de los homicidios es cometido por hombres?




Hace algunas semanas en Facebook comenzó a circular un video de una mujer que ejercía violencia intrafamiliar contra su marido y sus hijos. En medio de una fuerte discusión, él intenta grabarla y ella se muestra desesperada porque iba a quedar un respaldo audiovisual de ese momento. Entonces toma un cuchillo y amenaza al hombre, incluso llegando a hacerle una herida leve en uno de sus brazos. Todo esto mientras los niños le gritan llorando que por favor se calme.

La escena es terrible y obviamente condenable desde cualquier punto de vista. Y así lo hizo la mayoría de las personas que dejó un comentario en el video. Pero, en medio de los repudios, se generó una discusión, o más bien una interpelación hacia las mujeres y el feminismo. “¿Dónde están ahora las feministas?”, preguntaba uno, mientras que otra persona aseguraba: “También hay mujeres que asesinan. Dejemos de decir que la violencia es un tema de género, porque lo que hay es personas buenas o malas”.

Y si bien es cierto que existen las mujeres y los hombres violentos, según datos del Centro de Estudios y Análisis del Delito (CEAD), en 2019 y 2020, se realizaron 146.653 delitos de mayor connotación social –que incluyen robo con violencia, robo con intimidación, robo por sorpresa, lesiones, homicidios y violaciones–, de los cuales 40.427 fueron cometidos por mujeres y 106.226 por hombres, es decir un 72% más. Centrándose solamente en los homicidios, la cifra total en el país en estos dos últimos años es de 299: 25 cometidos por mujeres y 274 por hombres, es decir, un 92%.

Cuando se trata de violencia intrafamiliar, el total de delitos entre 2019 y 2020 es de 82.461, de esos 18.054 fueron cometidos por mujeres y 64.407 por hombres, lo que equivale a un 78%. Y según el Dossier informativo: 2019-2020 de la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres, solo durante el primer semestre de 2020 se han registrado 22 femicidios que se describen como asesinatos a mujeres por el simple hecho de serlo.

Silvana del Valle, Doctora en Derecho, Directora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Humanismo Cristiano e integrante de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, explica que las personas sin distinción de género podemos ser violentas, agresivas o malas y cometer delitos. “Todas y todos tenemos esa capacidad de generar daño a otros y otras. Sin embargo, la violencia de carácter machista tiene la característica de que tiene una direccionalidad de género y en sociedades patriarcales donde se establecen jerarquías de dominación en las que ciertas personas son ubicadas en posiciones dominantes por diferentes motivos, en este caso en particular por el motivo de ser hombre, se le otorga este privilegio a los varones de ser violentos en todos los ámbitos”, dice. Y agrega que “cuando vemos los índices de agresiones, especialmente las homicidas, podemos reparar en que quienes efectúan esas expresiones de violencia extrema son los varones en términos generales. Y también son las mujeres, en su gran mayoría, la persona a la que se violenta”.

Según la socióloga experta en género, Francisca Vergara, esto tiene que ver con que en el caso de los hombres, está “permitido” que sean más agresivos y que resuelvan los problemas a través de la violencia. “De hecho, si eres una niña fuerte de carácter, mandona y mañosa, te otorgan una serie de calificativos negativos. Sin embargo, el mismo tipo de expresiones las realiza un niño y se ve como algo mucho más normal. Es más, a los niños se les enseña a resolver los problemas incluso con otros niños a través de la violencia”.

Silvana del Valle agrega que por eso no es sorprendente que después cuando se ven crímenes de narcotráfico, delitos contra la propiedad o de cualquier índole, son los varones los que lo cometen en su mayoría. “Los hombres matan a otros hombres y también a las mujeres”, dice. Y es una realidad que no ocurre solo en Chile, de hecho -y solo como ejemplo-, según datos del INE de España, del total de delitos cometidos en 2018, más del 80% fueron perpetrados por hombres. Y si nos centramos en los homicidios, la cifra aumenta hasta casi el 90%.

A diferencia de lo que ocurre en nuestra cultura, no existe ni ha existido a lo largo de la historia un movimiento que defiende la supremacía de la mujer sobre el hombre, como sí ocurre al revés con el machismo. “Las mujeres pueden tener expresiones agresivas, violentas y de dominación hacia otras personas, pero son los hombres los que tienen en general ese privilegio y, cuando los varones ejercen violencia contra las mujeres, la forma en que lo hacen es para demostrar un poder. No lo hacen para obtener una contraprestación, sino para someter. Por ejemplo, si una persona ejerce violencia para robar, es claro que quiere obtener un provecho económico, pero cuando los varones cometen violencia contra las mujeres, es para demostrar el dominio que tienen sobre ellas. Y eso es muy relevante porque el tema del dominio tiene que ver con la propiedad y con cómo se establecen relaciones, por ejemplo, con la naturaleza y con otros seres humanos”, explica Silvana.

Hay entonces una tendencia cultural que nos ha enseñado por siglos que la persona poderosa es aquella que ejerce relaciones de dominio respecto de otras personas objetivando, es decir, realizando una acción de transformar en cosa a la otra persona. “Cuando tienes una cosa que es de tu propiedad, puedes usar, gozar y disponer de ella arbitrariamente. Esa es la definición de la propiedad que es milenaria y existe en culturas como la nuestra. Y es el objetivo del hombre cuando ataca a una mujer: demostrar que esa mujer es de su propiedad”, añade la abogada y dice que al revisar, especialmente casos de femicidios, hay razones que se repiten y que tienen que ver con este concepto de propiedad: mujeres que fueron asesinadas porque no quisieron tener relaciones sexuales con ellos, porque eran sus hijas pequeñas y eran un poco más contestadoras; hombres que asesinan a trabajadoras sexuales porque no quisieron realizar las fantasías que ellos tenían y así, un largo etcétera.

Lo violento ¿es el sistema?

Según la experta, la estructura social la conformamos todas las personas. “Que hayan más personas que tienen más poder y que establecen cuales son las reglas y quien va a tener el privilegio de utilizar violencia o no, es otro tema. Han sido principalmente las élites económicas las que han establecido históricamente cuáles son las reglas y las dominaciones que se pueden ejercer en la sociedad: dominaciones por raza, por acceso al capital, por género. Y es que el concepto patriarcado viene del patriarcado romano, donde los varones eran los únicos que eran calificados como personas y como personas tenían patrimonio. Las mujeres no tenían esa posición, pero tampoco la tenían los varones pobres, ni los esclavos, ni los que eran de otras latitudes geográficas”, explica.

Vergara concuerda y explica que se trata entonces de algo que se ha venido arrastrando en la cultura occidental –y en otras– por milenios. Esto implica que si bien la estructura social está, la componen las personas y hay ciertas personas que sacan provecho de sus posiciones de poder. En tal caso, no podemos pensar que solo es la estructura social la que genera violencia, como si fuese un objeto, porque está conformada por sujetos.

Y Silvana agrega que aquí hay un componente de género importante, porque el género también es una jerarquía en este sistema. “Las personas que detentan el poder económico en el mundo, la gran mayoría son varones. Hay una estructura que favorece a ciertas personas. Pero de ahí hacia abajo también hay cuestiones que ocurren a nivel cotidiano y que favorecen a aquellos varones que se encuentran en las posiciones más bajas en la sociedad, que reciben discriminación y dominación de parte de otras personas, y que a su vez también ejercen dominación y privilegios sobre las mujeres que les rodean, desde que les lavan la ropa o les sirven la comida”, dice y concluye que esto nos ha llevado a una crisis a nivel mundial donde situaciones de todas formas de dominación están empezando a ser ebullición: el racismo, el clasismo, la xenofobia y por supuesto también el machismo. “Todas se relacionan entre sí, porque son formas de dominación, y por tanto generan violencia. Terminar con ellas implicaría vivir en una sociedad más justa”, sentencia.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.