Solidaridad: la derecha del futuro

ANTONIO CORREA IDEA PAÍS

Por Antonio Correa Ferrer. Aunque Chile Vamos deberá sobreponerse a diversos inconvenientes en la instalación del gobierno, parece encontrarse en mejor pie político e intelectual que la desarticulada Nueva Mayoría para disputar con el Frente Amplio.




Habiendo transcurrido ya un tiempo desde la segunda vuelta presidencial, no parece estar claro cuál será el rumbo político que tomará Chile en los próximos años, pero sí que el resurgido debate ideológico es uno de largo plazo.

Tal como lo explicó el economista Sergio Urzúa hace algunas semanas, la alta votación lograda por el Frente Amplio en comunas como Maipú, Puente Alto y Concepción -entre otras-, muestra que el discurso sofisticado que emana de intelectuales como Carlos Ruiz Encina -el "ideólogo" del Frente Amplio (FA), según algunos- tiene sus bemoles. ¿Qué motiva a ese ciudadano de "izquierda" que parece criticar la modernización capitalista a través de su voto, pero pasa su "domingo en el mall", como sugirió Urzúa? ¿Qué mueve realmente a ese electorado que votó por Beatriz Sánchez?

[ze_adv position="adv_300x100" ]

Por su parte, el principal desafío de la derecha será la proyección de la coalición más allá de los cuatro años. Y aunque Chile Vamos deberá sobreponerse a diversos inconvenientes en la instalación del gobierno, parece encontrarse en mejor pie político e intelectual que la desarticulada Nueva Mayoría para disputar con el FA. Al no constituirse desde la crítica "al modelo" y con la vieja Concertación en retirada por agotamiento, corre sola para ofrecer conducción política en un país cuya ciudadanía parece clara en pedir ajustes, pero no sustitución de modelos. Promoviendo correcciones se le presenta la posibilidad de desactivar el proyecto de la nueva izquierda chilena (la del "otro modelo") y atraer a gran parte de ese electorado moderado que ha venido dirimiendo las elecciones.

[ze_adv position="adv_300x250-A" ]

Por lo mismo, lo suyo no puede ser puro inmovilismo. Mauricio Rojas, quien fuera diputado del Parlamento sueco, con acierto ha sostenido que enfrentamos una encrucijada positiva ante nuestro modelo de desarrollo que, estando fundado en la libertad, debe retomar su énfasis en los valores de la comunidad. Por una parte, los antiguos estados de bienestar (o de compromiso) ya casi no existen en Europa en sus formulaciones estatistas. Todos, de una u otra forma, se han fracturado y evolucionado hacia modelos de gobierno donde la libertad y la iniciativa individual han reemplazado a la asfixiante intromisión del aparato burocrático. Pero, por otra parte, estos cambios han sido sostenibles en la medida en que la libre iniciativa ha sido acompañada de corresponsabilidad social –solidaridad- y, por ejemplo, se incentiva la colaboración público-privada además de potenciar a la sociedad civil. Rojas nos propone aprender de esas experiencias para darle continuidad y sentido a nuestro propio modelo de desarrollo, que sería imposible de sostener si sólo se justificara en base a la libertad individual.

[ze_adv position="adv_300x250-B" ]

Así lo entendió Sebastián Piñera, al establecer la solidaridad como uno de los cuatro pilares de su programa de gobierno y haciendo un fuerte énfasis en ella en múltiples intervenciones. Si bien la solidaridad se asocia generalmente a la generosidad individual y al apoyo a los más vulnerables, es mucho más que eso.

Su origen latino -"soliditas", traducido por "sólido", "compacto", "todo"- ya nos ilustra bastante sobre este principio político vertebrador de instituciones, el cual permite conjugar la iniciativa individual con el interés por los asuntos comunes, teniendo a la vista el bien del todo social -o bien común-. En definitiva, la solidaridad permite expandir la libertad con responsabilidad y compromiso con la comunidad.

[ze_adv position="adv_300x250-C-net" ]

Lo anterior cobra aún mayor sentido si consideramos que buena parte de las demandas ciudadanas provienen de temores o inquietudes que, aun siendo individuales, esperan encontrar un apoyo en la sociedad. Por ejemplo, aquellas asociadas al financiamiento de la educación, las pensiones y el sistema de salud, expresan el temor ante diversas situaciones en las que no se encuentra salida ni apoyo.

Los liderazgos políticos deben ofrecer salidas mediadas: traducir a soluciones posibles las inquietudes que a veces se expresan en formato intransigente o en pura molestia. La izquierda, hábil en política, se apura en intentar explicar el fenómeno y ofrecer posibilidades (muchos poniendo un acento desmesurado y exclusivo en el Estado).

En Chile Vamos hay renovada conciencia de que en ese plano debe disputar políticamente y por eso el desafío es doble: tanto empatizar con la inquietud fundamental que motiva dicho descontento, cómo responder creativamente y usando el lenguaje apropiado. El desafío de la creatividad estará en proponer instituciones que, teniendo en cuenta nuestra propia realidad e idiosincrasia, canalicen respuestas desde sus propias ideas. Es sabido que el mercado, aun con toda su valía, no puede agotar su política ni tampoco podrá generar soluciones por sí solo a todos los problemas sociales.

La solidaridad, en cambio, podría ser la clave que permita articular la libertad con propuestas que pongan su énfasis en lo común, respondiendo así a aquellos temores e inquietudes individuales que, al no encontrar un apoyo en la sociedad, devienen en malestar -y movimiento- social. La solidaridad permite responder con apoyos o seguridades que no vendrán ya sólo del Estado -como aspira cierta izquierda-, sino que también desde la sociedad civil o del mercado, pero que en definitiva existirán.

*El autor es director ejecutivo IdeaPaís.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.