Stefany Álvarez, geógrafa feminista: “Un pequeño porcentaje de las calles llevan nombre de mujer, y esas mujeres son santas o enfermeras”




Stefany Álvarez (30) y sus primos fueron los primeros de su familia en estudiar una carrera universitaria. Dentro de un linaje compuesto mayormente por mujeres, ni su madre, ni su abuela, ni sus tías habían tenido la posibilidad de acceder a estudios superiores, por eso optar por una carrera universitaria no fue su primera opción; en un principio el plan era ingresar a la Escuela Militar, en parte porque era la sugerencia de sus familiares. Pero, como dice ella, la rebeldía fue más fuerte.

Por ese entonces Stefany tenía interés por la sociología, la antropología y la geología, y finalmente decidió que la geografía tenía la capacidad expansiva de unificar todas esas vertientes. En el 2009 se abrió en Temuco –su ciudad natal– la carrera de geografía, y ella ingresó al año siguiente. Ahí, como reflexiona ahora, empezó un proceso de aprendizaje y descubrimiento personal. Hasta entonces había normalizado que en Chile los padres –y las figuras masculinas, en general– fueran ausentes o no tuvieran una presencia bien constituida en la familia. Se trata, como dice ella, de un escenario demasiado común en el país, por lo que nunca se lo había cuestionado. Tampoco era del todo consciente respecto a la cantidad de vulneraciones a las que estamos expuestas en la calle las mujeres, o de lo que significa ser mujer y no poder habitar con plena libertad el espacio público. Fue de hecho en el 2014 que estos temas se volvieron prioritarios para ella; ya se había percatado que en muchos de sus ramos faltaban referentes femeninos. Era la que preguntaba ‘¿por qué no hay autoras mujeres?’, hasta que llegó una compañera de otra carrera que ya había comenzado su trayectoria en el feminismo y le abrió otras posibilidades. “Con ella compartimos mucho diálogo y me abrió un mundo de alternativas. Una vez que una se suma a este aprendizaje, no hay vuelta atrás”.

Desde entonces Stefany ha hecho un cruce entre la geografía y los estudios de la mujer, principalmente para revelar cómo los fenómenos sociales se materializan en espacios determinados. En el 2018 realizó un levantamiento de información –el primero que existió en el país– para dar cuenta de la cantidad de calles en Temuco que tienen nombres de mujeres. Luego, junto a una colega socióloga, presentaron una aproximación preliminar de este catastro en un encuentro de geógrafas en Ecuador, donde se ganaron el primer lugar. Actualmente, Stefany se encuentra desarrollando este proyecto en España, donde hace un año cursa el Master Interuniversitario en Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía.

La intención detrás de tu proyecto era visibilizar la escasa cantidad de calles que homenajean a mujeres. ¿Qué fue lo que te llevó a investigar esto?

Mi tendencia siempre ha sido hacia la geografía humana, es decir, pensar cómo los fenómenos sociales se materializan en espacios determinados y cómo un grupo social tiene ciertos comportamientos en espacios determinados. En el 2018 me crucé con el trabajo de un colectivo internacional que se llama Geochicas, quienes estaban haciendo un catastro colectivo en distintos países latinoamericanos y europeos para dar cuenta de la cantidad de calles que tienen nombres femeninos. Cuando les pregunté por qué no se hacía en Chile, en ese minuto me dijeron que no podían hacer un levantamiento de información, entonces yo decidí hacerlo de manera autónoma, con otra metodología. Ahora existe el trazado de calles en el INE, pero en ese entonces yo lo hice con las calles registradas en el plan regulador comunal de Temuco, y revelé que solo un 2,2% de los 10.000 tramos pequeños tenían nombre de mujer, y esos nombres eran o de enfermeras o de beatas. Es interesante porque al final se hace una proyección de ese ideal de mujer –la que cuida al resto y la que es santa y virginal– hacia lo público. Ahora, mi trabajo final de magister es una ampliación de esta investigación.

El hecho que no haya habido figuras masculinas tan presentes durante tu infancia, ¿tuvo una incidencia finalmente en esta búsqueda tuya?

Sí y no. Crecí en un matriarcado por circunstancias que lamentablemente son muy habituales en Chile, especialmente en el sur. La única figura masculina presente fue mi abuelo. Aun así, creo que la búsqueda surgió más bien por otro lado. Estudiar un master en feminismo en medio de la pandemia ha significado un autoanálisis bien profundo, creo que quería descubrirme a partir de esa interacción entre el territorio y lo que nos pasa específicamente a las mujeres en ese territorio, algo que hasta entonces no me había dado cuenta.

Es interesante ese cruce porque el espacio público no le ha pertenecido históricamente a la mujer. No se ha podido desenvolver libremente en ciertos territorios y tampoco ha sido parte de su construcción.

Claro, nunca se ha podido apropiar del todo del espacio público, porque ha sido sujeta a vulneraciones constantes. Yo siempre tuve una participación muy activa dentro de mi carrera, siempre llegué y me apropié de los espacios, pero tuve suerte, porque esa no es la historia de todas. Yo soy una excepción. A su vez, yo iba a las reuniones y veía que era la única mujer, pero solo me di cuenta cuando empezaron a incorporarse paulatinamente otras mujeres. Hasta entonces no me daba cuenta.

¿Se ven muchas mujeres en altos cargos en la geografía?

El solo hecho que me tome tiempo pensarlo ya es un indicador. Y para encontrar referentes hay que hacer la pega. De vez en cuando hacía encuestas por Instagram para preguntar qué referentes femeninos tenían las colegas porque no están a la mano. Pero por suerte hay una nueva ola de mujeres geógrafas, que por ejemplo la Asociación de Geógrafas de Chile se ha preocupado de impulsar. Asociarnos y armar red ha sido fundamental, porque si estamos cada una por nuestro lado, no es lo mismo. De hecho, eso es algo que les diría a las generaciones más chicas de mujeres interesadas en la ciencia, que armen redes y que lleguen y se apropien de los espacios y desafíen los esquemas. Que hagan lo que se les de la gana, especialmente si el objetivo es de bien común. Este es nuestro tiempo, y además la geografía es muy unificadora de saberes pero también de personas, porque al final hay un objetivo común; todos vivimos en el mismo mundo.

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