El virus de los fuleros

Coronavirus en el mundo
Coronavirus en el mundo.

Más vale prevenir que curar. Entre 20 y 50 millones se estiman los muertos de la Fiebre Española que infectó a un tercio de la población en 1918. “Messieurs, los microbios tendrán la última palabra”, dijo Luis Pasteur.


Más de 3.000 muertos, millones en cuarentena y fronteras cerrándose. Si bien el coronavirus dista del mortífero SARS o ébola, su tasa de contagio es alarmante. La Organización Mundial de la Salud aún no ha declarado pandemia, pero el mundo ya ha sufrido una epidemia de pánico.

Las bolsas mundiales tuvieron su peor semana desde la crisis financiera, atemorizadas por las amenazas de disrupción en las cadenas logísticas y productivas de la alicaída y endeudada economía global producto de la prevención contra el virus.

Más vale prevenir que curar. Entre 20 y 50 millones se estiman los muertos de la Fiebre Española que infectó a un tercio de la población en 1918. “Messieurs, los microbios tendrán la última palabra”, dijo Luis Pasteur. Por ahora, para evitar una catástrofe debemos controlar la tasa de contagio. El reciente libro Rules of Contagion explica que la clave está en el factor R, equivalente al promedio de personas que contagia un individuo infectado. Si es inferior a 1, el fenómeno desaparecerá. He ahí el esfuerzo global contra el coronavirus.

La dinámica del coronavirus guarda lecciones para nuestra contingencia política del apruebo/rechazo. Pues ideas, narrativas y noticias -falsas y verdaderas- también siguen las reglas del contagio. El futuro de un proyecto político depende de su factor R.

Lo preocupante es que la mentira se propaga radicalmente más rápido que la verdad. Un estudio de MIT publicado en Science apunta que una noticia falsa se propaga seis veces más rápido que una noticia real. Otro reciente estudio de NYU y Stanford concluye que la gente no es buena para diferenciar la mentira en las noticias. Especialmente si su narrativa es atractiva.

Somos crédulos y chismosos. Especialmente si nos gusta lo que escuchamos. Y es más fácil inventar que averiguar, por ello, cuando la verdad es difícil de dilucidar, nuestras interacciones son proclives al engaño.

En 1970, George Akerlof publicó un breve paper llamado “El mercado de los limones”, que lo hizo merecedor del Premio Nobel. Con una elegante descripción, sin fórmulas ni econometría, explicó cómo un mercado se degrada fácilmente cuando es difícil identificar la verdadera calidad de un producto y la información disponible es escasa, confusa y/o costosa.

Explica su teoría usando como ejemplo la reventa de automóviles. Cuando compramos un auto usado es difícil dar por cierto que no sea un “limón”. En jerga gringa, un vehículo defectuoso. Por mucho que el vendedor diga que la dueña era una abuelita que no lo sacaba ni a la esquina, es difícil comprobarlo. Este riesgo explicaría por qué cuando compramos un auto nuevo, un 10% de su valor se esfuma al sacarlo de la tienda.

El problema, explica Akerlof, es que el vendedor conoce bien el vehículo. Sabe si tiene panas o accidentes. Por lo que, incluso a precios deprimidos, se hace una “pasada” cuando vende un “limón”. Pero incurre en una pérdida si vende una “joyita”. Bajo esta dinámica, impuesta por la asimetría de la información, hay más “limones” que “joyitas”, degradando la calidad general del mercado.

En el libro Phishing for Phools, la economía de la manipulación y la decepción, George Akerlof y Robert Shiller explican fenómenos similares en donde hay selección adversa debido a problemas de información en la venta de inmuebles, de productos financieros a consumidores legos, de alimentos y bebidas, de programas educacionales y, por supuesto, en la política.

Siempre va a haber un fulero oportunista listo para hacer leso al despistado de turno. Es la inevitabilidad de la decepción, dicen los autores. Es la extensión de la oferta y la demanda, pero entre fuleros y lesos (o desinformados). Este fenómeno explicaría el valor de las marcas, la reputación, la existencia de garantías y certificaciones. Éstas intentan reducir la asimetría de información y los incentivos a la decepción.

En política el campo de acción es complejo y caótico. La batalla se da por ideas, narrativas, anhelos y compromisos. Lugar idóneo para fuleros. Es realmente difícil saber si un político, sus ideas y sus compromisos son un “limón” o una “joyita”. Tantas veces los primeros han ganado el juego y arruinado irreversiblemente millones de vidas, especialmente cuando la violencia es parte de la decepción. Imposible mejor testimonio que la novela Patria, de Fernando Aramburu; narra con lujo de detalles el drama humano de violentistas y violentados generado por la idea de una independencia vasca impuesta en base a la violencia de ETA.

Tenemos un desafío muy grande. El voto del apruebo/rechazo y su desenlace, cualquiera sea, son terreno fértil para fuleros. Usted, no sea leso, en estos días sea tan serio como pueda en sus actos y palabras. Hágalo por nuestro país, pues la lesera es contagiosa y podemos terminar con un Chile aún más infectado.

-El autor es ingeniero civil UC y MBA/MPA de la Universidad de Harvard


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