La política y El parto de los montes

Se ha instalado por varios años una política de fábula en nuestro país. Un gobierno tras otro nos anuncian grandes planes y proyectos de ley, con nombres del tipo: Chile se Levanta, Todos Seguros, La Nueva Educación, Barrio Verde, etc.


Al volver a Chile y ver nuestras discusiones políticas y legislativas, he recordado otra fábula del libro que me regaló la abuela Irene: El parto de los montes. Los hombres escucharon un día unos ruidos muy fuertes que venían de las montañas. Vieron y sintieron cómo los montes temblaban. Algo grande iba a ocurrir, la tierra, sin duda, se iba romper y algo tremendo vendría. Luego de un estruendo final se levantó una gran nube de polvo y, bajando los cerros, caminó un ratón.

La fábula nos muestra lo que vemos muchas veces, un gran ruido y aspaviento, propios de un gran acontecimiento, que en suma no son sino apariencias, porque lo que hay de verdad es irrelevante.

Se ha instalado por varios años una política de fábula en nuestro país. Un gobierno tras otro nos anuncian grandes planes y proyectos de ley, con nombres del tipo: Chile se Levanta, Todos Seguros, La Nueva Educación, Barrio Verde, etc.

Congresistas de todos los colores aprueban o rechazan y debaten con pasión las normas que cambiarán nuestras vidas, que harán que el Estado tenga recursos, que los niños comprendan lo que leen y que salgan del colegio hablando inglés y operando fracciones, que no haya violencia y la droga no se tome las poblaciones.

¿Y qué nace de todo esto? Leyes, decretos, reglamentos, circulares e instrucciones. Es decir, palabras. Palabras escritas, signos en tinta negra sobre hojas de papel o pantallas de teléfonos y computadores. Con grandes aspavientos se anuncia que la ley tal o cual fue aprobada, o que se mantiene la que había, porque se rechazó la propuesta de cambiarla. Hecho lo anterior, de vuelta a la siguiente ronda de ruido político. La delincuencia se solucionó, subimos la pena al delito. Los niños ya leen mejor y saben dividir, porque así lo legislamos. Ufanos miran a los ciudadanos por el logro de su labor.

¿Alguien puede creer que una empresa de cualquier tipo se agota en escribir el plan de negocios? La gestión pública de educación, medioambiente, salud, seguridad y justicia es una gran empresa. Gigantesca y compleja. Escribir lo que se quiere no es sino el comienzo, bien se trate de mejorar la producción de una panadería o de lograr que los niños vayan a un colegio público que de verdad les permita aprender. ¿Cuándo nos vamos a enfocar en la ejecución? ¿Cuántas comisiones de estudio y proyectos de ley y demás reglas, que luego nadie se preocupa de gestionar, evaluar? ¿Cuánta plata botada en proyectos inútiles, mal diseñados, peor administrados y rápidamente olvidados en la próxima ley de presupuestos? ¿Algún funcionario premiado por lograr los resultados prometidos o alguno despedido por no ser capaz de lograrlos?

Los ciudadanos debemos exigir a nuestros políticos más acción y resultados. Las leyes no son los resultados. Si se quedan solo en esa batahola y agotan su trabajo en orgullosos anuncios ante las luces y cámaras en el Congreso y La Moneda, seguiremos viendo salir un ratón caminado muy contento de la cordillera de palabras que construyen día a día.

Preocúpense los ciudadanos si siguen dando su voto a políticos vociferantes que, cual ruidosos cerros, solo paren una laucha de cuando en cuando.

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