No culpemos a las AFP, ¡formulemos bien el problema!

Ancianos

Lo cierto es que este sistema de pensiones “autofinanciadas”, o uno alternativo, siempre será imperfecto, y debemos estar constantemente buscando soluciones de largo plazo, a la vez que reforzamos las paliativas.


A raíz de la iniciativa reciente de algunos parlamentarios de querer eliminar las AFP, es importante mirar el debate desde el punto de vista más objetivo posible. No hay duda que, desde hace años y, sobre todo, a la luz de las demandas sociales que despertaron en octubre pasado, las pensiones son la preocupación número 1 de nuestros ciudadanos. Pero para encontrar las soluciones correctas, debemos identificar el problema correcto. En concreto, si creemos que eliminando las AFP lograremos mejorar la seguridad social de los chilenos, estamos muy equivocados.

Primero, no podemos culpar a la AFP por el monto de nuestra pensión. Es como ir a reclamarle al banco que no hay suficiente plata en mi cuenta. Lo que pasa es que hemos ahorrado poco. ¿Por qué? Porque la tasa de cotización obligatoria de 10% es baja; porque ha habido un crecimiento importante en los sueldos en las últimas cuatro décadas, que empeora el cálculo de nuestra tasa de reemplazo; porque hemos tenido lagunas previsionales importantes por no estar trabajando, por ser independiente o por informalidad, y por la baja participación laboral femenina. ¿Sabía Ud. que el 35% de nuestros trabajadores no cotiza? ¿Sabía que la “densidad” de cotizaciones (meses cotizados del total desde la afiliación) es sólo 52%? En mujeres esto es aún peor: de las que jubilaron el último año, ¡sólo el 5% ha cotizado el período completo! Y a todo esto se le suma un factor más: la mayor expectativa de vida.

Segundo, las pensiones no son bajas porque las AFP han invertido mal nuestros ahorros (los que trabajamos en inversiones sabemos lo difícil que es “ganarle” a una AFP), ni porque nos han cobrado comisiones. Según Benavides y Valdés (2018), si las ganancias de las AFP hubiesen sido la mitad, nuestras pensiones serían solo un 3% mayor.

Lo que pasa es que de este último punto brota la sensación de injusticia de que hay un determinado sector privado que lucra, mientras otros no tienen pensiones dignas. Por esto es necesario incentivar la competencia entre las AFP, y que sus cobros surjan de una rivalidad en comisiones igual de potente y transparente que le exigimos a otros sectores. Y para “legitimar” esta competencia, por qué no incluir un ente público en el escenario. Nosotros, los afiliados, tenemos responsabilidad también, pues está muy bien documentada nuestra insensibilidad a las diferencias de comisiones entre AFP.

Por lo tanto, identificando el problema, la solución es clara: cualquier mejora al sistema de pensiones debe generar los incentivos correctos a cotizar, acompañados de medidas que fomenten la formalidad y equidad en el mercado laboral y, aunque tengan un menor impacto, que eleven la competencia. Y en el intertanto, fortalecer nuestro Pilar Solidario.

Por último, hay que tener extremo cuidado con intentar atender todos los juicios del universo “No+AFP”, porque no solo no mejoraremos nuestras pensiones, sino que, todo lo contrario, las empeoraremos aún más. Entre sus críticas, sus detractores reclaman que las AFP inviertan nuestros ahorros en los mercados internacionales y que estén sujetos a sus vaivenes, que inviertan localmente en empresas de “las familias más ricas del país”, que cobren comisión incluso en períodos con pérdida o que no podamos retirar nuestros ahorros antes de la jubilación. Ninguna de las anteriores, excepto la última, merece algún análisis.

Lo cierto es que este sistema de pensiones “autofinanciadas”, o uno alternativo, siempre será imperfecto, y debemos estar constantemente buscando soluciones de largo plazo, a la vez que reforzamos las paliativas. Pero, aunque para algunos no signifique mucho, debemos enorgullecernos de que el actual sistema previsional chileno es reconocido como uno de los mejores, estando dentro de los top 10 en el Índice Global de Pensiones Melbourne Mercer.

-La autora es Economista

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