La primavera está asentada y la lluvia parece lejana: la temporada de acampar, entonces, se encuentra oficialmente abierta. “Pero para tener una buena salida a la intemperie, donde sea que uno vaya, se necesitan tres cosas”, dice Pablo Rebolledo, montañista y director de la carrera de Administración en Ecoturismo de la Universidad Andrés Bello. “Buenos zapatos, buena mochila y buen saco de dormir”.

Sobre este último haremos doble clic, como se decía hace veinte años. En casi cualquier comercio podemos encontrarlos —grandes supermercados, tiendas de hogar y construcción, el retail y por supuesto en locales especializados en outdoor—, pero a diferencia de otros artículos, un saco de dormir barato no solo se romperá antes: incluso estando nuevo puede transformar un lindo paseo en una helada pesadilla.

Por querer irse a la segura también puede pasar todo lo contrario, como comprar un saco muy caro, diseñado para dormir en la cumbre del Aconcagua, pero terminar usándolo en un templado camping de La Serena. Cada uno puede hacer lo que quiera, pero sería como ponerse un traje Armani para teletrabajar en el comedor. Aquí una breve guía para elegir el mejor saco de dormir.

Forma

Según su diseño, los sacos de dormir se pueden clasificar en dos grandes categorías: los rectangulares y los momia, que se llaman así por tener forma de sarcófago. Los primeros, que también suelen ser más económicos, “son sacos que funcionan bien para un camping en la playa o en lugares donde no haga mucho frío”, los describe José Mena, presidente de Andeshandbook, sociedad de divulgación sobre los cerros de nuestra cordillera y una de las principales referencias en cuanto a senderismo y andinismo, además de ser una comunidad con más de 50 mil miembros inscritos.

Por lo general, los sacos rectangulares son fáciles de mantener, de guardar y de usar. “Si voy a estar con mi familia en un motor-home, o acampando en un valle o zona templada, me conviene uno rectangular”, agrega Rebolledo. “Es más cómodo”.

Su principal problema, dice Mena, son “las fugas térmicas, que son muy amplias”. Por su diseño, menos hermético que el de los sacos momia, la capacidad que tiene para retener el calor al interior del saco —y también de evitar el aire frío exterior — es bastante menor.

Por eso los momia son los ideales para noches más heladas, como las que se encuentran en la montaña o en zonas extremas. Al ser angostos en los pies, más anchos hacia los hombros e incluir una capucha, el espacio entre el cuerpo y el saco es más ajustado. Así, el calor que emite el cuerpo se retiene y mantiene repartido de forma más homogénea.

“Como tiene un cierre en la cara y otro en el cuello, evita mejor la circulación de aire frío dentro del saco”, dice Rebolledo. Por lo tanto, si se pasará la noche en un cerro, en un parque de la zona austral o en una excursión invernal, el saco a elegir debería ser uno momia.

Rango de temperatura

Para que un saco de dormir no merezca sospecha, conviene fijarse si tiene un rango de temperatura para su rendimiento. “Es el margen de grados celsius en el que el saco funciona óptimamente”, explica Mena, o sea los niveles de frío externo que puede soportar. Mucho más confiable es si ese rango está certificado con la norma europea EN 13537, que estandariza la calidad de estos implementos en este apartado.

Esta norma —que se basa en test hechos en laboratorio, con maniquíes de mujeres y hombres estándar— indica que hay cuatro rangos que el saco de dormir debe informar: uno de límite superior, otro confort, uno de límite inferior y otro extremo.

  • El límite superior es la temperatura a la cual un hombre estándar —de 25 años, 1.73 metros de altura y 73 kg de peso— podría dormir dentro del saco, con una primera capa, sin que el calor lo haga sudar en exceso.
  • El de confort es la temperatura a la cual una mujer estándar —también de 25 años, de 1.60 m y 60 kg— puede dormir dentro del saco, con primera capa, con comodidad y sin sentir frío.
  • El límite inferior son los grados bajo los que un hombre estándar puede dormir sin tener que abrigarse y sin temblar.
  • Y el límite extremo es aquella temperatura en la cual una mujer estándar puede dormir seis horas sin riesgo de sufrir hipotermia.
Este es un ejemplo del rango de temperatura de un saco de dormir con norma europea.

Si se cuenta con esa información, será mucho más fácil elegir el saco más apropiado para nuestras salidas. El presidente de Andeshandbook recomienda fijarse más en la temperatura límite, “ya que ahí es donde se mide la verdadera capacidad del saco. Con ese rango podrás jugar más, durmiendo más o menos abrigado según las condiciones climáticas”.

El nivel de “temperatura extrema” para él es un tema más marketero, ya que muy pocas personas se enfrentarán a tan pocos grados. “Es difícil que puedas dormir bien a esa temperatura, corres riesgo de hipotermia”.

Rebolledo, que también es instructor de la Escuela Nacional de Montaña, aconseja agregar a este rango de temperatura las variables personales: si se tiene presión alta o baja, el porcentaje de grasa corporal, el estado físico y la capacidad que cada uno tenga de aguantar el frío. “Tengo que considerar si suelo acalorarme o si soy más friolento. Pasar una noche de calor incomoda, pero el frío puede causar problemas a la salud”.

¿Qué rango de temperatura es ideal para partir? Mena sugiere comenzar con uno de 0º de confort. “Es un buen punto de partida”, dice. Para alguien que está empezando en el trekking, Rebolledo recomienda uno de -5º de confort, para irse a la segura. “En la ciudad hace frío con 0º, pero en la montaña baja muy fácil a menos que eso”.

Un saco que Mena recomienda es el Lightec 950 de Ferrino, con relleno sintético y una temperatura extrema de -10ºC. “Es súper bueno para mochilear en el sur o para hacer cicloturismo, ya que es pequeño y muy liviano (solo 950 gr). Lo tengo hace 10 años y ahí está, sin ser para nada caro”.

Saco de dormir Ferrino Lightec 950


Para hacer más eficiente la acción del saco, ambos señalan la importancia de usar una colchoneta aislante. No tanto porque haga más blando el suelo, sino porque evita que el frío que viene desde la tierra suba hacia el saco. Idealmente inflable —”pesa más pero da más confort”—, pero también son útiles las de espuma. “Una barata de Decathlon funciona bien”.

Aislante de espuma Forclaz Trek 100 (180 x 55 cm, 370 g)


El otro implemento que puede ayudar a mejorar el rendimiento del saco de dormir es el liner, una especie de sábana que se usa dentro del saco y que también puede aumentar la temperatura interior en algunos grados. “Lo práctico es que al volver a tu casa lavas esa sábana y no el saco, que es más engorroso”, apunta Mena. Hay liners caros, pensados para alta montaña, pero también algunos más baratos. “Incluso te puedes fabricar uno tú mismo con sábanas”.

Liner para saco de dormir Forclaz MT500


Relleno

¿Y cómo es que el saco de dormir puede retener el calor corporal y evitar el paso del frío? ¿Qué magia ocurre entre sus pliegues y tejidos?

La clave está en el relleno, que genera una barrera aislante que mantiene el calor y repele al frío. La curiosidad es que esta protección no se produce por la cantidad del relleno sino por su capacidad de expandirse y provocar un espacio en el cual el aire caliente emitido por el cuerpo queda atrapado.

A esta capacidad se le llama LOFT y dependiendo de la calidad del relleno este puede ser más alto o más bajo. “Existen dos grandes mundos en cuanto a relleno”, dice Pablo Rebolledo. “El de pluma, también llamado natural, y el sintético”.

A la izquierda, como se ve un relleno sintético. A la derecha, uno natural de pluma.

Por ahora, el primero sigue siendo más eficiente en la relación peso/LOFT: las plumas, a pesar de ser más livianas que el material sintético, consiguen retener mejor el calor. Eso sí, lo hacen a un mayor costo —”entre un 50% a un 100% más cara”, dice Mena—, pero va a valer la pena. “Si puedes darte el lujo, durará mucho tiempo y dormirás mejor”.

Rebolledo advierte que los sacos de pluma —que provienen de patos y gansos— no rinden bien con la humedad, ya que si las plumas se mojan pierden mucha efectividad. “Hoy algunas pasan por procesos de impermeabilización, como también la tela exterior del saco, pero si la humedad es mucha pasa igual”. Una vez mojadas, secarlas toma mucho tiempo frente al sol, algo que no siempre abunda en las jornadas de senderismo.

Así se ve un saco de relleno sintético por dentro. El aire caliente que emite el cuerpo queda atrapado en esos espacios interiores.

Por eso, él sugiere usar los sacos de pluma si se vive o circula en la zona centro o norte del país, donde hay menos humedad ambiental. Para los parques y cerros del sur y la Patagonia, recomienda los rellenos sintéticos.

“El sintético funciona igual que el natural solo que para obtener el mismo LOFT necesita más peso”, dice. Un buen saco con relleno sintético para la montaña, por ejemplo, puede pesar casi dos kilos, algo que en la mochila se sentirá tras varios días de viaje. Con este tipo de relleno, Rebolledo recomienda los Mountain Hardwear, “que son bien abrigados y no tan voluminosos”.

Saco de dormir Mountain Hardwear Bozeman -9ºC


¿Más peso, menos plata? ¿Más liviano o más caro? Son elementos que hay que poner en la balanza, como también el problema ético que significa usar un producto de origen animal. “Así como hay certificaciones de huevos de gallinas felices, también hay unos sobre la obtención de plumas”, explica Rebolledo. “Si las tienen, significa que las plumas se obtuvieron sin provocar sufrimiento en los animales. Eso hace que sean aún más caras”, dice.

Cómo guardarlo y mantenerlo

Volver a meter el saco en su bolsa para continuar un viaje no es el momento favorito de nadie. Todos tienen sus propios métodos y teorías, incluidos los más experimentados montañistas, pero algo de consenso existe al respecto.

El primero es que los sacos con forma de momia no se doblan al guardarlos. “Eso es solo para los rectangulares”, dice Rebolledo. “Lo más recomendable para prolongar la vida útil del relleno, y que no se apelmacen demasiado las plumas o fibras, es guardarlo ‘a lo flojo’, sin orden, directo a la bolsa”, explica José Mena.

Lo otro es que se mantenga lo más seco posible. Si se moja o humedece no es el fin del mundo, pero sí puede disminuir bastante la capacidad que tenga el relleno de mantener el calor.

Donde hay debate es en el cierre. ¿Se guarda con él abierto o cerrado? Mena dice que en las cumbres la discusión es álgida, pero que la marca REI Coop —una emblemática cooperativa estadounidense de productos outdoor— sugiere hacerlo con el cierre cerrado. “Al parecer así dura más tiempo”.

Rebolledo no está de acuerdo y aconseja guardarlo siempre con el cierre abierto. “Cuando lo metes a la bolsa, con la presión se tuerce y se mueve a cualquier parte. Así, un diente puede terminar rompiendo otro y cambiarlo no es fácil”.

En lo que sí coinciden es que los cuidados no se acaban cuando termina el viaje. Al saco hay que llegar siempre a ventilarlo bien, ojalá por un día completo o por el tiempo que sea necesario para que esté completamente seco.

En la casa, donde seguramente pasará la mayor parte del tiempo, siempre será mejor guardarlo en una bolsa más grande, donde no sea necesario que esté a presión (los sacos de pluma o de más alta gama vienen con ella incluida). De esta forma el relleno mantendrá por más tiempo su propiedad aislante. “Mejor si se guarda colgado de un clóset”, agrega Mena.

“Un saco bien cuidado puede durar 20 años tranquilamente”, cuenta el académico de la UNAB. Su saco de pluma, por ejemplo, lo compró en 1998. Si se hace bien pensada, es una inversión que devolverá sus beneficios con mucho tiempo de uso y confortables noches bajo el frío y las estrellas.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 5 de diciembre de 2023. Los valores y disponibilidad pueden cambiar.