Incendios forestales: Mujeres que combaten las llamas




No cabe duda que, durante este verano, Chile ha estado enfrentando una de las emergencias más devastadoras del último tiempo: los incendios forestales en la zona centro sur del país. Hasta el momento, de acuerdo al Servicio Nacional de Prevención y Respuestas ante Desastres (Senapred), 25 personas han fallecido producto del desastre, más de 2.400 casas han sido consumidas por el fuego y existen más de 7.600 damnificados/as en todo el territorio nacional.

Con una decena de incendios activos y varias comunas de las regiones del Biobío y La Araucanía en alerta roja; la crisis aún no ha terminado. En ese escenario, cientos de personas se han desplegado para combatir esta catástrofe que, si se mira en términos de género, ha dejado -según el Ministerio de la Mujer y EG- a un 44% de mujeres afectadas en la zona rural.

“El estado en el que estamos ahora es desastroso, hay una crisis humanitaria grave”, dice la abogada y actual alcaldesa de Santa Juana, Ana Albornoz, quien declara que, durante su año en el cargo, éste ha sido uno de los momentos más complejos. Y es que con 4.500 damnificados y más de 800 viviendas consumidas por el fuego, esta comuna se ha transformado en una de las caras más visibles de los siniestros.

“Actualmente tenemos a vecinos que no tienen casa, que están durmiendo en su mayoría en carpas. Todos en la comuna desean que llueva para que terminen los incendios, pero ¿qué va a pasar con esas personas? Además, ya no tenemos albergues disponibles y estamos repartiendo agua y ayudas médicas a quienes -por su cosmovisión- no han querido dejar sus tierras. Ha sido complejo porque éste es un territorio diverso, con poca conectividad y difícil acceso”, relata Albornoz.

Ya en diciembre, Santa Juana, comuna rural de 13 mil habitantes, ubicada en la provincia de Concepción; tuvo que enfrentar sus primeros incendios. Eso -dice la alcaldesa- se convirtió en un primer llamado de alerta que les permitió como Municipio prepararse para lo que vendría durante el verano. Así, establecieron un diseño de red, protocolos de evacuación y realizaron cortafuegos; pero la magnitud de los incendios de febrero fue superior y su expansión fue voraz. “Somos uno de los municipios más pobres de Chile. Y estábamos en pañales, es decir: la red de caminos, conectividad y acceso a servicios básicos previos a la emergencia ya eran precarios. Con eso como base, difícilmente íbamos a poder enfrentar una catástrofe de esas magnitudes”.

A pocos kilómetros, pero el mismo territorio; la brigadista de Conaf, Francisca Cortés (40), ha sido una de las 90 personas enviadas a la zona y que han estado en primera línea combatiendo las llamas en el territorio centro sur. Profesora de historia y máster en Educación, Francisca lleva más de 17 años dedicada a abordar temáticas asociadas a la prevención de incendios y ocho temporadas combatiendo estos eventos en terreno. “Es un tema que me apasiona. Uno está constantemente aprendiendo y a la vez entregando ese mismo conocimiento a la comunidad”, indica.

Justamente, por ahora, se encuentra en Santa Juana, aunque ha estado en varias localidades de la comuna de Coronel durante la emergencia. “Han sido extensiones inmensas de bosques que se han perdido y que hoy están quemados. Es penoso ver cómo se afecta la biodiversidad del país”, dice.

Además, puntualiza que lo más le ha impactado es ver la resistencia de las personas en términos de evacuación. “Si bien nosotros estamos preparados técnicamente para enfrentar un desastre así, muchas veces cuesta entender el comportamiento humano a nivel emocional. Eso marca porque vemos gente que lo pierde todo en segundos y aún así les cuesta dejar sus casas. No es que no evacúen por porfiados, sino porque no quieren dejar a sus animales o sus cosechas. Entonces, nos falta mucho en gestión de riesgos como país, para tomarle el peso a lo que se nos viene, porque lo más probable es que esto vuelva a ocurrir”.

Una afectación emocional que no solo se manifiesta en el momento mismo de la crisis, sino que deja secuelas permanentes y acompaña a vecinos y vecinas durante períodos prolongados de tiempo. En Santa Juana, la alcaldesa Ana Albornoz lo ha visto así: personas que no quieren volver a sus casas, niños que tienen temor a perder a sus padres, pobladores que no logran conciliar el sueño en las noches. Es más, desde que comenzó la crisis, en la comuna se han registrado dos intentos de suicidio por parte de habitantes. En su caso, cuenta que está asistiendo a sesiones de terapia psicológica, sumada a las intervenciones grupales que han hecho con los funcionarios de la Municipalidad. “Hay días en que no me acuerdo qué hice o de dónde saqué fuerzas para tomar con mis brazos, por ejemplo, a personas en silla de ruedas. Ahora eso no lo podría hacer. Tenía tanta adrenalina en esos momentos que tampoco me daba cuenta”, sostiene.

Crisis con rostro de mujer

Históricamente en momentos de catástrofe o emergencia, han sido las mujeres las encargadas de la organización social, levantando ollas comunes o redes de cuidado. Y es que a nivel general -de acuerdo una investigación realizada por académicos/as de la Universidad de Chile y de la Universidad Andrés Bello- las mujeres tienen casi dos veces más sobrecarga que los hombres en dichas tareas (66% versus 33%).

Esa distribución de roles también se ha dado así en las localidades de la zona centro sur del país. “Hay muchas que han perdido sus plantaciones y terrenos, pero que no dudan en ponerse a cocinar y ayudar a los voluntarios, bomberos, brigadistas o militares que están trabajando para combatir el fuego. O sea, aun cuando son las afectadas, siguen dando cara, con familia e hijos. La fuerza que tienen es admirable”, explica la brigadista Francisca Cortés.

A pesar de esa labor y resiliencia en la catástrofe, también han tenido que enfrentar otras dificultades, asociadas a desigualdades y violencias de género. Porque tal como decía Simone de Beauvoir: “Nunca olviden que solo hace falta una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres sean cuestionados. Estos derechos nunca pueden darse por sentados. Debes permanecer vigilante durante toda tu vida”.

En este caso, -cuenta la alcaldesa Ana Albornoz- se han recibido en los albergues de Santa Juana a una serie de mujeres que buscan resguardo luego de vivir episodios de violencia intrafamiliar. Y es que de las 800 personas que tuvieron pérdida total, 8 ya tenían órdenes de alejamiento con sus agresores. Sin embargo, en este contexto, también han existido nuevos casos. “En la zona hay mucho alcoholismo, y eso -sumado a la abstinencia- también gatilla episodios de violencia intrafamiliar. Cuando hay catástrofes, cuando hay guerra, siempre las más perjudicadas son las mujeres. No tenemos que olvidar que muchas están triplemente vulneradas que el resto. Entonces, tenemos que buscar la manera de acudir a ellas”.

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