Parece magia: hoy en día, en departamentos relativamente nuevos o en viviendas remodeladas, uno abre la llave de agua caliente y automáticamente, sin más esfuerzo que el de esperar unos segundos, el líquido aparece tibio desde la cañería. Se sabe que ese milagro —que muchos dan por descontado en sus vidas pero que hasta hace unas décadas era el lujo de muy pocos— suelen producirlo los calefonts, esos blancos, rectangulares y fogosos aparatos, comunes antes en los baños y cocinas pero que ahora se instalan en logias, patios o exteriores.

Mientras haga su importante trabajo, a casi nadie le interesa saber cómo es que un calefont funciona ni qué hay que hacer para cuidarlo. Hasta que se echa a perder o llega el momento de instalar uno nuevo.

Cómo funciona un calefont

Marcos Alarcón, que lleva 25 años siendo gásfiter, se hizo un tiempo en su apretada agenda para explicar cuál es la ciencia detrás de un calefont, que en realidad no es tan compleja.

“En su interior tienen una cañería serpenteada de cobre, por donde pasa el agua fría, que es calentada por una serie de quemadores a gas ubicados bajo ella, los que se activan por flujo cuando la presión alcanza un mínimo de encendido”, dice.

Muy simple: los quemadores suben la temperatura de esta cañería con forma de intestino, provocando que el agua que pasa por ahí se caliente a su contacto y salga humeante de nuestras duchas o lavaplatos.

¿Eso es todo? No tanto, porque para que funcionen bien hay que revisar varias características, las que según las particularidades de nuestro hogar harán toda la diferencia.

Gas natural o licuado

Todos los calefont funcionan a gas. Si bien hay otros métodos y combustibles para calentar el agua de las cañerías —como los termos eléctricos, cada vez más comunes, que calientan y acumulan el agua a través de electricidad—, los calefont siguen siendo muy populares y todos usan este tipo de energía.

Calefont Splendid tiro natural 10 litros (gas natural)

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Pero hay dos clases de gas: el natural, que es proveído por cañerías directamente a las viviendas, y el licuado del petróleo (GLP), que se obtiene de los famosos balones o cilindros. El tipo de calefont que compremos dependerá de la clase de gas que usamos en casa. “Es muy importante saberlo”, dice Carlos Manríquez, docente de Construcción en el Duoc UC Alameda. “Hay equipos compatibles con gas natural y otros con GLP”, agrega, pero no existen los que funcionan para ambos. “El gas de cañería es más denso que el licuado”, señala Alarcón, “y usar el calefont incorrecto puede dañar al equipo y ser muy peligroso”.

Litros

La segunda característica más relevante es el “litraje” del calefont. Esta cifra —que va entre los 5 litros (los más pequeños) hasta los 32 litros (los muy, muy grandes)— refleja la cantidad de litros que el aparato puede calentar por minuto. Si es de 7 litros, por ejemplo, significa que en un minuto puede subir en 25 grados la temperatura de 7 litros de agua.

¿Por qué son importantes los litros? “Porque si en una casa hay lavaplatos, lavamanos y ducha, y viven unas cuatro personas, necesitarás un calefont de al menos 10 litros para poder calentar ese volumen de agua”, dice el gásfiter Alarcón.

Calefont Albin Trotter ATMD ionizado tiro natural 7 litro (gas licuado)

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Manríquez nos comparte una tabla que explica bien la relación entre litros y demanda de agua. “Si quiero surtir solo un lavaplatos y un lavamanos de agua caliente —por ejemplo en una oficina o un negocio—, un calefont de 5 litros será óptimo. Pero si le agrego una ducha, ahí uno con mayor capacidad”.

Tiro forzado o natural

Los primeros calefonts, creados a principio del siglo XX, se instalaban en los mismos baños, lo que provocaba una agradable ducha pero una tremenda contaminación, muy riesgosa para la salud. El gas, al hacer combustión, libera grandes cantidades de CO2, que entonces quedaban en el ambiente. Ahora las cosas han cambiado y por normativa todos estos aparatos deben ser instalados “por personal calificado por la Superintendencia de Electricidad y Combustible (SEC)”, dice el docente del Duoc UC, para asegurarse de que la ventilación del monóxido de carbono sea la correcta.

Calefont Junkers tiro forzado 12 litros (gas licuado)

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Para mejorar este inconveniente existen los calefont de tiro forzado, que cuentan con un ventilador integrado que expulsa los gases. Así, estos modelos pueden ser instalados al interior de casas o departamentos sin riesgo de contaminación. “Pueden usar un ducto de 90º, lo que permite sacar los gases incluso desde un espacio sin ventanas”, cuenta Manríquez. “Pero estos son más caros y exclusivos”, advierte Alarcón.

No como los de tiro natural, los clásicos que tienen un tubo de ventilación justo arriba de ellos. Ellos expulsan los gases de forma vertical, siguiendo el calor que emanan los quemadores. La normativa chilena actual solo permite instalar este tipo de calefonts en espacios abiertos como logias, patios, balcones o terrazas.

Tipos de encendido

Ahora ya no se venden —la regulación los prohibió hace unas décadas—, pero por mucho tiempo los calefonts, con la famosa llama piloto, se encendían manualmente, con un fósforo, un encendedor o un chispero. Algo que obligaba a salir a prenderlo durante las gélidas mañanas invernales, muertos de frío y de sueño.

Por supuesto, aún quedan de estos modelos en muchísimas casas y departamentos, pero quien quiera cambiar o comprar un calefont nuevo, solo se encontrará con tecnologizados aparatos que se encienden automáticamente cuando uno abre el agua.

Éstos pueden ser ionizados (que necesitan pilas para funcionar), los que contienen microturbina (no usan pilas, ya que generan la energía interiormente) o los que se enchufan a la red eléctrica.

Calefont Junkers Hydropower Plus (con microturbina) 14 litros (gas licuado)

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“Hoy, además, los calefonts están llenos de sensores”, dice el gásfiter Alarcón. Se refiere a distintos mecanismos para controlar la temperatura del agua, el flujo y la cantidad de CO2 que emiten. Todo eso va en beneficio del usuario; por ejemplo, “un modelo ionizado no tiene llama piloto y solo por esto permiten un ahorro de gas calculado en unos 7 kilos por mes”, como cuenta Manríquez. Nada de mal.

Pero al mismo tiempo son “más complicados de reparar que antes”, se queja Alarcón. Antiguamente fallaban las mismas cosas, como la aguja de paso, pero ahora que son electrónicos traen mucho plástico, por lo mismo son más desechables”.

Cuándo cambiarlo y cómo mantenerlo

Lamentablemente, dice el docente, “los calefonts no son para toda la vida: tienen un promedio de utilidad de 10 años, aunque mucho depende de las mantenciones que podamos realizar”.

Con esto se refiere a la famosa “mantención una vez al año”, algo que en todos lados se predica pero que muy pocos practican. Esta intervención solo debe ser hecha por un gásfiter certificado —algunas marcas incluyen este servicio en su precio— y es necesaria para limpiar el calefont y evitar desperfectos.

“La mantención consiste en cambiarle las piezas de gomas, en grafitar —aplicar una pasta de grafito que lubrica las distintas partes del equipo— y limpiarle las impurezas”. El polvo en suspensión que se mueve por la suciedad y cualquier otra contaminación ambiental se impregna en el interior de los calefont, lo que entorpece su funcionamiento.

Pero algo que podemos hacer los usuarios por alargar la vida útil de los calefonts es instalar un filtro junto al medidor de agua potable. “El agua en Santiago es demasiado dura”, dicen ambos, lo que provoca la acumulación de sarro en cañerías y serpentines. “En Maipú tiene aún más minerales; ahí mucha gente usa filtros, porque sino los aparatos duran menos”, añade Alarcón.

¿Cuándo un calefont muestra signos de deterioro? “Cuando las piezas se desgastan, la corrosión se desarrolla o los serpentines comienzan a filtrar”, dice Manríquez. “También nos podemos dar cuenta en que pierde presión y por lo mismo no calienta el agua producto de la dureza del agua”. En todos esos casos, hay que llamar a un técnico autorizado y especializado.


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 8 de abril de 2022. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.