Pasó, pasó como la pesadilla que nunca pensó tener que vivir en carne propia. Pasó como una cachetada firme que te anuncia que serás madre en el mismo instante en que la tienes a ella, tu hija, en los brazos.

Tenía 16 años, la cabeza en sus eventos de Scout y el corazón ocupado con un nuevo amor. Comenzaba el 2020 y en enero Karina Castillo se dedicaba a organizar el primer evento del año de su grupo de Scout de Melipilla. Era una nueva versión del Jamboree Nacional, un encuentro de Scouts en la hacienda Picarquín, Rancagua, donde Karina supervisaría las actividades para los más pequeños del grupo. Estaba ansiosa y sabía que era una gran responsabilidad.

Pero en su cabeza seguía rondando el pequeño vértigo de la posibilidad de haber quedado embarazada, porque días antes no había usado condón, y aunque confiaba en las pastillas anticonceptivas que tomaba, aún así prefería tomar una pastilla del día después cuando eso ocurría. Sin embargo, como el día antes del gran evento estaba concentrada en eso, no la tomó. Y fue ahí en que la pesadilla silenciosa comenzó.

***

Empezó a tomar pastillas anticonceptivas en 2018, luego de iniciar un pololeo. Las obtenía bajo la orden de una matrona del consultorio Dr. Edelberto Elgueta en Melipilla, que era el que quedaba cerca de su casa. Eran Anulette CD, las mismas que en agosto de 2019 fueron reportadas por el Instituto de Salud Pública (ISP) como defectuosas debido a una falla en la distribución de los comprimidos en ciertas cajas: se habían encontrado algunos envases con tabletas sin placebos y otros con un desorden de estos, algo que producía la ineficacia de las pastillas de ciertos blíster.

Era enero de 2020, ni el Gobierno, ni el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, ni los consultorios se habían pronunciado sobre la falla y Karina seguía tomando las pastillas religiosamente, hasta que por una denuncia, que por casualidad se encontró en redes sociales, se enteró de lo que ocurría.

“Le mandé el mensaje a mi pololo mostrándole la noticia y contándole que me había hecho un test de embarazo y que había salido negativo. No tenía guata, no se movía nada, ni tuve ningún síntoma, nunca sentí ninguna patada en la panza, que se moviera, no sentí nada, nunca tuve ni hinchazón de pies”, recuerda Karina. “Me creció el estómago, pero pensé que era porque estuve como tres meses acostada con mi gato comiendo cualquier chuchería. Mi hermano siempre me iba a buscar en la noche a mi pieza para bajar a hacer cosas de comer. Yo pensé que era eso y, claramente había engordado porque mi talla de pantalón era 36 o 38 y ya estaba en 40, pero incluso tenía guata suelta, nunca guata dura ni redondita, por eso aunque en algún momento sospeché, nunca fue como ‘ah, estoy embarazada’”, relata.

Como cuando el destino conspira en contra tuyo, los tres test de embarazo que se hizo –alertada por la falla en las pastillas anticonceptivas que estaba tomando– salieron negativos, recibió cinco veces lo que en ese momento creyó que era la menstruación, que duró los mismos seis días que normalmente le duraba y tampoco se espantó cuando esa regla llegaba a destiempo, porque siempre fue muy irregular.

“Sospechaba por el tema de la falla de la pastilla, pero después de los tests de embarazo pensé: ‘si me hice el test y me salió negativo, ¿por qué debería estar embarazada ahora, si no he hecho nada desde que empezó la cuarentena?’. Creía que era ilógico, aparte no tenía ningún síntoma, no me sentía mal, así que no me preocupé más”, cuenta.

***

Amanecía en Melipilla un 23 de septiembre y Karina no aguantaba el fuerte dolor de estómago, que en ese minuto pensó que era una menstruación que pronto llegaría. Estaba acostumbrada a cólicos que la dejaban en cama y que duraban tres días, pero nunca antes había sentido ese dolor intenso que sienten las madres cuando están a punto de parir: su malestar eran contracciones y no lo sabía.

Al verla así, su papá decidió llevarla al Hospital San José de Melipilla, donde la hicieron entrar en silla de ruedas porque no se sostenía del dolor. Entró sola, le hicieron las preguntas de rigor para saber sobre su salud, le hicieron una ecografía y las enfermeras de la urgencia no tardaron en felicitarla con un: “mamita, estás en labor de parto, ¿escuchas esos latidos?”.

“¿Me estás hueveando? Así mismo le dije (…) ahí me indujeron al tiro la labor de parto. Primero iba a ser natural, pero empecé con mucho dolor, a chillar. En eso escuché a una enfermera decir ‘¿quién es la que alega tanto, la gritona?’. Me pusieron una mariposa en el brazo y cuando me pasaron a cesárea porque no me dilataba bien, agarraron la mariposa y dijeron ‘esto va en la mano’, me la sacaron y me la pusieron de nuevo como si nada. Tenía todo el brazo moreteado, fue penca, fue horrible.

Yo la verdad del parto no ví nada, me quedé dormida. De todas las enfermeras, solamente una fue simpática y me dijo cuando desperté que se habían llevado a mi bebé porque nació con el cordón en el cuello. “Me asusté y empecé a preguntar qué había pasado, ¿por qué lo tenía en el cuello? Pero después me dijeron estaba bien, se recuperó rápido.

Y¿Sabes qué? No estaba ni triste ni enojada, estaba súper neutra, no estaba ni feliz, nada, pero el instinto de madre no se me dio, lo asimilé como al mes más o menos y en el hospital no me enseñaron hacer nada. Sentía que fue como ‘fuiste mamá, tú tienes que ver cómo lo haces’”, cuenta.

***

De 2.455 embarazos, existe la posibilidad de que uno no sea diagnosticado hasta el parto, mientras que la prevalencia para los que son detectados hasta las 20 semanas de gestación, es de 1 caso en 475 embarazos, según un estudio clínico de la revista científica Psychosomatics. Las causas de que esto ocurra, puntualiza el mismo estudio, incluyen un sobrepeso que oculte el abdomen, el funcionamiento persistente del cuerpo lúteo y la disponibilidad reducida de aminas biógenas, y la postura.

Para la doctora Andrea Von Hoveling, ginecóloga y delegada para Chile de la Red Iberoamericana de Salud Sexual y Reproductiva, este embarazo ignorado se explica por las circunstancias: “Estos embarazos muchas veces se dan en el contexto de mujeres que tienen reglas irregulares por un síndrome de ovario poliquístico o un hipotiroidismo –que son las dos causas de desorden menstrual más frecuentes–, que tienen atrasos y que muchas veces ni se acuerdan cuándo son sus reglas, entonces aunque no tienen sangrados, no lo interpretan como embarazo”.

“Lo más complejo de interpretar es que no se de cuenta de que se le mueva una guagua o que no tenga ningún síntoma de embarazo. Muchas veces son mujeres que no han tenido embarazos previos, entonces no interpretan estos síntomas como síntomas de embarazo o en mujeres que tienen obesidades importantes y que no están muy atentas a las señales de su cuerpo”, agrega.

Desde la esfera psíquica, Bárbara Wiedman, psicóloga perinatal del Centro Madre Luna, cuenta que este fenómeno puede tener relación con una negación del embarazo. “En general se entiende que esto es un mecanismo de defensa de no aceptación o de miedo a las consecuencias negativas que pudiera tener un embarazo. Considerando esto, hay una negación o un rechazo a la vivencia completa, por lo tanto esto se reprime y desaparecen hasta los síntomas, es lo opuesto al embarazo psicológico porque no hay un entendimiento psíquico de que se está embarazada”, explica.

A esto, dice, se le agrega el factor social, las preguntas inquisitivas y la incredulidad, cuando el rechazo o la negación del embarazo puede llegar a ser inconsciente hasta el parto. Por eso, “al tener que enfrentar a todo el mundo con la noticia después de no haber sabido nada, probablemente se necesite un acompañamiento psicológico que la ayude a incorporar este proceso dentro de su historia de vida, la preparación que no tuvo, porque en un caso así, la prevalencia de una depresión post parto es mucho más alta”.

***

Hace pocos días se cumplió un año desde que Karina recibió a su hija Paula en ese hostil pabellón de Hospital. Hoy dice estar un poco más acostumbrada a ser mamá gracias al apoyo de su familia, pero recuerda que hasta hace poco, la realidad era otra. “Los primeros meses todavía estaba asimilando que era mamá, más que bajoneada, seguía en el mismo estado de shock de un principio, no estaba triste, estaba neutra. Hoy mi vida cambió por completo, ahora es primero la Paula, segundo la Paula, tercero la Paula y después yo. Tuve depresión y ansiedad nerviosa, pero ya me siento mejor”, dice.

Desde que ató los cabos entre la falla en las pastillas anticonceptivas que tomaba y su embarazo, supo que no quería participar de la demanda colectiva que la Corporación Miles Chile estaba llevando a cabo en contra del Laboratorio Silesia S.A. y del Estado por falta de servicio, una negligencia que, por lo que se sabe hasta el día de hoy, dejó a más de 100 mujeres embarazadas. “¿Para qué vamos a hacer una demanda si ya está?”, pensó.

“Ir por un dolor de estómago y aparecer con un bebé fue muy cuático, pero después hablamos con mi papá y dijimos ¿para qué? Si tampoco necesitamos plata de ellos. Me sentí engañada, me sentí súper mal. Todavía sigo enojada. A la Paula la tendría de nuevo, pero para otras mujeres que ahora son mamás y tienen problemas económicos es penca porque una va al consultorio porque son gratis las pastillas, que son caras, y cuando te dan una opción que es gratis y salen malas, es pésimo”, dice.

En un mes más sale de cuarto medio, planea trabajar y ya sabe que será la representante legal de la panadería familiar, que hace poco le cambiaron el nombre a el de Paula, en su honor.

A la izquierda Karina antes de quedar embarazada preparándose para su encuentro de Scout. A la derecha, un día antes de parir.