El yerno de Chile

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Se aburrió de que le pregunten por el trauma de niño abandonado por su madre y su supuesta incapacidad para comprometerse en pareja. Ahora, el animador, con quien las señoras sueñan para sus hijas, decidió tomarse la vida con humor. "Sé lo que soy, ni más ni menos que esto", resume.




Siempre se ha definido como un tipo algo huraño, lo que sorprende por su capacidad de entablar buenas conexiones con el mundo que lo rodea. Sólo sus más íntimos y cercanos saben de sus altibajos emocionales, que finalmente sortea con una capacidad impresionante para reírse de sí mismo. Desde que comenzó su carrera televisiva –allá por los años 90– ha destacado por su capacidad para adaptarse a cada situación que se le pone por delante. Fanático del sushi, de la vida en el campo, la crianza de halcones y de su privacidad a ultranza, Camiroaga (40 años) casi se atora cuando se da por enterado de que mujeres de todas las edades lo califican como el "mijito rico" chileno, y se vuelve hasta tímido cuando habla sobre seducción. Más allá de la fama y sus consecuencias, se siente bien consigo mismo. "No tengo la ansiedad de antes –ansiedad no sé de qué– por vivir el día a día, por relacionarme, por demostrar. Me siento súper tranquilo. Creo que asumí de muy buena forma quien soy".

–Un solterón de 40, un coqueto empedernido...

–Creo que todo eso, y más. Lo que me toca vivir a diario y cómo me relaciono con la gente, lo hago de una forma súper honesta, sin tratar de aparentar más de lo que soy, ni siquiera intelectualmente. Soy cero autoflagelante y muy honesto conmigo mismo. En algún minuto de mi vida creo haberme engrupido un poco. ¿Sabes qué siento? Soy súper poco competitivo. Tengo lo que tengo, ni más ni menos, en cuanto a herramientas para vivir la vida. Por lo tanto estoy muy bien, muy agradecido, porque soy cero ambicioso.

–Podría decirse que ya lo tienes todo

–Claro, y aunque son muchas las veces que me han dicho que por qué no opto por internacionalizar mi carrera, que toqué techo en Chile, estoy muy contento donde estoy y no necesito ni un peso más. Si hoy terminara mi carrera, creo que con lo que tengo puedo vivir austeramente hasta el día que me muera. Tal vez tendría que dejar de viajar, de darme algún lujo, pero la verdad es que me siento súper tranquilo.

–¿Por qué crees que has llegado a este punto?

–Creo que porque me tocó vivir cosas fuertes desde muy chico. Pero el tema de mi mamá no fue lo principal. Es verdad que en el momento fue penca y doloroso, pero a la larga se transformó en una cuestión positiva porque hoy tengo más herramientas para enfrentar un montón de situaciones que una persona que no lo vivió.

–¿Hoy le encuentras sentido?

–Claro, con la perspectiva del tiempo ciertamente tuvo una razón de ser. Lo que pasa es que este mundo, esta sociedad, no es muy amigable ni solidaria con un cabro chico que se cría con la nana, con un papá que trabaja todo el día y con una mamá que está a 15 mil kilómetros de distancia, y medio hippie para la época. Ahora estamos en 2007, pero yo hablo de la década del 70, en un Chile totalmente distinto. Decir que mi mamá se fue es como el título de la canción, ¿no es cierto?, porque desde ahí se empieza a construir la historia para abajo, la de un niño muy autónomo. Cuando les cuento a mis amigas que son mamás que a los seis años me iba en micro al colegio con mi bolsón al hombro, se espantan. Esto de ser autónomo desde muy chico es lo que me hace vivir una vida como la que tengo. Entonces, cuando me dicen que tengo que relacionarme con una pareja, siento que me están echando encima casi una relación dependiente. Oye, ¡no dependí ni de mi mamá así es que difícilmente voy a depender hoy de una pareja! Al contrario, quiero ser pareja de mi pareja, no quiero ser ni el hijo ni el papá, y tampoco que dependan de mí.

–¿Y por eso no has encontrado a la mujer que te acompañe?

–(Risueño) Como gerente general de la empresa Camiroaga, decidí no hablar más de ese tema por respeto al público. Creo que debe estar agotado de que en cada entrevista hable de lo difícil que me ha sido encontrar una pareja. Ése no es un tema en la vida, ¿se entiende?, para mí ya no lo es. Lo fue cuando tanto me lo metían en la cabeza, pero ya no. ¡Es una opción! De todos mis amigos y amigas, mi entorno, y también de los compañeros de trabajo que tanto me han hueveado que por qué no me caso ¡creo que el 80% está separado y el 20% restante está pésimo con su pareja!

–Entonces, tú no quieres ser pareja...

–Es muy rico estar en pareja, pero no es un tema que me quita el sueño. Te lo voy a decir en una forma bien cliché: ¡que sea cuando Dios quiera! Mira, lo paso increíble cuando llego a las ocho y media a mi casa, me acuesto con la bandeja de comida, me pongo a ver tele, a hablar por teléfono, a chatear... ¡soy feliz en ese momento! Y también soy feliz cuando salgo a comer con una amiga. Siempre está esa sensación de que este tipo –yo– anda amargado por la vida buscando una pareja, alguien que lo acoja, que lo entienda, que lo comprenda, que lo cobije y que le dé un hijo. ¡¿Pero es que no se entiende que ya no puedo andar más contento con la vida?! Y creo firmemente que cuando una persona anda en ésa, le va a llegar una mujer maravillosa el día que tenga que ser.

–¿O no?

–O no, lógico. Eso no me achaca para nada.

–A propósito, ¿tienes ganas de ser papá?

–(Largo silencio) Sí, me gustaría.

–¿Y si llega una chica con una guagua en brazos diciendo que es tuya?

–Aunque es muy improbable, porque tomo todas las medidas habidas y por haber, y tendría que pedir un examen de ADN, ¡estaría feliz!

Y si mi polola quedara esperando guagua, llamaría a todos mis amigos, a mi familia para contarles y celebrar.

–¿Serías buen papá?

–Sí, sería muy entretenido, y estaría chocho.

–No te complica la idea de embarazar a una mujer o de adoptar un hijo.

–¡Para nada! Lo óptimo es que papá y mamá estén juntos, llevándose bien y criando una familia; eso es lo ideal y ojalá lo pueda vivir. Pero si no es así, también creo que existen otras posibilidades de paternidad, y no me cierro a eso.

–¿Adoptarías?

–Feliz adoptaría a un niño, pero casi con un sentido social, sin el egoísmo de querer ser papá y punto. Cuando estaba la crema en la zona de los Balcanes, alguna vez pensé –aunque no lo concreté – que cualquiera de esos niños podría estar mucho mejor con un papá como yo que muriendo y sufriendo hambre o desnutrición allá. Creo que lograríamos tener un vínculo y una cercanía de papá-hijo maravillosa, y tal vez ese niño tuviera un futuro totalmente distinto. Un negrito de pelos parados de aquí o un negrito que se esté muriendo de hambre en Somalia. ¡Es tan interesante el tema de la adopción por parte de los homosexuales! Por ejemplo, conocí el caso de una pareja que lleva muchos años junta, son más fieles entre ellos que cualquier pareja heterosexual, y tienen un perro al que le instalaron un dormitorio de niñito, con camita y todo… lo encontré heavy. Ellos me dijeron que no eran los únicos, que hay mucha gente de la comunidad homosexual en el mundo que cría a una mascota supliendo el espacio de la paternidad.

–¿De dónde viene tu sensibilidad hacia el mundo homosexual?

–Ciertamente, basta con ser sensible para saber que éste es un mundo donde la homosexualidad existe mucho más de lo que algunos creen y quieren hacer pensar.

–De ti se dijo alguna vez que eras homosexual.

–Desde que partí en televisión, de vez en cuando sale como una nubecilla de sospecha sobre algo, alguien dice o alguien opina por debajo, ¡por cierto jamás de frente! Todavía no veo a ningún opinólogo o periodista decirme en la cara "bueno, Camiroaga, ¿y eres maricón o no?".

–Pero, además, no te ofende.

–Por supuesto que no me ofende porque de verdad creo que atacar a una persona porque es homosexual es ser súper homofóbico, es como ponerte al nivel de un delincuente. Cuántas veces, conversando con amigos, con gente conocida, se empieza hablar de alguien y no falta el que dice "oye, pero es maricón", como diciendo no sé qué cosa. Tampoco soy un tipo que ande rindiendo homenaje permanente a los homosexuales ni soy su estandarte en Chile, pero creo que ellos han hecho cosas tan valiosas en este planeta como los heterosexuales, y también creo que hay heterosexuales muy maricones. Esos son los que me preocupan y me gustaría combatir hasta el último día de mi vida.

–¿Cómo ves a Chile en ese sentido?

–Estos debates se vivieron hace ya muchos años en algunos países europeos y hoy no son tema. Desgraciadamente todavía somos un país homofóbico. No sé si será muy siútica la analogía pero creo que Chile es como una larva de mariposa, que son bonitas aunque no cumplen los cánones habituales de belleza. Pero una bonita larva, aunque bella, no es más que una mariposa encerrada en su propio cuento, en su pasado, en su futuro, en su historia. Y llega un minuto en que la larva explota y sale la mariposa hecha una maravilla. Creo que este país va para allá, estamos en ésa. ¡Enfrentamos tantas cosas nuevas! El mismo hecho de la democracia, que de repente nos queda un poco grande, una democracia, un poco mal entendida, el tema de tener una Presidenta mujer… "¿viste la cagada que se mandó? ¡Era mujer!". Estamos creciendo y crecer duele, estamos en ese proceso de ajuste. Así lo veo yo y pienso que los temas valóricos tienen que ver con eso.

–Tú mismo eres fuente de comentarios.

–Somos tan buenos para estereotipar acá ¿cierto? Por ejemplo, como si un facho no pudiera ser buena persona, o como si un comunista tampoco. Creo que puede haber, incluso, un pinochetista bueno, ¡lógico! También puede haber un humanista liberal que sea una mierda de persona. Cuando uno empieza a decir, por ejemplo "yo no soy homosexual", "yo no soy facho", es como tenerle miedo a eso. Y yo no tengo miedo ni a que me traten de comunista ni de facho ni de homosexual ni de nada. Ése es un problema para el que lo anda diciendo, no para mí.

–¿Y cuando dicen que quedas bien con todo el mundo, que no te comprometes con nada?

–Hoy la gente valora mucho más a una persona que opina y que dice lo que piensa que a otra que no lo hace. Creo ser una persona que juega bastante al límite con sus opiniones, aunque me considero, eso sí, conciliador. Además, soy muy franco y derecho para decir las cosas. Tal vez no lo hago públicamente, porque ahí también hay un límite delicado ya que uno representa también a un medio: no puedes jugar con colores propios, hay que ser más conservador en las opiniones. Pero tampoco es que ande todo el día tapándome la boca para no decir lo que pienso. Además, tengo opinión, y no es que las cosas no me importen –digo hartos garabatos cuando veo las noticias de la noche–, pero, obviamente, en pantalla no lo puedo hacer. Somos muy buenos para estereotipar a la gente. Yo me he construido un mundo bien distinto, tal vez bien ensimismado. He tratado de separarme de la manada y mirar desde afuera, tanto en temas religiosos como políticos y sociales.

–¿Te involucras verdaderamente con algo?

–Creo que he dado muestras súper claras de que me he involucrado mucho con mi trabajo, por ejemplo, y también con mis relaciones personales. No llamo todos los días a mis afectos, a mis amigos o a mi familia, pero mis amigos –que son pocos– tienen súper claro el nivel de compromiso y de cariño que hay.

–Y en temas sociales ¿nunca has necesitado ser parte de esa manada?

–Es contradictorio, porque trato de separarme de ella y ver desde afuera, especialmente para protegerme y para entender, porque siento que el ambiente está muy cargado, pero al mismo tiempo pertenezco a un medio muy de manada. Creo que la televisión es como el pastor que existía al principio de la historia. Y de verdad creo que cumplo un rol social en la pega, particularmente en la mañana. Hoy día, acompañar y entretener es una función social gigante. Si a partir de eso, además, informas y puedes hacer un aporte en una sociedad donde la gente está tan sola, mejor aún. ¡La gente comparte más contigo que con sus propios familiares! Ahora, si voy a hacer una labor social más puntual, es más bien para callado. Para mí, donar con cámara no vale.

–A propósito de cámaras, y del affaire Bolocco. También tú podrías ser una potencial víctima, ¿tomas precauciones?

–No, para nada. ¿Por qué voy a tomar precauciones? La Cecilia (Bolocco) me decía "no voy a poner un muro", ¡y tiene toda la razón!

Hay distintas formas de entrar a la propiedad de una persona, y a través de una imagen lo haces también.¡Lo que yo haga en el baño de mi casa no tiene por qué publicarse en la portada de una revista! Hay cosas que no comparto sobre cómo ella ha hecho su vida, pero aún así tiene derecho a su intimidad. Si estoy en mi piscina y veo a un paparazzi en el cerro, yo lo sigo. Lo persigo con los perros, a caballo, y le doy su merecido. ¡Él estaba haciendo su pega y yo la mía! Le quito la cámara y seguro que también le pego una patada en el culo.

SEDUCTOR Y SEDUCTORAS

–Despiertas pasiones en mujeres de todas las edades…

–¿En serio?

–¿No te das cuenta?

–No, te juro. Las pocas ocasiones en que han dicho eso, me sorprendo, no me considero un sex symbol. Me puedo considerar un huevón simpático, juguetón o entretenido. ¿Soy como la Pamela Díaz para los hombres? Me da también un poco de pudor…

–Debe haber muchas mujeres que tratan de seducirte.

–Puede que sea muy huevón, pero la reacción que siempre descubro en la mayoría de ellas es de una indiferencia medio forzada, que no merezco, un poco de mentirillas, como diciendo "ah, este huevón debe pensar que a mí me gusta", algo así. Siempre he creído que me va relativamente bien porque soy una persona chistosa. En la vida hay que tener todas las herramientas habidas y por haber, todas. A mí me gusta el tema de la seducción, y no hablo solamente del sexo opuesto sino en general. Creo que los que trabajamos en las comunicaciones tenemos que ser seductores con el público.

–¿Te defines como un seductor?

–Por lo menos me gusta jugar a ese juego, mostrando los calcetines con hoyos, en la del ganso. El seductor pillo más que el obvio.

–¿Y a ti cómo te seducen?

–Sé lo que quieres que conteste, no soy tan huevón… Me gustaría hacerlo con la verdad absoluta, pero desgraciadamente no siempre se puede. Quiero que quede claro que seducir con la inteligencia es súper importante para mí. Igual me seduce la química, y el hombre que conteste que un par de buenas pechugas y un traste interesante no lo seducen, está mintiendo absolutamente. Eso es verdad, pero más me seduce el gesto, la actitud, esos ojos que te miran y brillan con una sonrisita. A diferencia de aquellas mujeres que te dan con la indiferencia, éstas te dan con la honestidad, como que con los ojos te estuvieran diciendo "atrévete". La mujer que se hace la indiferente no me seduce porque es muy obvia. Pero ésa que se acerca con los ojos prendidos y con una sonrisa malula, no viene a pedirte que la invites a salir sino que te está diciendo "me encantas". Y ahí caigo redondito. Me gustan las que son honestas con la mirada; no es que vayan por la vida como mujeres atrevidas, tal vez nunca te digan nada, incluso puede que te digan que no las primeras veces. Pero con su expresión, con su gesto, con su energía, te hacen sentir rico, valioso. Y eso también tiene que ver con la inteligencia.

¿O sea, no te sientes el mijito rico que las mujeres dicen que eres?

–(Casi avergonzado) No.

–No te creo

–¡Te juro que no! Bueno, a alguna le gustaré. Tal vez tiene que ver el porte o cosas que a las mujeres les pueden gustar. Pero siempre me he creído el cuento de que la gente se ríe conmigo y me encuentra simpático. Creo que la simpatía igual es súper seductora, más en esta época en que todo el mundo anda con la cara larga porque viven endeudado en las multitiendas. Creo que la alegría y la simpatía son súper seductoras. ¡Y además, los patas negras siempre resultan ser súper simpáticos!

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