A mi mamá que ya no está

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En este día en que celebramos a todas las madres, las que están, pero también a las que partieron, invitamos a cuatro hijas e hijos que, entre risas, emoción y lágrimas, recordaron a las mujeres que les dieron la vida.




Eduardo Fuentes / Periodista

"Soy hijo único, y la relación con mi mamá siempre fue muy cercana. Mi papá era el hombre que trabajaba, que estaba fuera de la casa todo el día, entonces con mi mamá compartía gran parte del tiempo, por lo mismo fue muy potente cuando ella partió, en enero del 93 producto de un cáncer. Al principio fue muy difícil, no entendía por qué, ella era una mujer buena, era muy solidaria, pese a que no teníamos mucho que dar, pero la gente acudía a ella para pedirle consejos, tomaba a los niños que estaban en la calle, vivíamos en una población bastante vulnerable, y les hacíamos funciones de títeres…entonces me costó mucho entender que muriera de esa manera y tan rápido. Con el tiempo fui entendiendo, y más que nada valorando, los 18 años que estuve con ella. Un tiempo tuve miedo de que se me olvidara su voz o cómo se movía o los dichos que tenía, entonces empecé a escribir muchas cosas de ella, porque si en algún minuto iba a ser papá también quería contarle a mi hija o hijo quién había sido su abuela. Era una mujer fabulosa, de ella heredé la alegría, las ganas de vivir, la rapidez, el ingenio y las ganas de salir adelante de todas. Teníamos muchos juegos y claves, recuerdo, por ejemplo que cuando juntaba las manos en posición de rezo significaba que iba a decir algo donde yo no tenía que opinar porque era un tema de ella con mi papá, y así muchas cosas. Éramos muy compinches, hablábamos harto y era súper cariñosa, me llenaba de abrazos y besos, y siempre me hizo prometerle una cosa: que iba a ser feliz, y siento que siempre está chequeando que cumpla eso. Hoy día que soy padre, mi gran inspiración es mi mamá. Me encanta vivir esta etapa de Alma como si fuera un niño más, tal como hacía mi mamá, para mí eso es maravilloso".

Federico Sánchez / Arquitecto

"Cuando mi mamá nació la llamaron María Teresa Villaseca Ossa, pero ella se decía Telecho, y todo el mundo la conocía por Telecho, incluso yo le decía así, no mamá. Yo soy el menor de ocho hermanos, entonces era el regalón y teníamos una relación maravillosa. Ella era una mujer atómica, gozadora de la vida, amorosa, cariñosa, y brava también, por eso digo que era atómica, con todo lo que eso implica, porque era como una energía nuclear. De ella heredé justamente esa energía, esas ganas de devorarse la vida, de echarle para adelante; nunca la vi vencida, y problemas vaya que tuvimos. Cuando tenía 13 años perdí a un hermano, y ella a un hijo, pero la Telecho siguió para adelante con todo. También, siempre nos empujó a hacer lo que cada uno era y quería, nos decía que cada uno es dueño de su destino. Otra de las herencias que me dejó fue el gusto por la lectura, le encantaba leer, igual que el amor por los animales, era fanática de los perros y gatos, también  de los autos y las motos, de ahí viene también mi ralladura. Su muerte fue el episodio más duro que me ha tocado vivir, porque yo estaba en Nueva York, en el Moma con un grupo de estudiantes, y me llamaron para decirme que la Telecho había tenido un infarto. Partí como un loco, obviamente no tenía boleto de avión, pero cuando llegué al aeropuerto fui a hablar con un señor y como que nos conectamos con los ojos. Le dije que me tenía que venir a Santiago porque mi mamá se estaba muriendo; no me preguntó nada, me agarró del brazo y me sentó en un avión. Cuando llegué ya había muerto. Fue muy heavy, quedé muy mal, pero después me imaginé lo que ella me diría; "dale, la vida sigue, dale", y aunque siempre queda la sensación de que faltó aprovecharla más, me quedo con todos los recuerdos maravillosos. Hoy día me conecto mucho con ella, con recuerdos, muchas veces me río solo porque sé lo que hubiera dicho en equis situación. Era atómica".

Chantal Bernsau / Orfebre

"Mi mamá se llamaba María Gloria Silva. Se murió hace un año tres meses de cáncer y pese a todo, fue un proceso precioso. Hace unos años nos habíamos comprado unos sitios en Puchuncaví, y cada una se construyó una casa. Ella se fue a vivir para allá y yo iba los fines de semana. Yo soy hija única, y fue bien increíble, porque de verdad que de repente fue como que mi ser superior me hubiese avisado lo que se venía, porque sentí que ella me necesitaba. Me fui a vivir para allá, y durante sus últimos tres años de vida estuvimos muy juntas. Cuando murió, no solo "perdí", entre comillas porque uno nunca la pierde, a mi mamá, sino que a mi mejor amiga. Ella era mi mayor confidente y cómplice, le contaba todo, desde chica, y siempre me apoyó, igual que yo a ella. Siempre me dio alas, nunca dudó de mí, me dejaba vivir mis procesos y mis caídas también y dejaba que evolucionara, y eso se lo agradezco muchísimo. La echo mucho de menos, al principio fue terrible, me costó mucho acostumbrarme a su ausencia porque era una mujer maravillosa, entretenida, guapísima, fue miss Chile, vivió mucho tiempo en Europa, era muy abierta de mente, muy activa, le encantaba jardinear, cocinar, bordar, era dotada para todo. La despedida fue muy en paz, y eso me ayudó a cerrar el círculo y a ella también. Cuando supo que le quedaba una semana de vida, se entregó y me dijo "ya, mi amor, vamos a tener que arreglar todo". Invitamos a toda la familia y a sus amigos más cercanos para que se despidieran, y todo fue una fiesta, porque ella no quería tristeza. Cuando murió hicimos dos celebraciones, la mitad de las cenizas las enterramos en Puchuncaví, y plantamos un árbol, y la otra mitad la llevamos a Saint-Tropez, porque allí vivió la mitad de su vida, e hicimos un rito en una plaza pública, totalmente ilegal ja, ja, ja, pero también fue muy bonito.  Hoy día tengo un altar con una foto de ella, la saludo todos los días y ahora es parte de mi vida desde otra dimensión".

Vane Miller / Actriz

"Este tiempo sin mi mamá ha sido, como dice la palabra, un duelo, pero la siento súper cerca, es loco, pero hablo con ella, siento que está aquí conmigo, que es como un manto de protección. Siempre fuimos muy partners, recuerdo especialmente dos viajes que hicimos juntas, las dos solas. Uno en el que me extorsionó, porque le cargaba que dijera mi edad en la prensa. Según ella así sacaban su edad, y un día me dijo: "¡Qué tengo que hacer para que dejes de decirla!" y yo le dije que un viaje a Machu Pichu ¡y me lo compró! Nos fuimos las dos y lo pasamos increíble. El otro en el que me reí como nunca, fue en un crucero. Ella estaba en llamas, era la turista perfecta, y yo odiando todo porque me cargan. Nunca habíamos sido más distintas, pero nos reímos mucho. Es que siempre conectamos mucho desde el humor y de la locura, si mi mamá también era bien crazy, hizo café concert y mostraba el poto cuando nadie lo hacía. No era una mamá convencional, pese a que era súper ejecutiva, tenía un lado súper creativo y lúdico, y ese lado conmigo enganchaba a morir, también era una mamá súper italiana, trabajaba la culpa para todo, y bien dramática, esa cosa de gritar mucho, pero con humor. Hoy día la recuerdo sobre todo cuando la agarraba el payaso loco que tenía adentro. También la recuerdo mucho en el escenario, porque siento que ahí se abría, ella siempre era una señora bien controlada, preocupada de verse bien, muy Jane Fonda en eso, pero en el escenario se liberaba. Le agradezco tantas cosas; la libertad que siempre me dio, pero también la oposición que me hizo a tantas cosas, porque eso me obligó a justificar mis diferencias con ella con mucha seriedad. Le agradezco la vida y la generosidad que siempre tuvo, y si tuviera que decirle algo, le diría "lo hiciste súper bien, no se podría haber hecho mejor, y lo que faltó, le faltó al medio, no a ti", porque siento que no alcanzó a sentirse retribuida, se fue más con la sensación del abandono del artista que con el reconocimiento y validación del trabajo realizado, pero yo sé que Chile sabe que mi vieja fue un súper aporte".

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