“Llevamos seis reformas tributarias desde el 2010... Llegó el momento de plantear en serio la estabilización del régimen tributario en Chile”, afirma tajante el exdirector del Servicio de Impuestos Internos (SII), Ricardo Escobar, al entrar de lleno en el debate que dejó el inesperado y polémico rechazo a la idea de legislar de la mayor reforma impositiva en tres décadas.

En medio de una intensa agenda de viajes en Chile y Estados Unidos, el socio del estudio Bofill Escobar Silva Abogados desmenuza el complejo episodio para el oficialismo y asegura que el Presidente Boric y el ministro de Hacienda, Mario Marcel, tienen una gran oportunidad para llegar a consensos permanentes en materia tributaria y constitucional.

¿Sintió alivio tras el rechazo a la idea de legislar de la reforma tributaria? ¿Cuál fue su primera reacción?

Fue una sorpresa. Fue inesperado e insólito. No recuerdo un hecho similar en un tema tan importante para un gobierno en los últimos 30 años. Sin embargo, es una oportunidad para concordar una buena reforma si se administra bien el proceso y se mira como una oportunidad y no como un fracaso.

¿Quién es el culpable de este rechazo? ¿La oposición?

Fue una irresponsabilidad de parlamentarios del sector de gobierno, eso fue todo. Echarle la culpa a la oposición es una cortina de humo. Esta vez la irresponsabilidad le costó cara al gobierno.

Pero además hay que considerar que este Congreso es mucho más volátil e impredecible que los parlamentos de los últimos 30 años…

Esta es una buena lección para tirar líneas sobre lo que viene en el trabajo de la nueva Constitución. Hoy tenemos dos cosas muy negativas para la democracia: la fragmentación política en múltiples partidos que representan pequeños intereses y que hacen difícil lograr grandes acuerdos, y la falta de penalización para los que actúan en forma populista o irresponsable dentro de un partido. Cuando se ve a parlamentarios como la diputada Pamela Jiles insistiendo en hacer retiros desde las AFP sin pensar en las consecuencias que tiene para el país y la ciudadanía, y le sale gratis a ella, tenemos un problema.

Si hay algo que mejorar en la Constitución actual es el sistema electoral y de partidos. No puede ser que se premie la fragmentación y la actuación individual irresponsable. Eso es fatal para una democracia. Espero que en el nuevo diseño constitucional eso se supere.

“Estoy seguro que van a celebrar quienes evaden impuestos y quienes los asesoran”, dijo Marcel tras el rechazo a la tributaria. ¿Qué le parecieron estas palabras del ministro?

Había una ofuscación evidenciada por el ministro en ese momento. Fue una frase desafortunada. Transmitir que los asesores son todos unos sinvergüenzas no corresponde, así como tampoco suponer que todos los contribuyentes son unos sinvergüenzas. Pero no tenemos que perdernos en eso ni darle mucha importancia. Entiendo que el ministro puede haber estado enojado ese día. Es razonable su reacción, dada la traición de su propia gente.

Lograr estabilidad

¿La reforma tributaria rechazada le parecía una mala iniciativa?

Tenía algunos elementos de mejora en nuestro sistema tributario, pero tenía también muchos elementos disruptivos que tenían poco efecto en recaudación y, además, introducía mucha complejidad innecesaria.

¿Qué le parecía el impuesto al patrimonio que se proponía en la reforma rechazada?

El impuesto al patrimonio tenía un mal diseño, estaba técnicamente mal concebido e iba a ser imposible administrarlo. Era una locura que todo el mundo estuviera haciendo valorizaciones económicas de miles de empresas todos los años, eso era inviable. Pero, además, es un impuesto que recauda muy poco. No funciona. Es como elegir comprar un auto malo sabiendo que va a fallar. En el actual escenario, y en términos políticos, insistir con el impuesto al patrimonio es un suicidio.

Llegó el momento de plantear en serio la estabilización del régimen tributario en Chile. No puede ser que cada dos años, cada vez que hay un cambio de gobierno o un cambio de ministro de Hacienda, se estén planteando nuevas reformas. Cuando la tributación es variable o impredecible tenemos un problema y garantiza que sigamos en una condición de baja inversión.

Es cierto que necesitamos asegurar una recaudación razonable para el estado actual de desarrollo de Chile, pero hay que mejorar el diseño.

¿Por ejemplo?

Uno de los problemas que tenemos en Chile es que seguimos subiendo los impuestos a los que ya los pagan. Hay gente, por contrapartida, que no paga ningún impuesto: ni el IVA, ni el impuesto a la renta, entre otros. Hay evasión de verdad. Lo malo que es un tema que no se ha debatido y eso es fatal, porque estimula conductas análogas del resto de las personas que sí están pagando y que pueden sentir que es moralmente injusto que ellos paguen mientras otros a su lado no lo hacen. Hay un problema de economía informal y no se estaba haciendo nada con eso en esta reforma.

La reforma rechazada también agregaba más complejidad al sistema en vez de simplificarlo, lo que dificulta el cumplimiento y la fiscalización. No había un diseño que buscara abaratar el cumplimiento y el control.

¿Cuando habla de estabilizar el régimen tributario propone, entonces, una reforma que perdure más en el tiempo y más allá de los gobiernos de turno?

Exactamente. Llevamos seis reformas tributarias desde el 2010, lo que da una reforma cada dos años. La idea es tener una reforma con un horizonte, que sea aprobada desde la izquierda a la derecha. No se saca nada con tener reformas que se aprueben con un voto, porque cuando se da vuelta la moneda política inmediatamente se borra lo anterior y parten de nuevo. El problema es que se hacen reformas tributarias como si fueran dogmas religiosos y esos dogmas se caen cuando la realidad se impone o cuando cambia el equilibrio político.

Si se lograse una reforma tributaria que cuente con el 98% de los votos del Congreso, no debiéramos ver un próximo gobierno con un programa donde el tema central sea una reforma tributaria. Se necesita un acuerdo que vaya desde la izquierda hasta la derecha y eso supone dialogar de verdad, tener un diagnóstico compartido. Necesitamos una reforma que dé estabilidad tributaria y que no se cambie por cada gobierno que pasa. También se necesita hacer un sistema que sea coherente.

¿A qué se refiere con que sea coherente?

Por ejemplo, cuál es el sentido que sea más caro tributariamente para un empresario ganar dinero que para un rentista. Es decir, si ganara dinero obteniendo intereses por rentas de inmuebles pagaría un máximo del 40% como impuesto a las personas. En cambio, si montara una empresa donde se contrata gente y se asume el riesgo, ese mismo dinero recibido terminaría pagando un 44,45%. Detrás de todo esto hay un sesgo ideológico, una condena a la actividad empresarial. En Chile es más barato tributariamente ser rentista que ser empresario y eso no tiene sentido.

Lo otro que se puede revisar es el impuesto a la herencia. Si un ejecutivo que acumuló un patrimonio durante toda su vida y ha pagado el 40% de impuesto personal, ¿tiene sentido que pague un 25% adicional cuando herede ese patrimonio a su familia?, ¿tiene sentido que pague el 65% de carga tributaria a lo largo de la vida?

¿El gobierno y la oposición deberían tomarse todo el tiempo necesario para lograr este pacto tributario de largo plazo o es urgente hacerlo?

Esa es la oportunidad que tiene Mario Marcel. El dato es que ya pasó un cuarto del tiempo de permanencia de este gobierno y va a pasar este año completo antes de que termine cualquier intento reforma tributaria. Marcel tiene dos posibilidades: la primera es apurarse con un diseño propio que se enfrente al Parlamento y que sea aprobado con dificultad hacia fin de año, o puede tomarse un tiempo para lograr un acuerdo primero, que sea bien negociado, con un buen diseño, de manera de ser aprobado hacia fin de año.

En ambos casos se termina aprobando en los mismos tiempos, pero la diferencia es que la segunda opción podría ser una buena reforma, estable. La primera opción, en cambio, sería una mala reforma, inestable, una más de las tantas que hemos nos visto durante la última década y que probablemente será desafiada por los próximos candidatos presidenciales.

¿Cree que en algún momento el gobierno, dado los menores ingresos que tendrá por una reforma tributaria menos ambiciosa, deberá aterrizar las expectativas de lo que puede y no puede hacer de su programa de gobierno?

En algún momento deberá reconocer qué es lo que puede hacer respecto de lo que se había planteado. Lo que se había en el programa era bastante absurdo, no tenían ninguna capacidad de gestionar todos los cambios que habían propuesto y mucho menos de gastar la cantidad de plata que ahí estaba planteada. El gobierno debe acomodar las expectativas de gastos a lo que es razonable que se puede hacer, independientemente del tema tributario.

Este gobierno le haría un tremendo favor a Chile y sería un gran triunfo de Marcel y Boric si logran una Constitución bien acordada y una gran reforma tributaria que dé estabilidad al país. Con eso queda la cancha rayada para los próximos gobiernos, las señales claras para la inversión y queda claro cuál es el sistema jurídico y financiero que vamos a tener en el sector público hacia adelante.

Adicionalmente, tenemos que lograr que la gente valore pagar sus impuestos. Hoy la gente siente como una “viveza” no pagar impuestos. Cuando los países avanzan, el no pagar los impuestos es causa de vergüenza, eso es lo que tenemos que lograr. Si de aquí a cinco años cualquier persona es socialmente rechazada porque no está pagando sus impuestos, lograríamos un gran avance. Ahí nos meteríamos en el mundo de los países desarrollados. Además, cuando la gente empieza a pagar más impuestos, empieza a exigir mejores servicios del Estado, lo que merece como ciudadano.

El primer vuelo del gobierno

¿Qué le ha parecido el primer año de gobierno de Gabriel Boric?

Es un gobierno parecido a un piloto que sale a hacer su primer vuelo en solitario. Le tocaron turbulencias y tuvo que aprender a aterrizar. Salió con pocas horas de vuelo y tuvo que enfrentarse a la realidad. Pero es bueno ese aprendizaje. Afortunadamente no vamos a tener una reforma tributaria extrema y probablemente tendremos una reforma razonable, eso es bueno para la Chile. Afortunadamente también el sueño que tenía el gobierno de haber hecho una Constitución delirante se fue. Estamos mejor de lo que estábamos hace un año.

Mario Marcel ha sido también clave en este primer año...

A Marcel le correspondió una acción heroica. Era difícil para un economista serio estar dispuesto a asumir el compromiso de gestionar las finanzas del programa del Presidente. Hay que ser muy valiente para hacerse cargo y poner en riesgo su prestigio. Tenemos todos que agradecerle que haya estado dispuesto a hacer eso con todas las contradicciones que eso significa, con todos los tira y afloja que ha tenido que sufrir en este periodo. Imagino que ha tenido que tragarse cucharadas amargas. El tuvo que moderar los excesos y eso tenemos que agradecerlo.