Cuando la inconsistencia paga

"Evitar propuestas populistas que lleven a exceso de gasto es lo mismo que proteger el medio ambiente, es cuidar el futuro de nuestro país y de nuestros hijos".


De las cosas de las que las nuevas generaciones se pueden sentir orgullosas es de la conciencia que ha empezado a tomar el mundo respecto de la necesidad de cuidar el medioambiente.

Ciertamente no ha sido una tarea fácil, y ello se debe principalmente a que para cuidar el medio ambiente se deben hacer esfuerzos hoy, cuyos beneficios no los percibirán quienes deben hacer el esfuerzo sino las generaciones futuras. O al revés, si hoy no cuidamos el medio ambiente, los costos de no hacerlo no serán sentidos -en su mayor parte – por quienes hoy no están cuidando el medio ambiente, sino por las generaciones que nos seguirán.

Esto es lo que en economía se llaman externalidades negativas. Y es un gran logro que la humanidad haya sido capaz de empezar a preocuparse por el medio ambiente, aunque para nuestra generación, ello implique costos de los cuales no obtendremos o no percibiremos beneficios asociados.

Lamentablemente, el cuidado medio ambiente es de los pocos casos en que pese a la existencia de externalidades, los seres humanos hemos logrado incorporar como propios los costos que en realidad corresponden a otros.

De hecho, un caso muy presente en nuestro país, en que las externalidades que generan las decisiones de algunos los llevan a consumir mucho más de lo óptimo son las políticas públicas, y entre las principales, el gasto público.

Esta semana en el congreso no sólo se está discutiendo el cuarto retiro del 10%, el retiro del 100% de los fondos previsionales, la aprobación del IFE universal extendido a los meses de octubre y noviembre, y algunos sostienen también el incremento del IFE de septiembre desde un 50% del entregado en agosto a un 100%.

Lo que ha olvidado el sector político, es que sus decisiones tienen efectos sobre la economía. En específico, las decisiones de retiro de 10% impactan el ingreso disponible de la población y con ello, la inflación y las tasas de interés que enfrentaremos a futuro.

Las decisiones de gasto público por otro lado, como el IFE, no sólo afectan el ingreso disponible, y con ello, la inflación y las tasas de interés futuras; sino aún más difícil de percibir, el gasto público debe financiarse con ingresos tributarios y deuda, y la deuda se paga a su vez con ingresos tributarios. Por tanto, las decisiones de gasto público hoy afectan las necesidades de ingresos tributarios y el gasto público que se podrá hacer a futuro. Es decir, si hago fiesta hoy, sí o sí la voy a pagar mañana.

El gran problema, es que las fiestas de gasto compran votos, y ello a llevado a esta epidemia de populismo que se ha tomado el sector político; sin ponderar que la fiesta la pagaremos todos los trabajadores de este país, y en el caso de la deuda pública, probablemente también nuestros hijos.

Evitar propuestas populistas que lleven a exceso de gasto es lo mismo que proteger el medio ambiente, es cuidar el futuro de nuestro país y de nuestros hijos.

Mientras los votantes sigan premiando a los políticos que apoyan propuestas populistas y el exceso de gasto público, a costa de endeudarse más y cobrar más impuestos, la inconsistencia seguirá pagando y la fiesta de ofertones populistas seguirá presente en nuestro país.

*Michelle Labbé, Economista Jefe de Dominus Capital.

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