Por qué la pandemia mató la filosofía del YOLO




Andar todo el día en pijama, comer cereales en el desayuno, el almuerzo y la comida, dejar de lavar la loza, asaltar el refrigerador varias veces al día y pasar noches completas pegados a la pantalla del televisor o computador en una maratón de Netflix, son algunas de las indulgencias que muchos nos hemos permitido durante esta pandemia. Dado que estamos viviendo una catástrofe de proporciones nunca antes vistas, hoy por hoy pareciera ser que todo vale. Y es que vivir el día a día cuando enfrentamos situaciones difíciles puede parecer desafío suficiente como para además agregar rutinas de ejercicios, horarios de comidas o de sueño establecidos, labores de aseo o incluso de higiene personal. Pero vivir en un estado constante de chipe libre o filosofía del YOLO –you only live once– puede pasarnos la cuenta si no sabemos ponerle límite incluso a aquellas cosas que parecieran ser lo único que puede reconfortarnos en momentos de crisis.

Camila Chamorro, psicóloga clínica del Centro de Atención Psicológica Intervalo, explica que la sobreindulgencia o el perdón personal frente a que todo, puede estar permitido en estos tiempos, porque se relaciona estrechamente con el aprovechar el tiempo, no de forma productiva, sino porque este puede estar limitado. “Freud, desde el psicoanálisis, lo abordaba a raíz de la pulsión de la muerte que empuja a la autodestrucción y que tiene como contraparte la pulsión de vida”, explica la psicóloga. “La interacción de ambas permite, en sí, la vida del sujeto. Se trata de una fluctuación, una lucha energética entre ambas pulsiones. Podríamos pensar que, en momentos de complejidad, social o individual, prepondera la pulsión de muerte, lo que, a la larga, resulta perjudicial”.

Según un estudio realizado por psicólogos especialistas en comportamiento y publicado por University of Chicago Press Journals, la indulgencia excesiva suele ser un resultado de las personas haciendo un intento por mejorar su estado de ánimo o de prolongar una sensación de bienestar que perciben como pasajera, como puede estar ocurriendo a muchas personas que se sienten abrumadas durante la cuarentena. “La gente de forma estratégica administra sus acciones para cumplir con sus objetivos de largo plazo pero, al mismo tiempo, para obtener placer inmediato”, explica el estudio.

Si perciben que necesitan tomar acciones para mejorar sus sensaciones en ese momento, serán más propensos a esas indulgencias como quedarse en pijama, ver ese siguiente capítulo de la serie o comerse el resto del helado para prolongar el sentimiento placentero. Por el contrario, los autores explican que si perciben estos comportamientos como algo que no es necesario para su gratificación inmediata, porque la vida en sí misma es suficientemente buena, es más probable que actúen en favor de sus intereses a largo plazo. Y dado que para la mayoría de nosotros los objetivos de largo plazo han sido puestos en pausa o al menos se ven como un horizonte dudoso en tiempos de pandemia, resulta todavía más natural que la opción de muchos sea optar por la gratificación instantánea.

El problema es que no podemos vivir en un estado de YOLO eternamente. “Si mantenemos los desajustes por largos periodos de tiempo nos costará retomar las conductas saludables que habíamos logrado conseguir”, explica la coach especialista en administración del tiempo María Ignacia Pizarro. La especialista en generación de hábitos y rutinas saludables explica que, durante periodos prologandos de YOLO, podemos adquirir hábitos poco sanos que costará mucho más cambiar, por lo que es importante integrar el disfrute en nuestra vida y crear formas de encontrarlo en conductas que sean positivas para nosotros. “Todos reaccionamos de maneras diferentes en los momentos de dificultades dependiendo de los patrones de respuesta que hayamos formado en el pasado para aumentar nuestra oxitocina -la hormona de la felicidad- y disminuir nuestro cortisol –hormona del estrés-”, explica. “Los hábitos que estamos teniendo actualmente no son muestra de los hábitos que hemos generado en nuestra vida, que sólo vemos intensificados”.

Lo positivo es que, según la especialista, estas formas se pueden reeducar logrando generar nuevos hábitos si lo queremos, pero para eso primero tenemos que identificar nuestros patrones conductuales. María Ignacia Pizarro recomienda poco a poco incorporar nuevas instancias placenteras, como disfrutar profundamente de un té, una sesión de yoga o una ducha caliente. Otra actividad que sugiere la especialista es incorporar el hábito de agradecer todos los días por algo que tengamos en nuestra vida y que nos haga sentir orgullosos o contentos. “Nada de esto quiere decir que no podemos comernos el pedacito de torta el fin de semana, es tener ojo con no comerme todas las semanas la torta completa, porque después la torta ya no será sinónimo de algo placentero, necesitaré algo más, algo nuevo y será un ciclo de nunca acabar”, agrega.

Camila Chamorro aclara que no se trata de ser estrictos por completo en momentos que no son normales para nadie. “Por supuesto que hay que dar espacio al malestar y a la ruptura de los hábitos, pero, tal como las pulsiones, el equilibrio entre ambas partes debe permanecer para permitir la vida”, comenta la psicóloga. Porque según la especialista en salud mental, los desajustes a nuestras estructuras y hábitos pueden ser parte de una estrategia sana de enfrentamiento cuando vivimos una situación compleja, pero llevados al extremo pueden convertirse en otra cosa. “El chipe libre por algunos días o semanas, ya sea por acomodo o decisión, no es precisamente poco sano”, comenta Camila Chamorro.

“En condiciones normales, las formas de escapada de esos hábitos, los hacemos habitualmente fuera del hogar, con amigos o familia y no son parte de lo cotidiano”. Camila explica que se trata de todas esas salidas a comer cosas distintas y poco saludables que no cocinamos en la casa o las escapadas después del trabajo a tomar algo con los amigos, que son instancias que actualmente se han perdido. “Entonces, se buscan dentro de los espacios rutinarios nuevas formas de distracción que permitan un descanso de las exigencias habituales”, agrega la especialista.

Si bien el acrónimo YOLO tuvo su origen mucho antes de la pandemia –fue popularizado por el cantante canadiense Drake en 2011 cuando tituló así una de sus canciones– esta filosofía similar al carpe diem ha tomado fuerza desde que nos vimos confinados en cuarentena sobre todo por los llamados en redes sociales que muchos influencers realizan en forma constante a dejarnos llevar asegurando que no caber en nuestros jeans o no querer hacer nuestras rutinas de ejercicios, está perfectamente bien.

Pero quizás es importante recordar el significado verdadero de esta expresión: solo vivimos una vez. Lo cual no es un sinónimo de echar todo por la borda o no preocuparnos por nada. “En momentos de incertidumbre es esencial disfrutar y ser consientes de generarnos estos espacios, pero no a costa de perjudicar nuestra salud o bienestar general”, comenta María Ignacia Pizarro. La coach explica que en el balance está la clave, porque si la idea es consentirnos, hacerlo todo el tiempo hace que poco a poco se pierda el disfrute. “Si hacemos algo como quedarnos en pijama todos los días luego no percibimos esos pequeños momentos de regaloneo como algo que nos produce felicidad o placer”, aclara.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.