Más allá de la construcción de viviendas

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La integración social y urbana no pasa sólo por la parte física de los barrios. Dice relación con aspectos culturales que van mucho más allá del cemento y la luz eléctrica. Actividades, inversiones, crear espacios de intercambio y formas de educación diferentes son claves para que que la integración no sea sólo una "foto bonita".


La polémica en Tomás Moro (Las Condes) y en la Comunidad Ecológica de Peñalolén se desató por la posible construcción de viviendas sociales, bajo la bandera de la integración. Pero esta palabra, según expertos, es más que cemento, luz eléctrica, alcantarillado y un plano.

La integración es un concepto que puede ser abordado de varias aristas e iniciativas que, seguramente, comenzaremos a escuchar cada vez más. Según Marcela Robles, directora de Operaciones de la Fundación Proyecto Propio, lo primero es entender que la integración urbana o territorial no se trata solo de que las personas de menores ingresos accedan a las comunas de alta renta. "Si ese fuera el único camino tendríamos que construir 100 pisos en Las Condes para que todos viviéramos ahí. Es clave entender que es un proceso bidireccional entre las zonas de mayores oportunidades y los contextos de pobreza. En dicho sentido el clave provocar procesos de intercambio cultural, económico y social", dice Robles.

Por su parte, Sebastián Cantuarias, director de Doble Impacto (proyecto de banca ética inspirado en el modelo de Triodos Bank) cree que la clave está en pensar de otra forma la inversión en las ciudades. "Invertir en el largo plazo con criterios de integración urbana es más rentable, no solo en términos económicos, sino que también en el impacto que se genera en la calidad de vida de las personas".

A continuación algunos ejemplos de prácticas que pueden ayudar a una ciudad más inclusiva según los especialistas:

Temas culturales

Es posible, desde el Estado y el mercado, generar incentivos para que los centros educacionales, como universidades o CFT, se instalen en sectores de menores ingresos, que permita proceso de integración y encadenamiento productivo.

"Por ejemplo, el barrio Bajos de Mena, en Puente Alto, uno de los guetos de pobreza más relevantes de nuestra país, tiene todo para convertirse en un gran campus universitario, lo que podría generar plusvalía, desarrollo del tr ansporte y desarrollo social a gran escala", indica Robles.

Finanzas más inclusivas

Según Cantuarias, "la integración urbana tiene un actor clave que es el sistema financiero, que hoy opera en base a criterios solo de rentabilidad y plusvalía de corto plazo de los proyectos. Incluir criterios éticos de inversión, en que las variables como convivencia vecinal e integración cultural sean consideradas, son una oportunidad con rentabilidades de largo plazo, ya que pueden generar barrios virtuosos que potencien el desarrollo económico local y la paz social", explica el director de Doble Impacto.

Integración económica

Otro camino es fortalecer los espacios de intercambio económico. Según Robles, muchas de las comunas de alta renta tienen poco acceso a alimentos saludables, como fruta y verdura fresca. "Es posible idear prácticas de integración como lo que se ha hecho con los feriantes que están en el Metro Escuela Militar.

Del deporte a lo social

Por otro lado, la inversión privada y estatal en el deporte debería dejar de estar dirigida sólo hacia el deporte de elite, sino más bien como ejercicio de integración social y territorial, que a bajo costo puede ser de gran impacto. "Los campeonatos interescolares, por ejemplo, generan espacios de convivencia y horizontalidad que permite que las nuevas generaciones se desarrollen con una mirada del otro basado en al confianza y la colaboración", concluye la directora de Operaciones de Proyecto Propio.

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