La crudeza de Francisco Díaz Klaassen

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Erotismo, o más bien porno. Tedio. Dramas existenciales. Una pareja que no se comunica. Un departamento con vista a los vecinos. Ratas. Una mezcla de todo eso hay en La hora más corta, la novela que acaba de publicar con Alfaguara.




Paula 1201. Sábado 4 de junio de 2016.

A Los 32 años acaba de publicar su tercera novela, que partió como proyecto de tesis de maestría dirigido por Diamela Eltit. Un texto asfixiante y fragmentado donde la trama está llevada por el tedio existencial y la sordidez cotidiana de su protagonista, un joven estudiante de doctorado, machista y depresivo que vive con su pareja en un departamento en Nueva York, donde combate sus demonios con sexo –del crudo, nunca romántico– y gasta su tiempo fisgoneando a sus vecinos y tratando de matar una rata que vive escondida en la cocina. "He escuchado de varia gente que es un libro un poco difícil de digerir", dice desde la Universidad de Cornell, donde hace un doctorado en Literatura. "Pero yo siempre escribo sobre personajes desagradables, a los que cuesta tenerles empatía, porque supongo que todos somos desagradables", agrega.

Le gustan a Díaz Klaassen los personajes que tienen fallas existenciales, porque hacen que el lector se pregunte por qué se está reconociendo en algo que es perturbador. "No me gustan los libros complacientes", dice.

Juventud rebelde

Díaz Klaassen, que estudió Literatura Inglesa en la Universidad Católica, cuenta que fue un muy mal alumno en el colegio, que terminó con exámenes libres. "Odiaba ir, odiaba el uniforme odiaba levantarme temprano, odiaba la gente, odiaba a los profesores. En el último colegio, mi vieja me iba a dejar en la puerta principal, entraba y me iba caminando al Alto Las Condes que, había cronometrado, quedaba a 2 horas y 10 minutos, y justo a esa hora abría el cine. Ahí vi toda la cartelera durante meses. De más viejo me fui poniendo más flojo y me iba directo a mi casa y me daba lo mismo", dice. Aunque nunca dejó de escribir. "Sabía que tenía que ir por ahí, quería ser escritor". Admira a Kafka, a Poe, a los autores del Boom, a Bukowski, Marías, Emar, Huidobro y a Bolaño. Y le molesta profundamente que lo comparen con Alejandro Zambra, como sugirió el crítico Juan Manuel Vial en La Tercera.

"Yo siempre escribo sobre personajes desagradables, a los que cuesta tenerles empatía, porque supongo que todos somos desagradables".

"No sabía si era un insulto o un halago, no soy ningún experto en Zambra, pero me parece que más allá de la extensión, no se parecen en absolutamente nada. Pero sí Zambra y alguna gente de su generación, tienen esta cosa de escribir sobre la generación, sobre los 80, los 90 y yo nunca he entendido ni he querido entender a más gente que a los individuos. Los colectivos me parecen que son pérdidas de tiempo", dice. Aunque es difícil empatizar con su individuo, el protagonista, al que llamó "él", un tipo que vive en el marasmo existencial del que escapa a través del sexo con "ella", escenas que Díaz Klaassen trata con la crudeza del porno.

"Creo que el sexo y la masturbación son una especie de terapia. Me parece que es muy fácil caer en esos espirales cuando uno está pasando por traumas. El sexo es algo que está muy a mano, que permite no pensar. No quería hacerlo ni simbólico ni cursi. Yo prefería que fuera algo sucio, grotesco, para que se pudiera mezclar o conectar con el tema de las ratas".

Y las ratas aparecen aquí como personajes sucios y abyectos donde los lectores pueden proyectar sus propios miedos y frustraciones.

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