Miseria de la política

Conferencia nacional de programa y organización Salvador Allende Gossens

El actual empate de mediocridad entre un gobierno autocomplaciente, pero que realiza una gestión más bien pobre, y una oposición que mayoritariamente mira más su propio ombligo que los problemas del país, tendría como resultado un estancamiento mayor del que observamos. En algún momento, sin embargo, esta tendencia pasará la cuenta y ese patrimonio político que permitió avanzar hacia un desarrollo económico y social sorprendentemente rápido terminará por extinguirse.



El título de esta columna se inspira en el nombre del libro Miseria de la Filosofía, que escribe Carlos Marx para rebatir las ideas de Joseph Pierre Proudhon.

Como es sabido, Marx tenía muy mal genio y montó en cólera cuando conoció el libro de Proudhon, en el cual su examigo se alejaba de su pensamiento en sus propuestas de transformación económica adoptando un tono más reformador que revolucionario.

Ya el título del libro era un sarcasmo terrible, y el temible polemista que era Marx, después de descalificarlo como economista y como filósofo, no dejó títere con cabeza de las ideas del pobre Proudhon.

Pero nosotros no nos ocuparemos de filosofía, sino de política, y tampoco hablaremos de un autor, sino de una situación que juzgamos grave y triste a la vez.

Tiene que ver con las malas prácticas de los partidos políticos en nuestro país, y la degradación creciente del debate político, que cada vez más se convierte en un paisaje desértico, agobiante por su chatura, repleto de disputas mezquinas y lejano a un verdadero debate de ideas.

De no haberse acumulado por años en nuestro país un patrimonio que llegó a ser ejemplar en la región e incluso más allá de ella, cuyo impulso aún persiste parcialmente, las cosas serían incluso peores.

El actual empate de mediocridad entre un gobierno autocomplaciente, pero que realiza una gestión más bien pobre, y una oposición que mayoritariamente mira más su propio ombligo que los problemas del país, tendría como resultado un estancamiento mayor del que observamos.

En algún momento, sin embargo, esta tendencia pasará la cuenta y ese patrimonio político que permitió avanzar hacia un desarrollo económico y social sorprendentemente rápido terminará por extinguirse.

La conducta de los partidos políticos tiende a ser cada vez mas disfuncional.

En las últimas semanas, las miradas han estado concentradas en el Partido Socialista, que sin dudas ha llevado la guaripola como producto del escándalo mediático que muestra no solo una práctica desatada de clientelismo, sino una connivencia con actividades delictuales ligadas al narcotráfico en una comuna de la Región Metropolitana . Actividades de las cuales existían antecedentes públicos desde hace ya cierto tiempo y a las cuales parece que nunca se les tomó el peso

Aun cuando resulte ser un caso aislado, es grave, muy grave, porque bien sabemos que en otras latitudes la vinculación del mundo delictivo con la política ha llevado a la ruina en diversos países el funcionamiento del sistema democrático.

Por lo demás, nadie puede asegurar que no haya realidades similares en otros partidos y en otras comunas, recordemos a los olvidadizos cómo se extendió el caso Penta en otros temas que dañaron también fuertemente la confianza pública.

Ojalá que las cosas no sean así y se trate de un tumor extirpable.

Pero, a mi juicio, lo más preocupante no ha sido el escándalo en sí, sino la reacción que frente a él ha tenido una buena parte de los dirigentes de ese partido.

Creo que hubiera sido conveniente que ellos hubiesen mostrado una conmoción profunda más en los hechos que en los dichos y hubieran adoptado una posición conjunta solemne y dramática de refundación de los procedimientos encaminada a una reparación total, que permitiera cuidar una tradición política respetable y necesaria para Chile, con una historia, personajes y cartas de nobleza construidas en muchos años.

Ha predominado, sin embargo, un conjunto de acusaciones, peloteras y disputas más bien ligadas al control del poder interno, del aparato partidario y probablemente de los recursos que dispone.

Por lo menos esa es la impresión que se tiene mirando desde afuera con preocupación y hasta pesadumbre.

Naturalmente, la política tiene que ver con la adquisición de espacios de poder, pero se diferencia de la baja política y de la politiquería en cuanto esos espacios de poder son conquistados para poner en práctica, a través de métodos decentes, convicciones, ideas y propuestas al servicio del país. En este caso concreto, de propuestas progresistas que persigan centralmente un desarrollo inclusivo con mayor bienestar social.

Nadie pretende que los políticos sean almas dulces y contemplativas desprovistas de ambiciones terrenas.

Si así fuera, fijarían su domicilio en un monasterio budista, porque no podrían ejercer su vocación en la ríspida arena de la política.

Pero tampoco pueden convertirse en desalmados cuya actividad se reduce a una adicción individual o grupal al poder, sin ideas o ideales algunos.

Desgraciadamente, estamos viendo demasiadas expresiones de ello en el conjunto del arco político de izquierda o derecha, demasiada mezquindad y relaciones peligrosas, incluso a nivel internacional, con grotescos personajes, como Salvini y Abascal en la derecha, y Maduro en la izquierda, que tienen en común el desprecio a la democracia. Por supuesto, hay políticos que salvan e iniciativas políticas que tienen grandeza, pero el promedio deja mucho que desear.

Será muy difícil recuperar el ritmo de avance que tuvimos sin una mejor calidad de la política y del funcionamiento de las instituciones democráticas .

Con los estándares actuales será imposible realizar las transformaciones productivas y sociales que Chile necesita hoy. La política y la función pública no tenderán a atraer a quienes tengan una verdadera vocación de servicio, sino a los aprovechadores y corruptos.

Este no es un fenómeno nuevo. Hace 35 años uno de los grandes políticos del siglo XX, el italiano Enrico Berlinguer, quien concitaba el respeto de partidarios y adversarios, nos alertaba con la siguiente reflexión: "Los partidos políticos hoy son, sobre todo, máquinas de poder y clientela, tienen escaso o mistificado conocimiento de la vida y de los problemas de la sociedad y de la gente. Ideas, ideales, programas pocos o vagos, sentimientos y pasión civil, cero. Gestionan intereses disparatados y contradictorios, algunas veces incluso turbios, en todo caso sin ninguna relación con las exigencias y necesidades humanas emergentes, o si no, distorsionados, sin perseguir el bien común.

Su misma estructura organizativa se conforma en base a este modelo, ya no son organizadores del pueblo o formaciones que promueven la reflexión civilizada y la iniciativa ciudadana: son más bien federaciones de corrientes, camarillas cada una con un "boss" y "sub boss""

¡Qué manera de ser actuales esas palabras!

La democracia requiere de partidos políticos que sean lo contrario de la descripción anterior.

Ello plantea dar hoy un golpe de timón, impulsar un nuevo arranque político, moral y cultural que dé un vuelco en la forma de hacer política.

Es la única forma de evitar que en algún momento los populismos autoritarios terminen por arruinar la democracia.

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