Volatilidad autoinfligida

GABRIEL CESTAU 2

El primer retiro desde los fondos de pensiones estresó de modo relevante al sistema financiero. Cuando el mercado anticipó lo que se venía, allá por inicios de julio, los rendimientos de los instrumentos de renta fija experimentaron un salto abrupto, mientras que la bolsa cayó casi 10%, aunque podría no ser el único factor que estuvo detrás de este movimiento del IPSA. Finalmente, el impacto no fue duradero gracias a las medidas que implementaron el Banco Central y los reguladores para evitar una mayor volatilidad y también a una buena preparación en el periodo previo por parte de las AFP. Así, las administradoras pudieron vender sus activos más líquidos –que se concentraban en la renta variable internacional y la renta fija local– y minimizaron la pérdida de valor en las carteras. Con todo, podría haber tenido consecuencias significativas el haber presionado para que, en un mercado relativamente pequeño, que ronda los US$ 160.000 millones en el caso de la renta fija, se liquiden grandes cantidades de activos en un plazo muy corto.

De los US$ 17.000 millones que se rescataron luego de la aprobación de la ley, en torno a US$ 6.500 millones correspondieron a instrumentos invertidos principalmente en renta fija local. El Banco Central solo logró revertir los incrementos iniciales de las tasas a partir de una relevante intervención para que las administradoras pudieran acomodar sus carteras con más tiempo. En efecto, tuvo que ofrecer un programa de compras al contado y ventas a plazo (CC-VP) donde llegó a adquirir activos por US$ 5.550 millones. Es decir, que gran parte de la liquidación de activos locales pasó por las manos de la autoridad monetaria. De otro modo, dado el breve plazo que se dio para el pago, los precios habrían sido muy castigados.

Para este segundo retiro, la capacidad de acción puede ser más reducida que en el primero. Es cierto que en la propuesta del Ejecutivo al ser tributables los rescates, los montos solicitados serían menores que en el primer caso. Con todo, la dificultad está en que nada asegura que todo podrá ser cubierto con el mismo éxito. Si bien el Banco Central aún tiene margen de acción para evitar sobresaltos, por ejemplo, a partir de la facultad para comprar bonos fiscales en el mercado secundario de la que antes no disponía, su espacio de acción es bastante más limitado, dado que la demanda final de bonos en los plazos más largos es acotada. En este contexto, será siempre muy importante que al momento de legislar se tomen en cuenta este tipo de consideraciones financieras para evitar efectos colaterales indeseados.

*El autor es economista Banco Santander

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