El estrés es una respuesta normal frente a una amenaza. Típicamente en nuestra historia biológica esas amenazas han sido físicas. Estar frente a un precipicio, en un lugar a oscuras sin ver nada, o frente a un animal que acecha, etc. Escenas que gatillan respuestas en el cuerpo. Es lo que en fisiología se conoce como respuesta de huida o pelea, explica el investigador del Instituto de Neurociencia Biomédica (BNI, por sus siglas en inglés), de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, Pedro Maldonado.
La evolución ha hecho al cuerpo humano más eficiente. Si hay un peligro, hay que huir y rápido. Eso implica aumentar el pulso de corazón, erizar los pelos, mandar más sangre a los músculos, etc. Todo para preparar el cuerpo para una reacción. “Se prioriza una respuesta física y se baja la prioridad a actividades mentales de cognición, como la memoria. Por eso muchas veces, cuando las personas están bajo estrés, reaccionan -entre comillas- de una manera más irracional”, explica Maldonado.
Hoy la pandemia por coronavirus es una amenaza. Escapar de la condición de estrés que eso genera, es casi imposible. El estrés es muy conveniente cuando uno tiene una amenaza transitoria porque acelera la acción para poder responder mejor. Pero si esto ocurre por un tiempo prolongado, entonces hay un desbalance, dice Maldonado. Un uso energético excesivo y tiene consecuencias fisiológicas de desgaste en general.
Mecanismos del estrés
Ante una amenaza se produce la liberación de varias hormonas, principalmente el cortisol, gatillada por el aumento de actividad en el hipotálamo, parte de una serie de estructuras que regulan de manera importante la respuesta al medio (ver infografía).
La liberación de cortisol implica un llamado a que pierda prioridad la zona cognitiva y aumente nuestra sensibilidad a los estímulos. Maldonado detalla que “es importante detectar qué está pasando”.
El cortisol es un biomarcador de estrés. Normalmente sube y baja durante el día. “No es una hormona que esté siempre baja, en la mañana nos despertamos y queremos estar un poco más activos, es un poco como la hormona de la activación”, explica Maldonado.
Entre las consecuencias fisiológicas están el dilatar las pupilas, relajar los bronquios, acelerar el corazón, inhibir el sistema digestivo, aumentar la producción de azúcar, porque es una energía que se va a necesitar, y producir la secreción de adrenalina y noradrenalina.
Y se dispara con el estrés. Pero afecta a todo el cuerpo. Reacción buena cuando hay amenaza, dice Maldonado, “pero si uno la mantiene mucho tiempo, produce desgaste, uno no puede estar con los músculos activos todo el rato, no puede bajar su actividad cognitiva todo el rato”.
Una de las consecuencias más importantes que se conocen a consecuencias del estrés se da en el sistema inmune. El cortisol tiende a inhibir el sistema inmune, lo que por un periodo corto de tiempo no es problema. Si estamos al borde de un precipicio o viene un león, el sistema inmune ahí no es tan importante, explica Maldonado, “nuestro cuerpo, a pesar de lo increíblemente sofisticado que es, no tiene la posibilidad de hacerlo todo al mismo tiempo, porque eso requiere energía, y la energía siempre es una limitación”.
“Pero sí yo tengo el cortisol alto por mucho tiempo y tiendo a disminuir la actividad del sistema inmune, entonces voy a estar más expuesto a problemas de respuestas inmune como la que se necesita ahora por Covid-19, porque en caso de infección va a tener menor posibilidad para responder”, advierte Maldonado.
Si no estamos en situación de peligro inmediato, se deben buscar maniobras para reducir el estrés, para bajar los niveles de cortisol y aumentar nuestra respuesta inmune. “Pero eso difícil hacerlo porque no vemos el virus y tampoco sabemos si lo que estamos haciendo está bien o no, tampoco tenemos una retroalimentación importante para que nuestro cerebro diga que lo que está haciendo está bien”, dice el investigador
¿Respondemos todos igual? La neurociencia estima que casa persona construye un modelo de mundo. Nuestro cerebro y nuestra historia nos hace fabricar un cierto mundo para cada uno, por lo tanto, el mundo no es igual para todos, dice Maldonado. “Para cada persona algunas cosas son importantes y otras no, y por lo tanto, no podemos esperar que la conducta de todas las personas sean iguales en un escenario de pandemia, porque la experiencia han ido formando distintos modelos de mundo".
Además, hay variabilidad biológica. “Hemos estado expuestos a ciertas experiencias que gatillan una respuesta de un tipo o de otro”, dice el investigador.
Hay personas que han estado relativamente aislados, que no ven las noticias, conversan con los amigos y por lo tanto, se sienten distantes de la situación que los amenaza.
En cambio, para otra persona, “que en su entorno puede tener muchos enfermos, que tiene niños o padres, mira las cosas de otra manera”, explica Maldonado. La conducta y su diversidad surgen en un poco por las diferencias que hay en la respuesta del cerebro, “pero en realidad por el tipo de experiencia y percepción que tienen sobre la realidad, que no es una sola, son percepciones personales”.
Salud mental
Saber si la pandemia, por ejemplo, impactará en la memoria, dice Maldonado, no se sabe. La ciencia está tratando de entender lo que ocurre, “porque efectivamente no es una cosa familiar para nosotros, ni para los científicos, por lo tanto, todavía no hay certezas”.
Lo más relevante son nuestras conductas en salud mental. Lo que ocurre con el estrés, explica, no es que aumente un problema de salud mental en particular, sino que baja el umbral o el nivel en el cual se gatillan en las personas.
“Cuando vivíamos en tiempos normales la gente era más resiliente, más resistente a que situaciones le provocaran problemas de salud mental. Pero ese nivel ha bajado y ahora una persona que antes podía sobreponerse con su entorno social, con su trabajo, etc., hoy esa contención está ausente y puede manifestar depresión, ansiedad, todo que viene con el estrés”, explica.
Va a haber un impacto en salud mental que no se va a acabar el día que salgamos a la calle. Particularmente aquí es importante distinguir la crisis sanitaria por Covid-19 de otras catástrofes, explica el neurocientífico: “La mayoría de las catástrofes tienen un curso temporal acotado, hay un terremoto queda la embarrada, pero de ahí en adelante se sabe que habrá replicas, y hay una certeza de que la amenaza tiene contención. Lo mismo para las inundaciones. La gran amenaza de esta situación es la incertidumbre de no tener certeza y esta incertidumbre nos complica en hacer planes definitivos y tranquilizadores en el futuro”.
Impacto en los niños
¿Cómo afecta a los niños? El cerebro es bastante resistente, más aun en los niños, dice Maldonado. Pero los niños no tienen una historia muy larga para compararla con situaciones previas. “Para los niños que crecieron durante la guerra, la guerra era la normalidad, no lo veían como algo distinto”, explica.
Los niños en general no tienen las capacidades cognitivas para evaluar en una mirada amplia la situación. Por eso lo que ellos más bien hacen es mirar a los adultos y en particular a los padres y madres. “Si ven que los padres están preocupados ellos se preocupan. Si ven que los padres no tienen certeza, andan con ansiedad y así es difícil que ellos actúen de una manera que no sea con miedo. Ahí el el rol de adultos y padres alrededor de los niños es súper importante. Las recomendaciones tienen que ver con un autocuidado, de manera que no es solo lo que uno le dice, si no cómo actúa frente a ellos”, aclara.