A rebobinar: guía para escuchar, coleccionar y revalorar el casete

El formato ha visto una revalorización mundial, consiguiendo las mejores ventas en décadas y logrando que artistas pop como Dua Lipa o Billie Eilish publiquen sus álbumes en cinta. ¿Dónde encontrarlos y en qué reproducirlos? Nos lo dicen coleccionistas que nunca los abandonaron.




Cómo olvidar el primer casete. Sería como olvidar el nombre de la primera persona que te gustó. Aldo Benincasa recuerda perfecto que fue en 1983, para su décimo cumpleaños, que unos vecinos llegaron con The Number Of The Beast, de Iron Maiden, como regalo. “Era una edición chilena”, dice el músico y fotógrafo, a la que más tarde se sumaría Bark at the Moon” de Ozzy Osbourne y luego 1984 de Van Halen, que le regaló su papá “con una carátula fotocopiada”. Tres décadas después otros centenares más hasta llegar a una colección de unos 600 casetes que tiene en casa.

Álvaro Daguer no logra dimensionar cuántos acumula a esta altura. Su relación con el formato también empezó en los 80, cuando tenía 6 años. Pero, a diferencia de Benincasa, el fundador del sello ETCS Records llegó al casete por su hermano mayor, quien “tenía la afición de comprarlos y pasaba mucho tiempo juntando dinero para hacerlo”. “Probablemente toda la música que tenemos de los 80 y 90 son casetes, de géneros diversos como rock latino, thrash, heavy metal, pop, world music, jazz o punk”, describe.

Parte de su colección se perdió en el terremoto del 85, pero el resto permanece intacta en repisas y maletines que vende a través del Instagram de ETCS Records. No para deshacerse de ellos, sino como un interesante negocio de nostalgia.

Increíblemente, la demanda de casetes ha tenido un resurgimiento en los últimos años. Según la Industria Fonográfica Británica (BPI, por sus siglas en inglés), durante 2020 la venta de música en este formato duplicó a la del año anterior, llegando a más de 157 mil ejemplares en el Reino Unido. Una cifra aún muy menor comparadas a las del vinilo en dicho territorio —otro formato vintage, pero que lleva 13 años de crecimiento sostenido—, que vendió 4,8 millones de copias. Pese a ello, el dato no deja de llamar la atención: las ventas conseguidas por el casete en 2020 son las mejores desde 2003.


Algunos especialistas del rubro sostienen que la revalorización del casete se basa principalmente en el impulso que le dio la exitosa serie Stranger Things, ambientada en los ochentas —época dorada del formato—, además de calzar con el interés que despierta esa estética análoga en las nuevas generaciones. Esta tendencia, a su vez, ha motivado a artistas actuales del pop a editar sus álbumes más recientes también en casete, siendo Lady Gaga, Dua Lipa y Billie Eilish las de mayor popularidad y ventas. En Chile, Princesa Alba se sumó a la movida, con su recientemente publicado Besitos, Cuídate.

Mientras para algunos puede parecer solo una moda, para otros el casete forma parte sustancial de sus vidas. De hecho, la BPI estima que el disco físico sigue siendo un elemento clave en el ecosistema musical como complemento para el streaming.

La pregunta que surge sola, como la primera canción de un casete que no se puede adelantar, ¿por qué continuar alimentando una colección física cuando se dispone de música digital casi “ilimitada” a un costo infinitamente inferior? ¿Qué hace que el casete, aunque coquetee con la extinción y sea difícil reproducirlo, aún se mantenga como opción?

El formato te elige

Javier Carrasco tiene unos 200 casetes, una colección que define como “cachureísta”: bien variada en estilos, idioma y procedencia. Allí se pillan discos punk, de música cebolla, salsa y producciones independientes de bajo tiraje. Lo separan más de 10 años de vida respecto a Aldo y Álvaro —tiene 32—, pero su historia con el formato es similar y también se basa en la nostalgia. “Mi papá tenía una caja llena de casetes que escuchábamos en la casa y en el Fiat 147 durante los viajes familiares. No teníamos reproductor de CD, entonces cuando crecí y me interesó en la música, el casete era la única opción”.

Benincasa recuerda que en su adolescencia, si se quería registrar y guardar música, no había otra posibilidad que comprar casetes vírgenes y grabar las canciones emitían en la radio. “De vez en cuando, juntando mesadas o haciendo vacas, podíamos acceder a casetes originales editados en Chile y descubrir más música. Comprar un vinilo eran palabras mayores para un niño de 10 años, así que básicamente el formato te elegía a ti”.

Álvaro Daguer llevó más allá su relación, fundando un sello —ETCS Records— que ha publicado más de 80 álbumes —de bandas como The Ganjas, Yajaira o A Full Cosmic Sound, donde el mismo Daguer participa—, todos con su edición en casete.

“Durante un tiempo, grabamos a nuestras bandas en máquinas de cuatro pistas y reels de varios canales, y observamos que la cinta tenía bondades que no habíamos considerado: es un formato súper noble, barato y que permite documentar música en alta calidad”, explica Daguer, que al mismo tiempo veía cómo el CD se desvalorizaba, con las casas llenas de discos “botados, muy mirados en menos”. El primer álbum de A Full Cosmic Sound fue en casete y “el formato creo que favoreció mucho nuestro sonido, porque nos estandarizó algunas frecuencias”.


Nostálgico, portátil, fetichista… ¿obsoleto?

¿Qué cualidades tiene el casete que lo hacen un objeto deseado? “Me gusta porque es portátil, se mantiene fuera del canon musical impuesto por el vinilo —lo que estéticamente lo hace atractivo— y porque personalmente tengo un vínculo emocional con él”, responde Carrasco.

Benincasa confiesa tener un fetiche con ellos: “Me encanta leer desde lejos el canto del casete, donde aparece el nombre del artista. Ni el CD ni el vinilo transmiten esa información tan claramente”, asegura. A ello le suma el aspecto emocional, algo que según él afecta a todos quienes superan los 40 o 50 años. “En nuestra juventud se editaban pocos casetes en Chile y uno tenía que dedicar mucho tiempo a conseguir música regrabada, por lo que completar discografías tomaba muchos años”.

Pero, ¿solo la nostalgia empuja el auge del casete? Según Rubén Maradox, dueño de la tienda Cyco Records, el consumidor del formato es “bien variado”. Por un lado está el adulto joven “que busca recuperar esos tesoros perdidos que tenía en su adolescencia”, y, por otro están los “muchachos de la música más extrema, como el thrash metal o el punk rock, que gustan mucho de editar su nueva música en este formato, rememorando un poco la época dorada de sus estilos”.


A ellos se suman los aún más jóvenes, que ven al casete como un merch, otro objeto más que confirma el fanatismo y fidelidad a sus artistas favoritos. A la mayoría los une el ánimo coleccionista; muchas y muchos, incluso, tienen el mismo álbum en casete como en CD. Tal es el caso de Maradox, que lo hace también para no dañar mucho la cinta. “El formato es bastante delicado, y si bien entrega ese sonido análogo que difícilmente tiene el CD y mucho menos un mp3, hay que ser bastante cuidadoso para no dañarlas”.

DIY o Hazlo tú mismo

Quienes tenían casetes de chicas o chicos, ¿no tomaron alguna vez uno que no les gustara, taparon los dos orificios ubicados en el lomo del plástico —con cinta adhesiva o incluso migas de pan— para regrabar otras cosas encima? Esa posibilidad de intervención, ese llamado a actuar, solo la ofrece el casete. Ningún otro, de hecho, permite tal nivel de agravio contra el artista o, visto de otro modo, tal nivel de posibilidades para el público. Claro, se podían comprar casetes vírgenes para el mismo objetivo, pero a veces no había plata para hacerlo.

Tallulah Webb, fundadora del sello inglés Sad Club Records, dice que el casete “es el camino para los artistas DIY —sigla en inglés que significa “hazlo tú mismo”. De hecho, Álvaro Daguer, del sello ETCS Records, afirma que el formato presenta una “excelente oportunidad para hacer demos o ediciones finales”.

Javier Carrasco también lo hace a su manera, en Bazar Tesoros, donde se pueden encontrar joyitas de todo tipo que él va rescatando por ferias de diferentes partes de Chile. Principalmente casetes, muchos de los cuales vienen sin caja ni carátula. En un intento de darles una segunda vida, se le ocurrió hacer ediciones “suecadas”, o sea, con una nueva portada creada por un artista o diseñador local. “Ellos interpretan según su sensibilidad el arte del disco que les toca”, y una vez hechas los pone a la venta. The Cure, George Michael, Marilyn Manson, Mauricio Redolés, Britney Spears o Abba son algunos nombres que han tenido su versión suecada. El primero fue el “Hola, debo irme”, de Phil Collins, que se fue en nada menos que 10 mil pesos.


Dónde comprar: los recuerdos cuestan caro

A quien le gusta coleccionar casetes no se le hace difícil ubicarlos. En el Portal Lyon, por ejemplo, se pueden encontrar tiendas como Respect y Cyco Records. En esta última, se venden tantos casetes como CDs, con un catálogo que bordea lo gigantesco. Si bien lo que más hay es punk y metal, se pueden encontrar artistas de otros estilos.

“Las tiendas que puedo recomendar para comprar casetes en Chile son Yellow Moon Records, Kali Yuga Distro, BYM Records, Infinito Audio, Templo Sagital, Gemelo Parásito Records, Lou Fai Records y Productora Mutante, Bombtrack Distro”, dice Álvaro Daguer.

Las ferias libres y el Persa Biobío son otros espacios comunes para los caseteros. En este último, Javier Carrasco recomienda ir donde “don Alejandro Torres, alias ATOR, que tiene un puesto fijo en el Galpón 1 (local 235). También me gusta comprar directo a artistas de sellos locales como Limones Agrios, Poxi Records y el Eggglub”.

Los precios son variables. Un casete promedio de música anglo, dice Rubén Maradox, “está como a 7 o 12 lucas”. Los más difíciles de encontrar, de bandas nacionales como Los Prisioneros o UPA!, bordean los 20 mil. Pero si se trata, por ejemplo, de una primera edición de La Voz de los 80, publicada por el sello Fusión —una rareza de culto—, el valor se puede disparar a los $150 mil.

“Lo feo para quienes jamás dejamos de comprar discos es el desproporcionado valor en que se comercia la música hoy en día, en cualquier formato. Casetes a 20 lucas, vinilos de Soda Stereo a 55... no se entiende. Ni siquiera son trabajos nuevos, son reediciones”, se lamenta Aldo Benincasa.

Dónde reproducirlos

Benincasa y Daguer concuerdan que para obtener un buen sonido del casete —así como de cualquier otro formato—, se debe tener un buen equipo de música. El baterista de The Ganjas tiene tres dispositivos que mantiene hace décadas: una radio Sony, desde 1984, un deck Kenwood, desde el 89, y la que recomienda por sobre todas las cosas: un deck Sony TC-K15, el que no está disponible en el mercado tradicional, pero que puede ser ubicado en tiendas de segunda mano.

Daguer dice que la empresa japonesa TEAC y su división TASCAM llevan “años desarrollando tecnología” para la reproducción de casetes. Sus equipos se pueden encontrar en Amazon o Ebay. “También he visto en el mercado un reproductor Boombox de Sony a precio amigo que suena bastante bien. Es multiformato, puedes escuchar CD, casete o incluso Bluetooth si le agregas un adaptador”.

Sony Boombox CFDS-70 (radio + CD + casete)


Benedicto Azcona solía ser el dueño de HiFi Market, una tienda que lleva 25 años vendiendo equipos de alta fidelidad. Hoy es director y no es para nada fanático del casete, todo lo contrario; lo ve obsoleto. Aún así, sugiere a “los románticos del medio” revisar grupos de Facebook como HiFi Chile, donde se pueden encontrar “marcas confiables” como Nakamichi, Pioneer, Garrard, Teac y Marantz.

¿Y el personal stereo? Javier Carrasco recomienda el clásico Sony WM-FX288, ubicable de segunda mano. Más seguido se puede encontrar en el mercado el Jensen SCR-75.

Personal Stereo Jensen SCR-75


El futuro

Aldo Benincasa no cree que el formato crecerá mucho más de lo que ha resurgido en estos años, no al nivel del vinilo. “Lo que sí veo es que los casetes antiguos en buen estado seguirán subiendo su valor, como si fuera una pieza de arte coleccionable”. Para Rubén Maradox, aunque no haya un futuro auspicioso en cuanto al volumen de ventas, “el casete siempre va a estar para el coleccionista dispuesto a hacerlo perdurar”.

Cree Benedicto Azcona que el casete es “incapaz de competir con la tecnología actual”, por lo que no hay “ningún fundamento ni razón, salvo el romanticismo de los coleccionistas”, para que aún exista. Todo lo contrario piensa Javier Carrasco, más optimista y seguro de que vienen “buenos años” para el casete.

“Mucha gente se ha motivado abriendo tiendas o haciendo bootlegs de discos difíciles de encontrar en el formato; algunos de ellos son La Caliya (de La Calera), Activar y Buena Onda Tapes. Es difícil predecir lo que pasará, pero lo veo acomodando su posición dentro del coleccionismo y la música”.

Su optimismo se mezcla con un ánimo de reivindicación: en el último trimestre del año lanzará el primer casete de Bazar Tesoros, el que contendrá “rescates sonoros, música de cantantes de feria o saludos de coleros que he hecho en este tiempo, y algunos pirateos de música que he catalogado como inshazameable”. Lo único seguro es que el pasado está a la venta. No por nada Dua Lipa llamó a su último disco Future Nostalgia.


*Los precios de los productos de este artículo están actualizados al 24 de septiembre de 2021. Los valores y disponibilidad pueden cambiar.

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