La tremenda corte

El 21 de diciembre, la presidenta del TC, María Luisa Brahm, dirimió un empate a cinco votos entre los miembros del tribunal y acogió el recurso del gobierno contra la reforma opositora para un segundo retiro de ahorros previsionales.

Uno de los primeros programas humorísticos de la radio en español fue el cubano “La Tremenda Corte”, donde un tribunal resolvía a su manera todo tipo de contiendas sociales. Los contendores Nananina y Tres Patines, exageraban sus casos y el juez resolvía según su propio criterio del derecho. Cuando se le enredaban las cosas, desataba crisis internas, obligando a su secretario a automultarse. La revolución cubana hizo que los productores llevaran dicho tribunal fuera de la isla, donde su paso a la televisión lo convirtió en símbolo del tribunal antojadizo y poco serio, que suele caracterizar a las repúblicas bananeras.

El Tribunal Constitucional chileno ha dado más visos de repetir el modelo de “La Tremenda Corte” que su rol de garante de la actual Constitución. Pareciera que, en los estertores de aquella Carta Magna, sus guardianes se pusieron a bailar al ritmo de la salsa. Filtraciones, acusaciones cruzadas, revisiones de oficinas, demora de causas, recuerdan más las contiendas que protagonizaba el humorista Tres Patines.

El problema radica en el momento que ocurre esta crisis interna. El gobierno ha planteado que llevará el tercer retiro de las AFP a dicho tribunal con el objeto de no seguir la sangría del sistema de pensiones y tener un respiro a la reforma que se encuentra en negociación en el Congreso. La discusión de dicha ley es fundamental para establecer de una vez por todas cuáles son los límites del Congreso en materia de iniciativa legal. El modo como está tramitado este tercer retiro hace que lo fallado anteriormente en esta materia no constituya jurisprudencia. Por tanto, el nivel de enfrentamiento interno entre su presidenta y el grupo conocido como el VAR introducen una dosis de comedia trágica, en el momento que la república necesita seriedad.

La prórroga de las elecciones hará que los candidatos a constituyentes aprovecharan la crisis del TC para pegarle y derechamente pedir su disolución. Las expresiones Constitución tramposa, trabas y similares serán ocupadas con amplitud en el lenguaje digital. No es de extrañar entonces que alguno de los bandos en pugna haga una alianza tácita con los detractores del TC.

La necesidad de un órgano que resuelva las contiendas constitucionales debiera estar fuera de discusión. Debiera ser una corte especializada, respetada por todos y no un espacio de jubilación de operadores políticos. Por cierto, también debiera proteger contra mayorías eventuales, fiebres populistas y males similares. Pero ello pasa por validarse como organismo respetado en la comunidad y el espectáculo actual va en el sentido contrario.

El TC ha tenido en este tiempo sombras y luces. Muchos de los que critican suelen alegar en sus cortes reclamando cuando una ley no les favorece. Rara vez destacan cuando los fallos le son favorables, y destacan con ampulosidad en redes sociales, cuando pierdan, echándole la culpa a la misma Constitución. Pero una revisión de sus fallos muestra en el tiempo una mirada equilibrada. Fue importante en la aprobación del aborto en 3 causales, y también extendió la gratuidad a todos los organismos de educación superior, dando un triunfo a cada sector político. No es el ogro defensor del pantano de la Constitución tramposa.

Pero la excesiva tropicalización de su ambiente interno puede dar espacio para que no se reconozca su rol, y en estos tiempos excesivamente digitales será gratis criticarlo buscando el like adecuado. Por ello su crisis interna se convierte en la mayor amenaza para dicho organismo desde su instauración en la Constitución del 80.

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