El Genio transformista y fluido de Aladino




Quienes crecimos en los noventas viendo películas Disney y empapándonos con sus fantasías, seguramente recordamos los cuentos de príncipes y princesas que tanto incentivaron la construcción del amor romántico, la meritocracia, el concepto de que “todo es posible” y de que nuestro único límite son las estrellas. Aladino, la versión animada en español, era una de mis películas favoritas y creo que la vi tantas veces que aún recuerdo algunos de sus diálogos, escenas y canciones.

Como toda niña marcada por la fantasía Disney, yo quería ser como Jazmín, hermosa, inteligente, soñadora, y nunca reparé en la complejidad de los otros personajes. Pero cuando volví a ver la película, ya grande, me di cuenta de que en realidad la princesa no era el personaje más interesante –más bien estaba llena de clichés, estereotipos y tenía poca agencia sobre su destino– y de que el Genio era el que merecía llevarse toda la atención. Cuando salió Aladino probablemente estábamos muy infantilizados por Disney para darnos cuenta de que el Genio era un referente vanguardista del transformismo, de la performance, de género fluido y de la capacidad de devenir en lo que quisiera ser.

¿Qué es lo que nos habrá querido transmitir el Genio en los años 90 en un Chile aún bastante conservador y lleno de estereotipos? Es muy interesante, en varios sentidos. Vive atrapado en una lámpara hasta que lo liberan –de alguna forma sale del clóset– y una vez que está afuera se siente bien, se siente auténtico, aún estando atado a los deseos de quien lo hace libre. Pero intenta vivir de la mejor forma posible esa sensación de libertad y despliega todo su poder transformista para multiplicarse sin límites y devenir en distintos objetos, animales y seres humanos. El Genio no tiene prejuicios ni moral y puede pasar de ser un pájaro a ser una mujer y luego un anciano, un niño o una mesa, y en esa multiplicidad es muchas cosas a la vez, sin dejar de ser él mismo: un ser particular sin identidad fija.

El Genio va más allá de las categorías, va más allá de la bandera de colores, va más allá de las identidades de género. Propone un universo múltiple en donde los seres y las personas pueden no tener una identidad que los determine, pueden ser muchas cosas a la vez o pueden a lo largo de la vida transitar en distintos roles, sin dejar de ser ellos mismos.

Nos hemos construido socialmente en torno a la noción de identidad. Las preguntas quién soy, quién seré, por qué soy así, dónde me clasifico, en qué espectro del género me ubico, cómo llevo mi sexualidad, en qué grupo estoy, nos han perseguido toda la vida. Tenemos la necesidad de clasificar a los otros y de autoclasificarnos para poder encajar. Y nos hemos acostumbrado a buscar esas identidades, esas casillas, porque es la única forma que tenemos de mapear el mundo, de encontrar nuestros rincones, nuestros lugares seguros y poder conocer a los demás. El Genio, en cambio, propone todo lo contrario: el abismo, la exploración, lo desconocido, un universo sin clasificaciones y repleto de posibilidades.

Pero a pesar de este universo disparatado que le permite jugar y devenir las veces que quiera y en lo que quiera, el Genio no es totalmente libre: está atado a la lámpara y responde a límites, a deseos de los otros, a las representaciones que todos conocemos del mundo. Nunca se transforma en algo que no exista en el universo humano y todos los personajes en los que deviene remiten a algo que ya existe y su poder transformista, finalmente, se basa en la imitación. ¿Es posible escapar de las nociones de identidad? ¿Es posible escapar de las clasificaciones? ¿Se puede ser realmente particular y sin representaciones? ¿Qué tanta libertad existe en las nociones de género fluido, no binarismo, no monogamia, no identidad y ser lo que quieras ser si finalmente estamos todos atados a una lámpara, a los deseos de los otros, a un mundo lleno de representaciones, expectativas e imitaciones a otros? ¿Es ese deseo de fluir y ser libres algo propio y personal o puede que tenga componentes de lo impuesto, de cómo deberíamos ser y sentir en esta era?

El Genio, a pesar de ser un ejemplo de lo fluido y de la identidad no cerrada, abre un montón de preguntas respecto a qué tan posible es salirse de las representaciones y si, finalmente, existe esa libertad de ser y de fluir que tanto anhelamos.

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