Videonarcisismo en pandemia




En la mitología clásica, el joven y bello Narciso, engañado por la diosa de la justicia y la venganza, se enamora de su propia imagen reflejada en un arroyo. Se trata de un castigo por haber sido vanidoso y haberse burlado de sus enamoradas. Ahí entonces, frente a su reflejo, incapaz de seducirlo pero tampoco de separarse, termina arrojándose al agua. Es esa la imagen que se conoce popularmente de Narciso. Y es también la imagen que, en cierto sentido alegórico, estamos replicando en un contexto de pandemia. Y es que según datos recopilados por la compañía de software RescueTime, durante los primeros meses de cuarentena, el tiempo destinado a las videollamadas aumentó en un 350%. A su vez, el uso de redes sociales subió en un 200%. Nos estamos mirando y estamos interactuando con nuestro propio reflejo como nunca antes. Y estamos facilitando un narcisismo ya muy propio de la era digital.

Es eso, entre otras cosas, lo que postuló el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en un breve ensayo que publicó a finales de marzo en el medio español El País. No se trata de conductas inéditas; lo que ha hecho la pandemia es reforzar los hábitos de sociedades neoliberales regidas de manera excesiva por la imagen y una cultura del exitismo y consumo. Es, en sus palabras, la exacerbación de un mal ya existente, que califica como la permanente escenificación del ego. Dentro de eso, está la sensación de cansancio, pero también una mayor preocupación por la imagen. “Hemos perdido los rituales que generan comunidad. Lo que hoy predomina es una comunicación sin comunidad. Ahí entran las videoconferencias, que dan paso al videonarcisismo. Ver en la pantalla una imagen distorsionada o borrosa hace que las personas empiecen a dudar de su propio aspecto. El espejo digital hace que la gente caiga en una dismorfia, es decir, que preste una atención exagerada a posibles defectos en su aspecto físico”, plantea.

Como plantea el psicólogo y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, Cristóbal Hernández –quien a principios de 2019 publicó una tesis doctoral en la que plantea que, si bien la relación entre la depresión y el uso de nuevas tecnologías es bidireccional, mientras se ocupen para procrastinar y evitar solucionar temas cotidianos, puede existir una profundización de síntomas depresivos–, es difícil hacer una atribución causal al contexto: “Es probable que con el aumento del uso de videoconferencias estemos más autoconscientes porque ahora tenemos ese otro canal de información al momento de conversar con otros, que es el feedback sobre nosotros mismos. Hablamos y nos estamos viendo. Pero para que se genere una mayor preocupación de la imagen propia, tiene que haber una insuficiencia de antes. Esta autoconsciencia no genera un problema de salud mental por sí misma o de forma directa, pero sí es capaz de amplificar inseguridades previas”, explica. “Siempre se trata de una interacción entre una persona que trae una historia personal asociada a su imagen, y lo que ofrece el mundo, o en este caso, el reflejo constante”.

Y es que, como explica el filósofo y académico de la Universidad Diego Portales, Martín Hopenhayn, el narcisismo no se lo podemos atribuir únicamente al contexto de pandemia. “La pandemia lo podía reforzar o contrarrestar, porque tiene una lógica anti narcisista por definición; cuidándome yo, cuido a los demás, y cuidando a los demás, me cuido yo. Pero, por lo contrario, se acentuó el individualismo, especialmente en esta segunda etapa de pandemia tardía. Por ende, como coincide con el momento tecnológico que vivimos, la gente confinada refuerza actividades que sí tenían una relación con el narcisismo actual, como la participación en redes y el ser reconocidos en tales”, explica. “Si el narcisismo es una ida para adentro, el confinamiento también lo es”.

Porque en un mundo en el que prima la cultura del éxito inmediato y la competitividad excesiva, las redes sociales se han vuelto –desde mucho antes de la pandemia–, además de una comunidad virtual, una suerte de vitrina de auto marketing y auto superación que nos tienen a todos, en mayor o menor medida, enganchados. “El narcisismo post moderno que vivimos ahora, producto de una modernidad avanzada y un individualismo exagerado, implica no solo un culto al yo, sino que también una gestión del yo. Y esto es lo que han facilitado las redes. Como si mi yo fuera algo que produzco y no algo que soy”, explica Hopenhayn. Como si se tratara de un diario personal digital en el que cada uno puede ‘gestionar’ y dar a conocer lo mejor de sí.

Son problemáticas que se venían gestando de antes, pero que se pueden ver exacerbadas, como explica Hopenhayn, en un periodo de pandemia tardía. No por nada, ya en el 2017 la fundación británica Royal Society for Public Health (RSPH) realizó un estudio en el que le preguntó a más de 1.000 jóvenes entre los 16 y 24 años que valoraran cómo Instagram, Facebook, Snapchat, Twitter y Youtube habían impactado en su salud y bienestar. El informe concluyó que todas estas redes eran, en cierta medida, dañinas en cuatro aspectos claves: la calidad del sueño, la auto percepción del cuerpo, el ciberacoso y el sentimiento de estar perdiéndose de algo, o, como los científicos lo han acuñado, el síndrome de FOMO (Fear of missing out). De todas, Intagram y Facebook resultaron ser las más dañinas en cuanto a la opinión que tenemos respecto a nuestros cuerpos.

“En ese sentido, este narcisismo puede tener que ver con un cansancio psíquico. Se hace más difícil, porque requiere de una dosis de energía que vamos perdiendo, ponerse más en el lugar de la comunidad y de los otros. El cansancio psíquico genera una tendencia espontánea a privilegiarse a sí mismo”, explica Hopenhayn. Pero de base lo que hay es un narcisismo estructural que tiene que ver con la época en la que vivimos. “Lo que queremos ahora es estar bien, y se empiezan a privilegiar los deseos personales. En una primera fase el síntoma era la angustia, porque se impuso la incertidumbre, pero ahora es el cansancio”, termina.

Según los especialistas, no hay que olvidar que los seres humanos buscamos comunidad y hoy en día, la comunidad está en las redes. “El día está marcado por soledad física, por lo que estar presente en las redes es casi compensatorio. Sea más o menos narcisista, pero es lo que hay con fines de sustituir la falta de copresencia. El narcisismo es lo que ya conocemos; la fiebre de la selfie, el like y pensar que todos los que no piensan como uno en las redes son tontos. Es una pandemia en sí misma, pero no es producto de la pandemia”, dice Hopenhayn.

Hernández agrega que eso no se refiere al narcisismo en el sentido psicológico contemporáneo, en tanto no necesariamente va darse en personas con un sentido inflado de su propia importancia, que necesiten atención y adulación constante o que no puedan ser empáticos. Puede referirse a personas con inseguridades. “Tenemos una necesidad básica de afiliación y siempre vamos a encontrar la manera, sea en la plaza pública, en el centro comercial o en las redes. Pero lo que sí, nuestra realidad actual calza perfecto con el mito de Narciso mirando su propio reflejo hasta caerse”.

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