La tens y violinista que da la vuelta al mundo por musicalizarle los días a los pacientes del Hospital El Pino: “Mi repertorio incluye desde himnos cristianos a canciones de Miguel Bosé”




“Me metí a estudiar para ser técnica en enfermería porque cuando tenía 17 años mi abuela materna enfermó de un cáncer. Por ese entonces estaba terminando Cuarto Medio en el liceo y me tocó varias veces cuidarla, bañarla y asegurarme de que tomara sus medicamentos. Unos meses después, pese a la quimioterapia, mi abuela murió y yo quise honrarla y estudiar algo que me permitiera ayudar a los demás.

Ella fue quien me crió, porque mi mamá siempre estaba trabajando. Y su enfermedad fue muy difícil para todos nosotros. Terminé el colegio y empecé a estudiar en el Instituto Profesional AIEP. Vivíamos en Talagante y para llegar a las clases tenía que viajar 45 minutos todos los días. En las tardes, después de estudiar, iba al Hospital de la Católica –que quedaba a 10 minutos del instituto– y trabajaba de secretaria para los cardiólogos. Ahí me fui interiorizando en el mundo de la medicina.

Los técnicos solemos encargarnos de integrar equipos de salud, colaboramos con los profesionales del área en la ejecución de ciertos procedimientos básicos, vemos el lado más personal de los pacientes –su aseo y su alimentación–, y también somos los intermediarios entre los médicos y enfermeros y las farmacias, porque nosotros nos encargamos de hacer los pedidos y abastecer nuestras bodegas de insumos y fármacos.

Ese es el trabajo que estaba acostumbrada a hacer, pero desde que llegó el Covid-19 a Chile ha habido un cambio radical. Si antes yo veía a los pacientes desde afuera, sin tener contacto directo con ellos, ahora he extendidos mis turnos y he tomado pacientes Covid positivos que están en la Unidad de Cuidados Intensivos. Cuando asumo los turnos extra, me desligo del rol que realizo el resto de la semana y asumo este. Generalmente los viernes me quedo de corrido durante toda la noche y vuelvo a mi casa a ver a mis dos hijos y mi marido los sábados por la mañana.

Esto ha sido todo un desafío, porque estaba acostumbrada a hacer el trabajo que nadie ve y de un día para el otro tuvimos que reaccionar y adaptarnos. Me he sentido bien ayudando de manera más directa, pero a su vez ha aumentado el miedo. Cada vez que tengo turno llego a mi casa asustada; entro directo a la ducha, guardo todo en bolsas y no saludo a mi familia de beso y abrazo.

Un día, hace un poco más de un mes, llevé mi violín al hospital y mi jefe me propuso que tocara en Urgencias. Desde ahí que no he parado; todos los martes y jueves, después de mi turno, voy y toco para los pacientes y para mis colegas. Mi repertorio incluye desde himnos cristianos a canciones de Miguel Bosé.

Siempre quise tocar el violín porque tenía un primo grande que tocaba. Me fascinaba la forma del instrumento y el sonido. Cuando se me dio la oportunidad de entrar a la Orquesta Sinfónica de Talagante, a los 12 años, no lo pensé dos veces. Mis papás no tenían los medios para comprarme un violín, y entrar a la orquesta era la única forma que tenía de acceder a uno para aprender. Porque ahí te lo prestaban. Estuve ahí hasta los 18, y pude tener mi primer violín a los 16.

Desde que empecé a tocar para los pacientes he visto cómo se han alegrado. Lo hago para levantarles el ánimo y para entregarles esperanza y fe. Hay que pensar que llevan días internados en la Unidad de Cuidados Intensivos, mirando la misma pared, escuchando las mismas conversaciones desoladoras y viendo cómo la gente los mira a ellos como si fueran un experimento. Por eso agradecen que haya un poco de música y distracción. Y lo sé porque varios me han escrito, luego de recuperarse, para decirme que sintieron una recarga cuando me escuchaban tocar.

También están quienes me han criticado; me han dicho que lo que hago es lo que hacían los violinistas del Titanic justo antes del momento más trágico, y que si uno está enfermo lo único que quiere es estar en silencio. Los entiendo, pero yo creo en el poder de la sanación que tienen la música. Y es que he visto cómo esto les ha cambiado la mirada. Me lo han dicho, me lo han agradecido. Así que yo lo sigo haciendo por ellos”.

Damaris Silva es Tens en el Hospital El Pino y violinista.

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