La mentira de la “buena genética”




La semana pasada, a través de una conversación en vivo de Instagram entre un periodista de farándula y una modelo, ella comentó que nunca había sufrido desórdenes alimenticios porque goza de una “buena genética”, así que para ella la comida no es tema. Revisando los comentarios, vi que una mujer respondió “¿qué tiene de buena genética ser flaca?” y la verdad es que su comentario me abrió los ojos.

Luego surgió otra pregunta: ¿Existe una genética buena y una genética mala? Y si existe ¿está relacionada al peso o a la contextura de las personas?

La genética es aquello relacionado con los genes o unidades de almacenamiento de información genética o ADN. Los genes son la unidad física básica de la herencia, según el Instituto Nacional de Genoma Norteamericano, y se transmiten de los padres a la descendencia con la información necesaria para formar sus rasgos o características.

La gordura, por su parte, es un rasgo que tiene distintas variables, principalmente ambientales y genéticas. Si bien se ha comprobado que una persona con padres y abuelos gordos tiene más probabilidades de tener sobrepeso, en la mayor parte de los casos podrá cambiar sus probabilidades con comida balanceada y ejercicio regular.

¿Qué pasa con los flacos? Lo mismo. Un estudio conducido por expertos de la Universidad de Cambridge, donde se revisó información genética de británicos delgados y británicos con sobrepeso, demostró que los delgados tenían menor cantidad de aquellos genes que se han ligado al aumento de peso, mientras que quienes tenían sobrepeso, los tenían en mayor cantidad. Entonces, se puede dar que por motivos genéticos dos personas que hacen la misma cantidad de ejercicio y se alimenten de la misma forma tengan distintos resultados a nivel fisiológico o de su figura debido a su herencia genética.

Alguien con un historial de parientes con sobrepeso puede llevar una vida saludable e incluso tener una contextura distinta a la de sus padres y abuelos, pero posiblemente le va a costar más trabajo. De la misma forma, alguien con genes que favorecen la delgadez puede engordar si no cuida su alimentación ni hace ejercicio de manera regular.

Pero, ¿esto hace que los genes que llevan a aumentar de peso con mayor facilidad sean malos y que aquellos que llevan a la delgadez sean mejores? Podría ser, pero solo si se considerara como base que ser gordo es malo y ser flaco es bueno. Y lo cierto es que aunque la obesidad sí conlleva a riesgos a la salud, como mayor probabilidad de infartos, presión alta, apnea del sueño, artritis y otros dolores, no se trata de riesgos que se puedan evaluar o diagnosticar simplemente mirando a una persona.

En 2014, un informe del gobierno de Estados Unidos dio a conocer que al menos 29% de los adultos obesos no presentaba problemas metabólicos ni factores de riesgo para padecer ninguna de las enfermedades anteriormente señaladas. La misma investigación demostró que sobre el 30% de los adultos de peso regular tenían problemas metabólicos y riesgo de enfermarse.

Una teoría alternativa

Valeria Gómez es bioquímica titulada de la Universidad de Chile, pero además está especializada en biodecodificación, propuesta de la medicina alternativa que busca sanar a través del autoconocimiento y las emociones. Ella entrega una teoría en relación a por qué algunas personas tendrían este historial en su ADN. Desde su perspectiva, la gordura es una manera más que el cuerpo tiene para protegerse y que está relacionada a la herencia genética de las personas.

“Hay que mirar hacia atrás y ver cómo eran los antepasados. Así como hay gente que adelgaza porque su genética está relacionada con enfrentar al peligro huyendo, otras engordan porque sus familias lo hacían aumentando su tamaño para defenderse”, explica. Según la bioquímica, se trata de distintas reacciones que vienen del pasado de las personas, pero que no son ni buenas ni malas, simplemente se trata de información genética.

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