Es un tímido animal consumidor de hormigas, que se enrolla frente a los depredadores con sus fuertes escamas. Pero para muchos, podría ser uno de los culpables de una pandemia que hoy tiene a 558 mil personas infectadas y 25.251 fallecidos en el mundo.

Las primeras pistas que situaban al pangolín como uno de los sospechosos de transmitir el coronavirus a los humanos surgieron en enero, cuando las autoridades sanitarias chinas apuntaron sus dardos al mercado de Wuhan, un lugar donde se comercializaban, faenaban y cocinaban más de una centena de especies como zorros, perros, puerco espines, camellos, cocodrilos, escorpiones y salamandras. El cerco se cerraba poco a poco y aparecían como principales culpables los murciélagos, serpientes, y el ya mencionado mamífero.

Posteriormente, tras descartar al reptil y aún con dudas sobre el papel del murciélago, un estudio de febrero realizado por investigadores chinos identificó al pangolín como un posible “huésped intermedio” que facilitó la transmisión de la enfermedad a los humanos, debido a un genoma igual en un 99% al coronavirus. Sin embargo, las conclusiones fueron “precipitadas”, y se bajó la estimación a un 90% de similitud, no suficiente para los científicos.

La clave sobre la transmisión de un virus de un animal a un humano tiene antecedentes: en la epidemia del SARS, entre 2002 y 2003 en China, el huésped fue la civeta, mamífero cuya carne es muy apreciada, y se vende en uno de los centenares de mercados de animales de la región.

Pero el problema para el pangolín no sólo se relacionaba con ser uno de los posibles transmisores de la infección. También se trata de uno de los animales con más tráfico ilegal del planeta.

Apetito chino

En 2016, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) introdujo, junto a los elefantes y los tiburones, al pangolín en una lista que prohíbe su comercialización, debido a que tres de sus especies se encontraban en peligro de extinción. Pero pese a esta medida, el tráfico ilegal continúa.

De acuerdo a la ONG Traffic, se estima que en el sudeste asiático en las últimas dos décadas se vendieron ilegalmente unos 900 mil pangolines, y sólo entre 2017 y 2019 se confiscaron 96 mil kilos de escamas en países como Malasia, Singapur y Vietnam.

El pequeño mamífero tiene el triste récord de ser el más cazado furtivamente en el mundo. Su carne es muy apreciada y sus escamas son utilizadas en la medicina tradicional asiática, por virtudes que nunca han sido probadas por la ciencia.

“Pero también hay un tema de estatus”, cuenta Ezequiel Hidalgo, Director de Conservación e Investigación de Buin Zoo. “Con con toda la expansión y el crecimiento económico chino, más gente tiene acceso a un mejor sueldo, y los mercados de consumo de animales son bien vistos”.

“A medida que el poder adquisitivo aumenta, hay más familias y personas que acceden a estos lugares. Los mercados como el de Wuhan se han extendido, por lo que hay más gente comiendo fauna y por consiguiente más riesgos”, señala.

El comercio global de venta ilegal de animales es enorme, representando unos 23 mil millones de dólares según las Naciones Unidas. Y los chinos son los principales “accionistas” de un mercado tan perverso como lucrativo.

Cuando en China recién el coronavirus se había declarado epidemia, la policía local allanó centenares de casas, sitios de venta informal y restaurantes por violar la prohibición temporal de capturar, vender o comer animales salvajes. Se recuperaron 40 mil ejemplares y se clausuró y limpió cualquier mercado relacionado con este negocio, debido a que representaba una amenaza para la salud y la seguridad públicas, lo que traería consecuencias posteriores para la investigación.

Aún así, estas medidas podrían no ser suficientes para cambiar costumbres profundamente arraigadas en la cultura china. De hecho, hasta la llegada de la pandemia, la cría y comercio de animales salvajes contaba con el apoyo del gobierno y es una fuente de trabajo para muchas personas en las zonas rurales o más pobres.

Allí el negocio se ve con buenos ojos, ya que de alguna manera impulsa la economía local, lo que a su vez fomenta el contrabando de especies.

Eslabón clave

La importancia del tráfico de estos animales vuelve a surgir debido a un nuevo estudio que establece el papel del pangolín en la transmisión del virus.

En una investigación publicada en la revista Nature, investigadores aseguran que la manipulación de estos animales requiere “precaución”, y llaman a una mayor vigilancia de la especie para comprender su papel en el riesgo de transmisión futura a los humanos.

De acuerdo al estudio, dos grupos de coronavirus relacionados con la infección tras la actual pandemia fueron identificados en 18 pangolines de Malasia contrabandeados a China entre agosto de 2017 y enero de 2018, encontrando similitudes de entre el 85% y el 92%, incluyendo la región del genoma que le confiere un aspecto de corona, lo que facilita la entrada del virus a la parte celular del huésped.

Si bien el estudio asegura que este grado de similitud “no es suficiente” para determinar si el pangolín es el origen el brote, sí demuestra que junto a los murciélagos es uno de los portadores de la infección.

“Pareciera ser que nada descarta que el culpable de la transmisión haya sido el murciélago, pero el animal más cercano al humano probablemente sea el pangolín”, indica Aldo Gaggero, director del Programa de Virología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la U. de Chile (ICBM).

“En un momento se planteó al pangolín porque ya se había identificado al murciélago, y ahora pensaban que a diferencia de estos últimos hubiese habido otro animal intermediario entre humanos y animales”.

“El pangolín se puede infectar y pudo actuar como un intermediario entre el murciélago, o bien haber actuado directamente al ser humano. Hay una relación directa entre el virus actual y los murciélagos, pero probablemente el SARS cambió en los murciélagos y se traspasó al pangolín, algo que se pudo dar perfectamente en la naturaleza, o bien en el mismo mercado de Wuhan”, agrega.

Ezequiel Hidalgo añade que “no es de extrañar que el virus venga de China, debido a que estudios de 2008 lo pronosticaban como una de las regiones del mundo más probables de presentar la próxima pandemia”.

“Sabíamos según lo que pasó en 2003 con el SARS y otros virus, que lo mas posible es que las nuevas infecciones vinieran del sudeste asiático o África”, sostiene.

“El único problema es que cuando este brote comenzó, se precisó que había sido en el mercado de Wuhan. Las autoridades chinas cerraron el lugar y limpiaron todo -algo que desde el punto de vista sanitario era lo correcto-, pero con ello no se pudo determinar qué tipo de animal realmente había sido el transmisor”, señala Aldo Gaggero.

“Estudios posteriores encontraron muestras ambientales del virus en el mercado, pero las especies ya habían desaparecido. Eso nos corta la trazabilidad, y ya no queda fauna en el lugar para poder monitorear”, apunta Hidalgo.

“Se está buscando qué cosas pueden estar involucradas. Todo parte de los murciélagos y falta saber cómo llega al humano, tiene que pasar por un intermediario. Que la infección venga del murciélago y haya pasado al pangolín en el mercado es muy probable, pero no se pueden descartar otras hipótesis. El mercado tiene el ingrediente que muchas muestras de diferentes especies pudieron haber estado involucradas”.

“Probablemente los pangolines sí sean un vector intermediario de transmisión”, puntualiza Gaggero.

“Sólo ahora la gente se está enterando del papel de la fauna y el rol de los mercados de animales como fuente de transmisión de enfermedades. Hay mucho trabajo detrás, gente investigando y siempre se aprenden cosas nuevas. Creo que se va a determinar qué pasó, pero aún no se sabe cuándo”, asegura Hidalgo.