La salud mental infantil

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En 2011 se realizó un estudio en 24 países para analizar la salud mental de la población infantil. Y los resultados fueron desoladores: nuestros niños menores de seis años sufren de la peor salud mental del mundo, estando entre los cuadros más comunes la ansiedad, la depresión, la hiperactividad y las conductas agresivas. Es triste pero ¿cómo no va a ser así si las exigencias que les estamos poniendo son cada vez más altas e inalcanzables?




En 2011 se realizó un estudio en 24 países para analizar la salud mental de la población infantil. Y los resultados fueron desoladores: nuestros niños menores de seis años sufren de la peor salud mental del mundo, estando entre los cuadros más comunes la ansiedad, la depresión, la hiperactividad y las conductas agresivas. Es triste pero ¿cómo no va a ser así si las exigencias que les estamos poniendo son cada vez más altas e inalcanzables? Partiendo por algo tan simple como que les hemos acortado los recreos a períodos de tiempo ridículos, cuando sabemos que los niños debieran estar jugando un porcentaje del día mucho mayor.

Los tenemos sentados mirando para adelante y muchas veces haciendo actividades completamente mecánicas y escolarizadas a edades que no corresponden. Algunos colegios, e incluso jardines infantiles, los bombardean de tareas privándolos de tiempo de esparcimiento, de poder ir a la plaza o de salir a jugar con sus vecinos. Los hemos alejado de la naturaleza y del juego al aire libre y, en cambio, los tenemos rodeados de cemento, plásticos, juguetes que juegan por ellos, malls, ruidos de ciudad y en algunas ciudades sometidos a altos niveles de contaminación. Como guinda de la torta; pasan horas frente a una pantalla. Y si ya me pongo más extremista, creo que la alimentación ultra-procesada también tiene un porcentaje de culpa importantísima en su salud mental. Les tenemos el cerebro inundado de ingredientes adictivos. ¿Cómo no va a ser hiperactivo un niño que toma bebidas repletas de azúcar, a la que las grandes marcas lograron sacarles los sellos? Si a su cabeza llega la excusa "yo también tomaba bebida negra en el colegio y no pasó nada", haga el ejercicio de realmente pensar si eso es tan así. En mi caso probablemente mi déficit atencional se debió a eso, y comíamos un cuarto de tonteras de lo que los niños comen ahora. Además recientemente vamos entendiendo el efecto negativo del uso de pantallas y hemos ido moderándolas. Entonces ¿qué hacemos? ¿Cómo prevenimos y detenemos lo que ya está pasando?

Hay una combinación de acciones positivas que creo deben ser el primer cambio a modo de prevención. Y es fácil: más horas de juego. Juego al aire libre, juego, juego y juego. Horas de guata jugando con algún soldadito o construyendo una ciudad imaginaria. Más contacto con la naturaleza, con la tierra, pastitos, arena, agua, bichos y "cochinaditas" varias como, babosas y caracoles. Descubrir el camino de arcoíris que deja el caracol, los chanchitos de tierra, el barro. Más afecto y cariño físico. Más regaloneos, abrazos, besos y afecto verbal. Mirarse más a los ojos y decirles más veces cuánto los queremos y cuán importante son para nosotros y para el mundo. Más conexión entre ellos y nosotros, y no convertirnos en adultos que solo miran su teléfono. Y por último, agregarle comida de verdad a esta receta. Eliminar los productos ultra-procesados que se disfrazan de comida. Más agua y menos bebidas azucaradas que dejan a estos cerebros diminutos en modo cocaína. Más frutas y verduras a toda hora en vez de una colación falsa y vacía llena de carteles tipo 'sin gluten' o 'sin azúcar añadida'. Y es que esos sin terminan siendo sin nada de lo importante para el desarrollo de nuestros niños.

También preocupémonos de ofrecerles vías de escapes como el gimnasio, yoga, pintura o lo que les sirva parar poder parar la mente y descansar la cabeza de la rutina. Debemos buscar algún mecanismo donde nuestros hijos aprendan a una temprana edad e incorporen como hábito de vida el detenerse, respirar y descansar. Debemos regalarles ese espacio íntimo de conexión en silencio, haciendo conciencia de su cuerpo y respiración. Debemos regalarles la oportunidad de encantarse con la meditación.

Personalmente estoy empezando muy de a poco a adentrarme a ese mundo para luego mostrárselos a mis hijos. Es fácil, accesible y uno puede partir cualquier día. No hay pre requisitos ni hay que saber nada con anticipación. Incluso, si uno no pudiera gastar plata del presupuesto familiar en esto, hay varias aplicaciones y tutoriales en YouTube para comenzar a meditar de forma guiada, corta y fácil para el día y para toda la familia.

En vista de las estadísticas, creo que es urgente entregarles una herramienta como esta que les permita conectarse con ellos mismos, mirarse, chequear que están bien. Y como todo hábito, es mejor empezar desde chiquititos. Se los van a agradecer, porque es algo que tendrán para la siempre y que sin duda van a utilizar para escapar o poner pausa a la rapidez e instantaneidad de la vida moderna.

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