“Aunque mi mamá no es muy dada a la cocina, cuando yo era niña ella se preocupaba de hacer la torta para mi celebración de cumpleaños. Compraba una mezcla de bizcocho de chocolate pre hecho, lo horneaba, lo cortaba en capas y lo rellenaba con manjar; después lo cubría con una especie de ganache -también de chocolate- y adornaba con esas pelotitas de colores comestibles. A mí me encantaba.

Cuando yo era chica, en los cumpleaños había Fonzies, papas fritas, Ramitas y a veces cáscaras de naranja rellenas con jalea o deliciosos tapaditos de jamón y queso caliente que nos metíamos a nuestras bocas coronadas por casi indelebles bigotes de Fanta. Y si la cosa ya era realmente fantástica, en la mesa había merengues rellenos con manjar. Claro, quizás podríamos haber comido más saludable, pero tengo un recuerdo muy lindo de esas celebraciones simples y más caseras jugando al un dos tres, momia es o a la escondida vestida espléndida, acorde a la importancia de la ocasión.

Hay cumpleaños que me marcaron, como el de una amiga en el que estuvo el Mago Oli. Debe haber sido en el año 90, más o menos, y no se me ocurre nada más estelar que una presentación de él en ese momento. También fui a una celebración en Katilandia. No la podría olvidar.

Algunos años después empezaron los pijama party. Noches de vigilias, risas, películas de terror y mucho grito en casas de papás y mamás que hoy recuerdo con admiración.

En esa época también hubo varias fiestas de disfraces. Hace un tiempo mandaron algunas fotos a mi chat de amigas y lo que sentí fue una mezcla de ternura, ataque de risa y ganas de llorar por lo poco agraciadas que nos hacían las hormonas y la torpeza púber que se hace evidente con sólo mirar la imagen.

También me tocó ir a un cumpleaños en una pista de patinaje cuando sólo había patines de cuatro ruedas, y una vez invité a algo así como cinco u ocho amigas a festejar a un bowling cuando no estaban dentro de un mall ni tenían luces de neón.

Para mí es una novedad que hoy padres y madres vayan a los cumpleaños de los niños, yo no lo viví. A nosotras nos dejaban relajadamente en la casa del festejado(a) de 4 a 7 pm. Siempre pienso en todo lo que hoy deben desembolsar los dueños de casa entre esos invitados extra y los inflables de los que tanto he escuchado para las celebraciones actuales.

Pero en mi infancia la estrella no era un castillo relleno de aire, lo que me emocionaba (sin considerar un lujo apoteósico y excepcional como ver al Mago Oli) eran la piñata, el corre el anillo, los concursos de baile, la silla musical y llevarme de sorpresa una bolsita de plástico con dulces ½ Hora, Candys y Sunnys para volver a mi casa cansada, casi al borde de un coma diabético, pero inmensamente feliz”.

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