La maternidad y sus fisuras




“Empecé a venir a los parques sola después de ir a dejar a mi hija al jardín. El parque me queda en el trayecto y nunca antes había pensando en la idea de detenerme sin ella para poder descansar yo o para sentir al menos que puedo dejar de ser esa mamá que solo viene al parque con sus hijos. Jugar a mirar con distancia a las otras madres, leer un libro o escuchar música. Con buen clima decido estar una hora, hasta que mi cuerpo hambriento me pida volver a la realidad de mi casa. ¿Acaso la vida dejará en algún momento de tratarse de interminables labores domésticas que ni si quiera quiero hacer?

Sentada en el parque observo a otras madres de bebés pequeños, cansadas a cualquier hora, en la soledad de su crianza. Sus hijos corren libres, mientras ellas viven una condena silenciosa. Madres que, ocultas o no en la mascarilla, se les pueden ver marcadas las ojeras, o con esa particular palidez de la piel cansada. Las madres en el puerperio estamos de alguna maneras rotas. Cuando digo rotas, hablo particularmente del momento del parto en adelante. Esa rotura tiene que ver con una renuncia a nosotras mismas que es inabarcable en su duración. Específicamente las dos primeras semanas de post parto, paralelas a la lactancia, son como abismos de la fisura. Una está en la punta mirando hacia lo profundo y oscuro del precipicio, con la imagen de tu hijo en los brazos. Los brazos cansados que las primeras semanas apenas puedes sostener. La columna se ajusta a nuevos hábitos corporales, como el de portar diferentes posturas para calzar, para estar cómoda, una palabra que me sonaba entonces demasiado lejana. Porque no importa cuánto facilite la tecnología la maternidad, la incomodidad está dentro. Tu cuerpo es una extensión para uso y desuso de tu bebé.

La maternidad para mí en esos primeros meses fue algo que me impactó emocionalmente; recuperarme de una cesárea, con los dolores físicos, la adaptación a mi cuerpo y a las emociones. Sentía que había perdido mi juventud y me sentía sola. Ahora, ya con distancia, mirando a otras madres puérperas en este parque, puedo entender un poco más mi propio puerperio, que no es, como dicen, la recuperación física después del parto. Se trata más bien de un periodo de adaptación que es muy relativo en tiempo según la mujer.

Cuando pienso en aquella etapa creo que tuve tan poca información y contención. No tuve apoyo familiar y me sentí muy sola, llena de preguntas que no sabía a quién hacerle. Llegué a momentos muy oscuros y en ese tiempo no pude verlo, no sabía que necesitaba ayuda. Pienso cuánto ayudaría a esas madres, a su fisura, tener siempre un acompañamiento con una terapeuta o redes de apoyo, alguien que te contenga. Así por lo menos seríamos un Kitsugi de fisuras, pero rellenas con oro”.

Constanza (32) es ilustradora.

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