Columna de Héctor Soto: "Superpower"

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"Habiendo llegado a ser un Presidente muy poderoso -porque le cuesta trabajar en equipo y no tiene contrapesos políticos importantes ni en el gabinete ni en el Segundo Piso- no es raro que también sea un Mandatario vulnerable y expuesto".



El Presidente no se equivoca cuando dice que escribir columnas es más fácil que gobernar. Y es verdad que su trabajo es cada vez más complicado, porque el ambiente político ayuda poco, la gente anda muy susceptible, las redes sociales estimulan el conflicto y los climas de opinión se volvieron inestables. Cuando el gobierno, además, está en minoría en el Congreso, estos problemas se multiplican. Y se multiplican por tres cuando la oposición no deja ni siquiera entrar a los subsecretarios y asesores ministeriales a las comisiones de trabajo legislativo.

Es una obviedad decirlo así, pero está claro que ese contexto obliga a tener mucho cuidado. Hay que mirar los proyectos por arriba y por abajo, por el derecho y el revés. Hay que cuidar los detalles y los gestos. Hay que contar hasta 10 -y a veces hace 15- antes de reaccionar. Hay que mantener la calma los y controlar primeros impulsos. Hay que saber escuchar a quienes tengan otras miradas. Y hay que tomarle miedo a la improvisación.

Sí, son lugares comunes, pero es enorme la cantidad de problemas que este gobierno se hubiera evitado con estos resguardos. Lo raro es que el Presidente ya tenía a sus espaldas la experiencia del primer gobierno y se hubiera dicho que estaba inmunizado. Y no, al punto que los principales déficits de esta administración son más de forma que de fondo, más de precipitación que de retraso, más de ansiedad que indolencia.

Tal vez nunca el gobierno fue más dependiente del carácter y el temple del Presidente que ahora. Eso, teniendo un lado que puede ser admirable, porque el Presidente tiene una capacidad de trabajo impresionante y porque está en todas, en lo grande y en lo chico; también es muy peligroso, porque expone al Mandatario, sin aislantes ni válvulas de descompresión, al fuego directo de la crítica pública o del ataque opositor. Por algo será que el sistema presidencial tiene su institucionalidad histórica que supone gabinetes empoderados, con ministros actuando dentro de márgenes razonables de maniobra. Por algo uno de los ministros -normalmente el de Interior- cumple una función de coordinación y control. Y por algo a la relación con los partidos el Gobernante tiene que dedicarle tiempo y corazón, dado que es un nexo con mucho tráfico de ida y también de vuelta. Todo este aparataje puede ser pesado. Sin embargo, es lo que protege al Presidente, de modo que si el gobierno mete los dedos en el enchufe, riesgo del que nadie está libre, no sea él quien termine soportando el golpe de corriente.

Habiendo llegado a ser un Presidente muy poderoso -porque le cuesta trabajar en equipo y no tiene contrapesos políticos importantes ni en el gabinete ni en el Segundo Piso- no es raro que también sea un Mandatario vulnerable y expuesto. Quizás lo ayuda (¿o perjudica?) el tener un sentido del riesgo que no viene de la política, sino de los negocios, porque eso hace que se mueva rápido y que apriete o suelte, cuidándose siempre de dejar una puerta de escape por si las situaciones se complican. Algo de eso se vio en la semana. Soltó cuando desplazó a la Intendencia la reunión por los desórdenes en el Instituto Nacional (era un despropósito involucrarse también en eso) o cuando le quitó prioridad al tema de la jornada laboral (este se estaba enredando en el oficialismo más de la cuenta). Apretó, en cambio, cuando apoyó a la vocera en el ataque al PS, luego de que esta colectividad anunciara una acusación constitucional contra la ministra de Educación. Sin duda que la estaba avalando a ella, pero más allá de eso estaba diciendo que considera inaceptable la acusación contra la ministra Cubillos. Por supuesto que son terrenos peligrosos. Hoy la relación con el Congreso está muy lastimada. Sin embargo, no deja de ser significativo que en lo peor del conflicto el gobierno haya logrado aprobar por amplio margen en la Cámara de Diputados la reforma tributaria, su mayor triunfo político en varios meses.

Nada de esto es definitivo. Pero así van las cosas. San Mateo dice que a cada día le basta su desgracia. La Presidenta Bachelet dijo una vez que cada día puede ser peor. Son estados anímicos y maneras de ver. Hay razones para creer que, por su optimismo incombustible, Piñera tendría que nacer de nuevo para llegar a pensar así.

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