Volver a hacer vida social después de la cuarentena: “Puede que se quiebren relaciones de amistad o se reafirmen otros vínculos”




Después de la abrupta pausa que supuso la pandemia -sobre todo en las fases iniciales-, poco a poco las personas han ido retomando sus rutinas y especialmente las dinámicas de la vida social. Un área de nuestras vidas que se vio afectada por las restricciones sanitarias y que, durante meses, estuvo en una especie de fase de latencia. Y es que muchas vidas quedaron en pausa. No solo por el aislamiento físico, sino por la limitada capacidad de conocer a gente nueva o de relacionarnos de manera espontánea.

En plena Fase 4 -y en un momento sanitario esperanzador, gracias a la vacunación-, las personas nos estamos volviendo a encontrar presencialmente. Pero parece ser que nuestros modos de relacionarnos han cambiado. Primero, por las difusas normas sociales que nos hacen parecer más torpes a la hora de socializar. Ahora, pocos saben con certeza cómo saludar en la calle, de qué manera comportarse sin romper las medidas o cómo seguir los pactos implícitos que se han establecido. “Se han roto una serie de hábitos sociales que normativamente nos afectaban a todos y eso le pone una capa de complejidad a las interacciones sociales”, analiza Héctor Carvacho, académico de la Universidad Católica e investigador adjunto del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES). “Y cuando nos reencontramos ya no somos los mismos. Puede ser que volvamos a construir sobre lo que teníamos, como puede ser que no también. Que se quiebren relaciones de amistad o se reafirmen otros vínculos”, analiza.

Porque la pandemia, explica Carvacho, fue tan fuerte como un terremoto que removió y modificó nuestras trayectorias de vida por completo. “La crisis sanitaria ha hecho que nuestras relaciones íntimas o cercanas se sacudan porque antes estaba la posibilidad de ver a una persona todos los días y compartir un interés, pero con la cuarentena se cortó eso y puede que ahora no haya nada que nos mantenga enlazados. Que ahora no reconozcamos a esa persona al verla y puede que no desaparezca de nuestra vida, pero sí se mueva a un círculo menos cercano. No por una pelea, sino por distancia”, analiza.

Y es que como plantea el autor italiano Alessandro Baricco en su libro Lo que estábamos buscando, con la pandemia se han reordenado las prioridades y todos hemos entrado en un cuestionamiento profundo.Por la cámara lenta en la que nos ha obligado a vivir, la pandemia ha revelado fotogramas nunca vistos de la película de nuestras vidas. Al imponernos la inmovilidad, ha abierto cuartas dimensiones que habían sido abandonadas”. El retorno a lo social, entonces, puede parecer extraño y trae consigo una “grieta que hiere el sentido de las cosas”.

Por eso, la psicóloga de la Universidad de Chile, Patricia González, afirma que no es de extrañar que las personas ahora centren su vida social en grupos más pequeños. “Creo que muchos están siendo más selectivos, porque se han podido replantear con quiénes quieren compartir su metro cuadrado. La gente está reduciendo sus grupos porque no cabe todo el mundo. Ahora uno está pensando si quiere eso o no y qué vínculos son lo suficientemente significativos para gastar tiempo, energía o emocionalidad. Porque la pandemia puso en cuestionamiento nuestras formas de vida y asumimos que los contactos son menos, pero quizás de mayor calidad. Hay que ver cómo se sigue dando”.

Eso sí, no todos tienen las mismas ganas de salir eufóricos, juntarse con todo el mundo y retomar la vida social. Ese desgano no viene -necesariamente- desde un temor al contagio. “Hay una especie de comodidad en la casa, porque se instaló que es el único lugar seguro. Entonces da flojera, o se percibe que para socializar hay que hacer mucho esfuerzo”, dice Patricia González. En esa línea, un artículo del diario El País señala que en pandemia hemos aprendido a crear actividades gratificantes en soledad y valorar aún más el tiempo libre. Por eso, el hecho de salir -para algunos- supone un costo que no están dispuestos a pagar. “Es común que quien ha pasado tanto tiempo solo se vuelva perezoso. Ahora, quedar con los demás implica arreglarse y vestirte, organizarse, cumplir con horarios. Hay gente que ahora se muestra más de esa forma, pero desde la psicología suponemos que acabarán readaptándose a sus hábitos antiguos”, analiza el psicólogo Ovidio Peñalver en el artículo.

Salir de esa zona de confort del hogar y volver a reencontrarnos con nuestros vínculos cercanos, sin embargo, tiene una serie de impactos positivos en nuestra salud mental. “Literalmente se activan circuitos de recompensa en el cuerpo, como cuando uno come chocolate o hace ejercicio, cuando establecemos relaciones interpersonales cercanas”, afirma Héctor Carvacho. Por eso, cuando no las tenemos, se puede dar paso a la angustia, ansiedad o sentimientos negativos de soledad. Un estudio del MIT da cuenta de esta realidad y afirma que las personas que se ven obligadas a estar en aislamiento anhelan de manera similar las interacciones sociales como una persona hambrienta ansía la comida. “Nuestro hallazgo se ajusta a la idea intuitiva de que las interacciones sociales positivas son una necesidad humana básica, y la soledad aguda es un estado aversivo que motiva a las personas a reparar lo que es deficiente, similar al hambre”, afirma Rebecca Saxe, autora principal del estudio y académica de Ciencias Cognitivas y Cerebrales de MIT.

Para volver a retomar los vínculos, la psicóloga Patricia González afirma que se deben respetar los tiempos de cada uno. “El desafío es pensar no puedo seguir encerrado eternamente, entonces ¿cómo puedo hacerlo? Lo más razonable es ir ayudando y colaborando con las personas en respetar los ritmos de cada uno, pero también hay que desafiarse un poco. Paso a paso. Porque si no, quedamos muy asilados. Hay que pensar que vamos a vivir de un modo distinto, pero que igual necesitamos el contacto con otros. No hay fórmulas perfectas, porque todo esto es nuevo, entonces hay que ser respetuosos y amables con los procesos de cada uno. El desafío es romper con la comodidad del no cambio”, analiza.

Finalmente, Héctor Carvacho aconseja ir incrementando lentamente los espacios de socialización -respetando todas las medidas sanitarias-, sobre todo en los casos de quienes se encuentran más aislados de sus vínculos significativos. “Los encuentros con otros hay que matizarlos con el hecho objetivo de que la pandemia es un evento hiperestresante para la mayoría. Entonces salir afuera y reencontrarnos tiene que ponderarse con ese estrés y ponerse en riesgo. La idea es mantener la selectividad de los grupos y tener espacios sociales de encuentro progresivo, donde no pasemos de 0 a 100 en 3 días. Se puede ir incrementando de a poco. Generar seguridad psicológica, acompañada de aproximaciones paulatinas, pueden ayudar a readaptarse a la vida social. Ese es el camino”.

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