Qué podemos hacer para que nuestros abuelos y abuelas se tomen en serio el coronavirus




Mi abuela es una mujer porfiada, en todo sentido. Y, sobre todo, de esas que llevan la contra. Mi mamá dice que siempre está buscando pelea, pero yo creo que es una manera de rebelarse frente a la vejez. Cuando comenzó la pandemia, su reacción fue la de una persona invencible. Como es una mujer muy independiente –a sus 86 años todavía maneja, vive y viaja sola– creía que era una exageración el pánico frente a la pandemia. Que a ella no le iba a pasar nada. Sin embargo, a medida que fueron aumentando las cifras, se dio cuenta de que se trataba de algo real y que debía tomarse en serio el aislamiento. No es que antes no lo haya hecho, pero sí nos desafiaba con comentarios como que quería salir al supermercado o que tenía trámites impostergables. En el fondo, tampoco quería pasar los últimos años de su vida encerrada.

Pero aunque haya habido un cambio en su actitud y, de hecho, ahora esté con harto miedo, la pillamos en una de esas salidas. Hace dos semanas no le quedó otra opción que llamar a mi mamá por teléfono para que la fuera a buscar. Había salido a caminar a escondidas, pero se enredó con su bastón y al caer quedó en una posición que le imposibilitó pararse sola. Lo más insólito es que, al ir por ella, se estaba hasta riendo. Encontraba tragicómico lo que había pasado. Reacción que obviamente nos hace permanecer con la duda constante de si volverá a escaparse o no.

Sé que el caso de mi abuela no es la excepción. He hablado con varios amigos que me cuentan que también tienen dificultades para hacer que sus familiares entiendan que este brote es un peligro real. De hecho, una de ellas estuvo hospitalizada en estado de gravedad luego de ir al supermercado, pese a que siempre le dieron todas las facilidades para abastecerla. Y es que, según aseguran desde la organización Mayo Medical School, uno de los mayores desafíos de quienes están a cargo del cuidado de un adulto mayor es manejar la resistencia frente a su cuidado.

La psicóloga de la Sociedad de Geriatría y Gerontología, María José Gálvez, explica que una de las principales razones que explica esta rebeldía tiene que ver con que no les gusta que a todos los encasillen en el mismo prototipo de envejecimiento. “Existe la heterogeneidad de envejecimiento y hay distintos fenotipos que la describen. Están aquellos que se conocen como los robustos, es decir, pueden hacer su vida diaria sin ningún problema; los pre frágiles que frente a un problema se puede ver afectada su rutina y caer en fragilidad y los frágiles, que son quienes caen en estados de más dependencia”, dice. “Por eso, como un acto de resistencia frente a este encasillamiento, hay algunos adultos mayores que sienten que no deberían ser protegidos ya que no le gusta sentirse como un grupo etario que suele asociarse con fragilidad. Y, por lo tanto, aparece esta rebeldía frente a la pandemia que los presenta cómo débiles frente al virus”.

La buena noticia es que existen algunos consejos para revertir esta situación y lograr, dentro de lo posible, que los adultos mayores se tomen en serio las medidas para prevenir la propagación del virus. La psicóloga María José entrega las siguientes recomendaciones:

Armarse con datos útiles: pese a que la recomendación es a no exponerlos todo el tiempo a noticias, es importante que al momento de hablar del tema se tengan unas cuantas estadísticas a mano para generar mayor credibilidad, ya que –al ser la voz de la experiencia– es difícil que le crean al resto. Sin embargo, además de señalarlas, la recomendación es irse por el lado emocional y, también, desde el positivismo. Es decir, no hablarles desde la amenaza ni el peligro, sino que explicarles que deben seguir las precauciones porque los datos avalan que la pandemia es grave y que una salida puede cambiarles la vida, pero que, además, al hacerlo protegen al resto de las personas.

No encasillarlos en un grupo: pese a que las personas con mayor riesgo son los adultos mayores con enfermedades crónicas –especialmente presión arterial alta, diabetes, enfermedades cardiacas y pulmonares– la edad sigue siendo determinante. Sin embargo, la recomendación es no hablarles desde la debilidad para evitar que el discurso les genere rechazo o que sientan que nos los representa, sino que destacar que todas las personas –independiente del grupo etario– deben respetar las medidas y permanecer aislados porque podrían ser víctimas letales del virus.

Apelar a las consecuencias familiares: quizás algunos adultos mayores están convencidos que sobrevivirán si se contagian. Lo que no está mal, pero también hay que explicarles que la gente puede ser contagiosa durante dos semanas sin mostrar síntomas y, por tanto, al salir pueden ir contagiando gente en el camino. O también que quienes irían a cuidarlos, en el caso de que presenten un cuadro sintomático, podrían contraer el virus y no correr con la misma suerte de ellos.

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