No son vacaciones

columna 4 febrero b



La vacación es un término del latín que hace referencia al descanso de una actividad habitual. Se trata del período en el que las personas que estudian o trabajan, suspenden temporalmente sus obligaciones. Bajo esa lógica, las vacaciones corren para los hijos y no para los padres, ya que no podemos suspender temporalmente nuestras obligaciones y responsabilidades de crianza.

Si bien nos tomamos un rato libre de nuestras obligaciones laborales y muchas veces cambiamos de lugar físico, durante el verano las levantadas temprano siguen cuando tenemos hijos chicos y energéticos. Da lo mismo a la hora que se acuesten, no cambia mucho la hora de levantarse, e incluso pareciera que se despiertan más temprano que en el año escolar. En vacaciones ni siquiera hay que despertarlos, sino que lo hacen solos y felices, lo que nos hace tener que despedirnos rápidamente de la idea de dormir hasta tarde.

Cuando éramos chicos y salíamos de vacaciones en diciembre, proyectar marzo era algo imposible. Las vacaciones parecían eternas. Pero ahora, que somos adultos y padres, las vacaciones son un suspiro. Marzo es una especie de amenaza inminente, llena de gastos y trámites y, además, hay que dejar comprados útiles escolares, uniformes y libros, y resolver pendientes como el dentista de un hijo, las vacunas atrasadas de otro.

Mis/nuestras "vacaciones" empezaron. Y cuando me subí con mis cuatro niños al bus y cada uno tenía un requerimiento diferente -uno calor, el otro estaba incómodo, al otro no le funcionaba su pantalla y el último tenía sed-, es cuando me di cuenta que estas son las vacaciones de ellos, su veraneo, su suspensión de rutina y responsabilidades. Las mías siguen, con altas demandas y expectativas de parte de ellos, ya que esperan, como cualquier niño, todo el año, este momento.

Me encantaría tener la energía para poder responder a sus expectativas, aunque también soy de la filosofía que hay una buena dosis de aburrimiento, que es parte de estar de vacaciones y que no hace mal. Sé que tengo que abandonar la idea de que son mis vacaciones también y, quizás, bajando las expectativas, uno logre pasarlo mejor. Si nos vamos de veraneo pensando que podremos dormir hasta tarde, pero en la realidad, tenemos un hijo de dos años que a las 7:30 de la mañana quiere desayuno y que además no quiere cualquier desayuno, sino que quiere arroz con carne, cada mañana, la frustración es grande y dan ganas de llorar. En cambio, si sabemos que nos vamos a despertar todos los días a las 7:30 porque hay que dar desayuno, no va a estar esa frustración ni las ganas de llorar cada vez que nos damos cuenta que no podemos dormir más. Lo que sí podemos planificar, son turnos con el otro involucrado en esto de ser padres. Quizás un día uno duerme hasta más tarde y el otro se levanta. O hacer turnos de siesta, mientras el otro hace una tarde de playa con los niños.

También se podría pensar en organizar una tarde libre para cada uno. Irse con un libro, pasear por el pueblito cerca de nuestro destino, tener un par de horas de soledad para poder escuchar nuestros propios pensamientos. Y si tenemos la suerte y podemos, pensar en organizar para abril unas vacaciones de verdad, aunque sea un fin de semana. Organizar con quién dejar a los hijos y realmente vacacionar al pie de la letra. Suspender totalmente todas, todas nuestras obligaciones y rutinas. Y no tener que alimentar a nadie, ni echarle bloqueador a nadie (trabajo part-time durante el verano), ni acostar a nadie que no seamos nosotros mismos.

Mi corazón está con todos los que estamos "veraneando" y que creemos que son "vacaciones".

María José Buttazzoni es educadora de párvulos y directora del jardín infantil Ombú. Además, es co-autora del libro "Niños, a comer", junto a la cocinera Sol Fliman, y co-fundadora de Soki, una plataforma que desarrolla cajas de juegos diseñadas para fortalecer el aprendizaje y la conexión emocional entre niños y adultos.

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