Exigit Sincerae Devotionis Affectus ( 2ª parte )

Diputados de comision de Hacienda firman acuerdo por Reforma Tributaria
LEONARDO RUBILAR CHANDIA/AGENCIAUNO

En mayo de 2014, hace casi 5 años escribí la primera parte de esta columna "Exige Sincera Devoción", recordando la encíclica de 1478 que dio carta blanca a Torquemada para instaurar la Inquisición.

En ella se ilustraba la vergonzosa genuflexión de los parlamentarios de la Nueva Mayoría frente al Ejecutivo para tramitar la Reforma Tributaria.

Sin entender qué era el FUT, sin estudio alguno (lo solicitó Andrés Velasco en los diarios), con una discusión técnica perdida por paliza, uno de los poderes del Estado optó por el suicidio: aprobar sin cuestionar. A los pocos meses y para salvar la casa, se creó al engendro de dos o tres cabezas, que es nuestro sistema tributario.

¿Qué fuerza misteriosa los hizo avanzar sin pensar? ¿Habrá sido el exceso de entusiasmo? ¿El miedo? ¿La lealtad absoluta y malentendida? Sólo ellos lo saben. Lo que sí sabemos todo el resto, es que se las mandaron. Y se las mandaron en grande.

Porque uno de los pilares de la institucionalidad de un país, el sistema tributario, quedó como un mamarracho. Así lo consideran los contadores, el Servicio, los contribuyentes y, si les queda algo de autocrítica, los mismos parlamentarios.

Entonces cuando leemos por los diarios que se van a oponer a la idea de legislar, o que están obligados a actuar en bloque, junto al Frente Amplio, realmente dan ganas de colgar los guantes.

La nobleza y la hombría (dejo a ustedes el equivalente en femenino) obligan a intentar enmendar los errores evidentes. Si ni siquiera están disponibles para reparar el mal causado, los parlamentarios están poniendo en jaque el sentido de las instituciones. Están solo para la política chica. Para la obstrucción.

Para destruir sin que les importen más que a sus propios intereses. Eso es una traición al sentido de su mandato. Los ingleses lo dicen muy bien. Son "Lawmakers"

Todo este razonamiento puede resultar una ingenuidad. "Quieren que al gobierno le vaya mal para retomar el poder", me dice con mucha razón un amigo.

Sin embargo, me queda la esperanza de que algunos sí entienden por qué fueron elegidos, y que ellos pasarán, como la hojarasca, pero el país seguirá cargando con los lastres de sus errores o los impulsos de sus aciertos. Esos parlamentarios no pueden sentirse obligados, por segunda vez, a no pensar.

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