¿Puede ser menos mejor que más?

El costo de informarse puede ser alto e impedir que, por ello, las personas no tomen las decisiones más convenientes.


Hasta hace pocos años, el enfoque económico se basaba únicamente en el supuesto de que las personas se comportan racionalmente, es decir, tienen un proceso racional de toma de decisiones, en el que eligen la o las alternativas que maximizan su bienestar. Otro de los supuestos típicamente utilizados es que las personas cuentan con toda la información disponible para ese proceso de toma de decisiones.

Sin embargo, han existido avances significativos en los últimos años que complementan lo anterior. Uno es que el costo de informarse puede ser alto e impedir que, por ello, las personas no tomen las decisiones más convenientes. A su vez, ese costo aumenta más cuando la persona enfrenta demasiadas opciones y cuando las mismas son complejas y difíciles de comparar.

Un ejemplo es una persona que cotiza en el sistema de isapres. Hay múltiples proveedores y planes, cada uno con múltiples variables. Para la gran mayoría de los afiliados resulta imposible compararlos. Y si pudieran hacerlo, es absurdo que la persona tenga que dedicarse, en sus horas libres, a convertirse en un experto de modelación financiera en vez de hacer deporte, compartir con su familia o simplemente descansar. Peor aún, en este caso, a pesar de que a primera vista pareciera haber más competencia, porque hay muchos productos, cuando la decisión tiene demasiadas alternativas, complejas y poco comparables, se produce exactamente lo contrario: menos competencia y peores decisiones para las personas. La persona elige mal y después no cambia su decisión, porque simplemente no puede o no quiere analizar las alternativas.

Los gobiernos han tomado nota de esto, en particular para un diseño adecuado de las políticas públicas de salud, educación, pensiones, entre otras.

El profesor Barry Schwartz, autor del libro Paradox of Choice: Why more is Less, propone que en cualquier política pública se efectúen siempre cinco preguntas: ¿Quieren las personas más opciones desde donde deben escoger en un determinado servicio? La investigación muestra que las personas prefieren menos opciones cuando las decisiones son más complejas y más ajenas a su vida cotidiana. ¿Un aumento en el número de las opciones mejorará la calidad de las decisiones? En estudios relacionados a planes de salud y de pensiones se ha demostrado que las personas empeoran la decisión en la medida en que aumenta el número de opciones. ¿Un incremento de las opciones mejora el bienestar de las personas? Si toman peores decisiones cuando tienen demasiadas opciones, ello lleva a resultados que afectan negativamente su bienestar presente y futuro. ¿Un aumento del número de opciones impone una carga molesta para las personas? Se ha observado que las personas más ricas son más felices con una mayor cantidad de opciones, pero en la medida en que tienen menos recursos, en algunos casos, prefieren justamente lo contrario, puesto que ya tienen suficientes dolores de cabeza con llegar a fin de mes. Esto reviste gran importancia, puesto que los diseñadores de políticas públicas pueden no comprender la carga que significa someter a la mayoría de la población a otra lógica. La última y más compleja pregunta es: ¿Un aumento en el número de opciones hace a las personas más libres? En general, sí. Pero también es cierto que obligar a elegir, aun en nombre de la libertad, es coartar la libertad de no hacerlo.

En definitiva, al parecer, muchas veces, y en especial en los productos de consumo, es preferible más opciones o que sean ilimitadas. Sin embargo, en ciertos casos se ha descubierto que un número demasiado amplio de opciones es peor para la mayoría de los ciudadanos. Por eso, en los últimos años, incluso los países más liberales y muchas empresas se han dedicado a simplificar en vez de complejizar el proceso de toma decisiones de los ciudadanos. En Chile se debiese empezar a considerar estos aspectos en cualquier política pública. Es decir, ponerse en el lugar del ciudadano en vez de asumir que todos tienen un doctorado en evaluaciones complejas o que desean hacer dichas evaluaciones. Menos y más simple puede ser, en ciertos casos, mejor que más.

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