La noche del pasado sábado 11 de abril no fue normal para gran parte de la escena musical chilena. En las últimas horas de esa jornada, una recién creada cuenta de Instagram, llamada @funacarlosmuller, publicaba una serie de denuncias de acoso y abuso sexual contra el fotógrafo Carlos Müller, profesional dedicado al área de la música, el más reputado de ese rubro en el país y que ha trabajado con algunos de los artistas más estelares del circuito, como Los Tres, Los Bunkers, Los Jaivas, Manuel García, Francisca Valenzuela, Gepe, Santaferia y Joe Vasconcellos. Además, era el fotógrafo oficial del festival Lollapalooza Chile desde su origen en 2011.

Los testimonios eran casi todos de hombres que relataban escenas de acoso o abuso sucedidas hace años, cuando eran menores de edad. Algunos estaban narrados en textos, otros en videos, y un par mostraba pantallazos de antiguos diálogos con Müller. Entre los denunciantes figuraban jóvenes que con el tiempo se desenvolvieron en diversas actividades, como cantantes, músicos, youtubers, comunicadores audiovisuales o participantes de programas de TV.

El impacto fue inmediato. Gran parte de los músicos con los que Müller se vinculó laboralmente publicaron al día siguiente en sus redes mensajes de apoyo a quienes hicieron las acusaciones y condenaron el eventual accionar del fotógrafo. El revuelo y el hecho de que fueran menores de edad hizo que la Fiscalía Centro Norte actuara de oficio y que abriera el viernes 17 una investigación para indagar el caso, tal como sucedió en 2018 con las revelaciones contra el director de televisión Herval Abreu.

La decisión va en sincronía con los propósitos de los denunciantes, quienes están estudiando llevar a la justicia sus testimonios; para eso, decidieron empezar a escribir en detalle sus respectivas experiencias, para luego aunarlas en un solo documento. Además, surgen a casi un año de que el gobierno promulgara la ley que declara imprescriptibles los delitos sexuales contra menores de edad, lo que permite perseguir penalmente a los responsables, interponer acciones reparatorias contra ellos y contra terceros civilmente involucrados.

La Tercera conversó con uno de los gestores de la cuenta que destapó los casos y, pidiendo no publicar su nombre, contó que la plataforma se empezó a planificar hace un par de semanas. Además, según agrega, se eligió este período por un factor: ante las restricciones para trasladarse que ha impuesto la crisis por el coronavirus, la idea era evitar que Müller pudiera abandonar con facilidad el domicilio donde reside en Santiago.

Después, continúa: “Muchos amigos fueron sus víctimas de acoso, los invitaba a su departamento en las Torres de San Borja. Sabíamos de su inclinación hacia los menores de edad y los recursos que utilizaba: su cercanía con artistas que los niños idolatraban, (ofrecía) book de fotos ‘gratis’ y promesas de ‘fama’. Todo esto era un patrón recurrente”.

La referencia apunta el lugar donde vive Müller, soltero y de 45 años.

Cuando la cuenta se abrió el pasado fin de semana, tenía un puñado de testimonios. Cuatro días después, llegaban a casi cincuenta. Gran parte de los involucrados compartía lazos de amistad o se conocía de un ambiente en común: el de las fiestas que entre fines de los 2000 y principios de los 2010 se organizaban a partir de Fotolog –el refugio virtual de moda por esos días- o en torno a tribus urbanas como los “pokemones”. Muchos de ellos fueron asistentes a eventos para menores de edad que se hacían los domingos por la tarde, algunos bautizados como Lollipop y que se llevaban a cabo en una discoteca capitalina.

Ahí, según los relatos, Müller era contratado por sus productores para tomar fotografías. En varios casos, y en una situación que se repite en muchos de los testimonios recogidos por La Tercera, Müller abordaba a los jóvenes a través del Fotolog, para ofrecerles sesiones o para que integraran su portafolio. Ahí utilizaba el apodo de Fotoshoc, con el que era célebre en el circuito. Por ese tiempo, en paralelo, ya trabajaba con músicos nacionales de renombre.

El hecho de que varios de los denunciantes se conociera desde esas instancias permitió un efecto dominó. Cuando aparecieron hace una semana los primeros testimonios, otros se sintieron identificados y comenzaron a publicar los suyos.

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Fue el caso de Dani Ride, cantante chileno de pop, youtuber y quien participó en el programa Yingo en 2011. Originario de Pudahuel, hoy tiene 29 años. Su experiencia es una de las más antiguas y está fechada en 2008.

Ride entrega su historia en conversación con este medio: “Yo tenía 17 cuando él me empezó a hablar por Messenger. Iba en cuarto medio. En ese tiempo existían unas páginas de Fotolog que se dedicaban a subir fotos de chicos y chicas que fueran bonitos o tuvieran algo en particular, entonces, me subieron ahí, pusieron mi messenger y así fue como lo consiguió. Me dijo que me encontró guapo y me agregó. Yo no supe cómo reaccionar, pero yo quería encontrar gente con quien hablar, en ese entonces estaba muy depresivo, me habían abusado, un doctor a los 16 años. Yo me dedicaba a la música cristiana en ese entonces. Yo le contaba esas cosas, también que me daba miedo tener relaciones sexuales con mi novia, pero él me decía que tenía que asumir que era homosexual. Hasta ese momento yo sentía que era heterosexual, estaba pololeando, estaba enamorado y él siempre me insinuaba cosas: que terminara con mi polola, que yo era obviamente gay. Siempre intentaba hacerme sentir gay”.

“Era fácil manipular a un niño. La relación online duró aproximadamente un año tres meses, tenía mi confianza ganada, aún así yo tenía nervio de ir solo a su departamento. Me ofreció fotos gratis, me dijo que por ‘la buena onda’, por mis atados familiares. Yo lo admiraba mucho. Un día fui a su departamento. Me dijo que fuera solo”.

Dani Ride retratado por Carlos Müller.

“En total me debe haber sacado como 30 fotos, luego me dijo ‘relájate’, me agarraba de la cintura, me acuerdo que me puso la mano en el bolsillo de atrás del pantalón, yo me sentía muy intimidado. Me dijo que me pusiera una vestimenta sugerente, yo le dije que no, que era un cantante cristiano, era imposible que me lo pusiera. Me acuerdo que se enojó. El segundo beso que me dio se lo respondí, yo estaba muy confundido, todo el tiempo pensando ‘¿será que no quiero?, pero es mi primer beso homosexual’. Luego me dice ‘para que te relajes más, vamos a mi pieza que está el computador, te muestro cómo van las fotos, y después de eso seguimos sacando fotos’. Fui a su pieza, me preguntó si quería ver fotos de otras personas, pero le dije que no. En eso, me vuelve a robar un beso y de nuevo se lo respondo, por las mismas razones que la vez anterior. El me hizo sexo oral, me vino la culpa, agarré mi chaqueta y me fui al baño. Lloré mucho, él me decía ‘tranquilo, ahora te toca a ti’, y yo lloraba más. Entonces, salí corriendo”.

El hoy cantante cuenta que con los años se topó otras veces con Müller. En 2017, fue invitado en su rol de influencer a la premiere en el Movistar Arena de Séptimo Día, el espectáculo del Cirque du Soleil dedicado a Soda Stereo. En el cóctel, según recuerda, Müller, quien también estaba cubriendo la cita, se le acercó y le dijo: “tú me debes algo”.

“Yo le respondí: ‘¿qué te pasa? eres un desubicado de mierda, no me puedes decir eso acá’. Luego de mi respuesta se hizo el simpático, incluso me dijo ‘volvamos a hacer las fotos’. En esa oportunidad, Carlos me sacó fotos, me las envió por Instagram y me dijo que lo etiquetara. No las subí y lo bloqueé”.

Dani Ride en la actualidad.

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David Montoya, hoy de 24 años y nacido en la comuna de Santiago, es instagramer, youtuber y también se animó a publicar su experiencia cuando vio la conmoción que había detonado la arremetida virtual contra el fotógrafo. Lo que detalla para La Tercera aconteció en 2011.

David Montoya retratado por Carlos Müller.

“En esa época estaba en el colegio, en segundo medio. Con respecto a la sexualidad, yo ya estaba súper claro, de hecho, a la gente que él le tomaba fotos era gente gay que yo seguía. Quería esas fotos porque uno en esa época quería ser famoso de Fotolog. En ese tiempo era lo máximo tener una foto de Fotoshoc, lo que él usaba para abusar psicológicamente de las personas. El hecho de hacer una sesión de fotos muy barata, me cobró como 7 mil pesos, fue parte de su estrategia para que pasara algo conmigo”.

“Le empecé a hablar, lo contraté para que me tomara fotos, le pedí que me enseñara a editar, me llevó a su computador, me enseñó un par de cosas y luego me mostró fotos de hombres desnudos que él había fotografiado. No voy a decir que fue violación, porque fue con mi consentimiento. Pero ese día él me hizo sexo oral. Ahora me doy cuenta que fue un abuso porque él tenía más de 30 años y yo 15. Él se aprovechó del poder que tenía con la fama”.

David Montoya en la actualidad.

Francisco Victoria es hoy uno de los créditos más ascendentes de la escena musical chilena, gracias a una trayectoria que partió en 2018. Él también publicó un testimonio en el Instagram que difundió las acusaciones. Este medio lo contactó a través de su equipo, para profundizar en sus declaraciones. El cantante prefirió restarse. Parte de su declaración en la web fue así: “Con respecto a @funacarlosmuller, yo mismo lo viví igual que muchos otros niños. A mi me pasó cuando tenía 16 años con este personaje, otros niños a los 13, 14, 15. Es muy difícil hablar de esto, somos muchos los que en algún momento sin sospecharlo fuimos acosados o en otros casos abusados por este psicópata, mi corazón está con las víctimas y espero que toda la verdad salga a la luz”.

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Nacido en San Pedro de la Paz, Carlos Müller Cáceres es el menor de seis hermanos y se dedicó a la fotografía de forma autodidacta, cuando en la enseñanza media empezó a capturar imágenes de las bandas que pasaban por el Colegio Salesianos de Concepción, donde estudiaba. Aunque ingresó a la Universidad del Bio Bío a cursar Ingeniería Electrónica, durante los fines de semana seguía perfilando su hobby, esta vez de manera más formal, ya que colaboraba con el diario Crónica. Ahí descubrió que lo que más le apasionaba era retratar a músicos en su hábitat, en los conciertos.

Su primer trabajo más significativo, y algo así como el despegue de su carrera, vino en 2002, cuando la edición chilena de la revista Rolling Stone le encargó un seguimiento a Los Bunkers en Concepción. A partir de ahí, sellaría un trabajo de casi una década como el fotógrafo de cabecera de los hombres de Miño.

De hecho, fue uno de los pocos que integró el acotado círculo que supo con cierta antelación que el quinteto se reuniría en diciembre de sorpresa en Plaza Italia. Los músicos se pronunciaron el pasado domingo 12 en su Instagram oficial: “Queremos declarar nuestra absoluta solidaridad con todo menor de edad o adulto que haya sido víctima de las conductas de Carlos Müller, conocido fotógrafo de la escena nacional. Las situaciones descritas en redes sociales son absolutamente inaceptables”.

Con un prestigio creciente, hacia 2006 empezó a retratar a otro coterráneo, Álvaro Henríquez. Y también se convirtió en el hombre tras las imágenes del cantante y de Los Tres, capturando casi todas sus etapas de los últimos 15 años, incluyendo secuencias de backstage. Hace unos días, los autores de La espada y la pared también reaccionaron: “Esperamos que la justicia se pronuncie con el rigor que actos de este tipo ameritan”.

En la década de los 2010 ya era un nombre consolidado y sumó otras figuras de alta popularidad a su catálogo, como Francisca Valenzuela y Gepe. Según varios artistas consultados, Müller tenía al menos tres características que lo hicieron ganarse la confianza de la industria: su carácter reservado, lo que permitía que “se notara muy poco” cuando estaba apuntando con su cámara en shows, sesiones promocionales o camarines; el hecho de que la fotografía asociada a la música casi no existiera como disciplina en Chile, siendo él quien encarnaba una labor con escasa oferta pero que se fue haciendo cada vez más necesaria; y para muchos, era el único que en su trabajo sabía captar “la esencia de los artistas”.

Su logro más rotundo llegó en 2016, cuando el equipo de The Rolling Stones lo contrató para que hiciera las fotos del recital de los británicos en el Estadio Nacional, contacto que hicieron a través de los organizadores locales del evento. A fines de esa temporada, una de sus imágenes fue escogida para la portada de la edición estadounidense de la revista Rolling Stone, como parte de un reportaje del conjunto, y donde Mick Jagger y Keith Richards aparecían relucientes en el escenario ñuñoíno.

Portada de la revista Rolling Stone, con una imagen de The Rolling Stones tomada por Müller en el último show del grupo en Santiago.

Antes, en 2011, se convirtió en el fotógrafo oficial del festival Lollapalooza que ese año llegó al Parque O’Higgins. Müller es autor de casi la mayoría de las fotografías que sus promotores, la productora Lotus, han entregado a los medios. Consultados por el tema, dicen que dejarán de contar con sus servicios y que no volverán a ocupar sus registros. La firma también se manifestó en sus plataformas condenando el accionar de Müller.

Otra de sus faenas guarda relación con las tapas de discos. Fue el autor de la foto que ilustra la portada de Retrato iluminado, el álbum de 2014 de Manuel García y donde el cantautor aparece junto a la actriz Catalina Saavedra. Ella dice: “Él sin duda está enfermo… ¿de dónde vendrá eso? Eso me interesa siempre en estos casos, en vez de condenarlo de una, me pregunto ¿de dónde vino? ¿cómo fue su infancia? ¿en qué momento se produce esa psicopatía en tu vida que te transforma en una persona peligrosa? Desde algún lado lo compadezco también, pero en estos casos de abuso de menores es súper delicado, porque afecta vidas futuras en casi todos los casos”.

Carátula del disco Retrato Iluminado, de Manuel García, foto tomada por Müller.

El grupo Saiko trabajó dos veces con Müller, en 2016 para unas fotos promocionales y en el verano de 2017 para La Cumbre del Rock Chileno, otra instancia donde tomó numerosas imágenes después utilizadas para material de difusión por distintos músicos.

Su cantante, Denisse Malebrán, reflexiona: “En cualquier espacio donde se produce una develación de una persona abusada se desata un sismo, no sólo por el hecho en sí, sino que además provoca que otras personas que están observando esto se atrevan a hablar. He estado recibiendo por varios días relatos de fans y de gente que se motivó a contar su propia historia a partir de esto, y creo que es un poco lo que seguirá ocurriendo. Cuando alguien conocido, cercano o cuando alguien que uno se topó, sale a la luz su doble vida, su lado oscuro, queda un rato esta réplica. El abusador también puede ser tu amigo, tu familiar, alguien destacado o reconocido en algún área”.

Algunos de los más significativos retratos de Gepe en su carrera también estuvieron bajo el lente de Müller. El cantautor cuenta: “Este caso es una pena por las víctimas, porque conozco a dos. Hay un chico que se llama Nicolás que expuso (en el Instagram) cómo este tipo abusó de él de manera sistemática”.

El artista se refiere a un testimonio de un joven que publicó una foto de él con Gepe tomada por Müller en 2014. “Me acuerdo de esa foto, porque este chico me dijo ‘oye Gepe, me puedo tomar una foto contigo’. Y desde ese año, Nicolás siempre me escribe y me tira buena onda, y nunca me contó nada. De pronto se lanza con esto y me dio mucha pena. Me sentí en la responsabilidad de hablar, porque trabajé con Carlos, tanto como él lo hizo con un montón de artistas. Carlos andaba por todos lados. Y es heavy haberlo tenido tan cerca y no saber de estas cosas. Así de profundo son estos abusos que las personas sólo pueden externalizarlo muchos años después”.

Pedropiedra tuvo un contacto laboral con Müller en enero, cuando tomó fotos para un show en Santiago de uno de los proyectos que integra, Pillanes. “No volvería jamás a trabajar con él, los testimonios son escalofriantes. Las víctimas tienen todo mi apoyo”, expresa.

Müller siguió trabajando hasta este año con nombres como Manuel García, Álvaro López y Santaferia. El mánager de estos últimos, Cristóbal González, comenta: “Nunca notamos nada y nos enteramos de lo que pasó como todo el mundo: por Instagram. Es evidente que tras el profesional destacado que todos conocimos, había otra persona, una absolutamente desconocida y que él supo esconder por años. Si hay medidas legales, y en el caso que podamos aportar algo, acá estamos”.

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Uno de quienes apoya una eventual acción judicial es Diego Jeria, hoy de 27 años y radicado en España desde 2019. Crecido en La Granja, cuenta que se comenzó a relacionar con el fotógrafo en 2008. “Cuando tenía 15 llegué a Chile, vivía con mi familia en España, pero volví a vivir con mis abuelos. No conocía a nadie, estaba todo este mundo de las redes sociales, del Fotolog. Por medio del lugar donde llegué a vivir conocí a un grupo de niños, todos de la misma edad: 12, 13, 14, 15 años”.

Diego Jeria retratado por Carlos Müller.

Según sigue, con ellos iba precisamente a fiestas para menores en el centro de Santiago. “Una de las personas que conocí así fue Carlos Müller, alias Fotoshoc, que me agregó después de verme en una foto de las fiestas. Me mantuve en contacto con él como tres meses y en reiteradas ocasiones me hacía invitaciones sexuales, con un vocabulario extremadamente vulgar”.

“Él sabía que yo tenía 15, pero él nunca me dijo su edad, yo después supe que tenía 32 años en esa época. Siempre me invitó a su departamento, yo le decía que no, hasta que salió con el tema de las fotos. Cuando nos agregamos a las redes sociales vi todo el movimiento que generaba en la escena con sus fotografías, incluso llegué a sentir una especie de admiración hacia él, porque era muy seco, lo veía con artistas que a mí me encantaban. El manipuló la situación diciendo cosas como ‘yo te podría conseguir esto si vienes a mi departamento y hacemos algo’. Me ofrecía entradas o la posibilidad de sacarme fotos con algún artista”.

Diego Jeria en la actualidad.

“Un día me dijo que me quería sacar fotos y que tenía marihuana para regalarme. Accedí. En su casa me saqué fotos con la ropa que tenía puesta, pero me dijo que me sacara la ropa porque él sabía hacer unas fotos muy bacanes sin ropa. Quedé solo en calzoncillos y cada vez que me sacaba una foto estaba más cerca, hasta que me agarró de la cabeza para darme un beso con una mano y la otra me la metió por debajo del calzoncillo, me tocó el pene, los testículos y metió su mano hacia abajo. Para mí fue muy cuático, a esa edad no había tenido sexo aún. Carlos Müller me empujó de cabeza a mi vida como gay, uno espera vivir los procesos, no que venga un viejo a tocarte así. Ese día me forcejeó, ejerció presión entre su cuerpo y el mío. Yo me vestí, le dije ‘me tengo que ir’, y me dijo ‘vamos a mi pieza, es para editar las fotos’. Yo le dije que me las enviara. Me las mandó por Facebook y nunca más volví a tener contacto con él”.

Javiera Anais es transexual, nació en Recoleta y hoy tiene 23 años. A principios de la última década, comenzó a participar en la producción de las fiestas quinceañeras donde Müller iba a capturar imágenes. “El 2012 tenía 15 años y era Bastián, un chico gay. En esa época era pokemón y era común en esas tribus querer ser popular”, cuenta hoy. Además, agrega que luego de una reunión de todo el staff en el departamento del fotógrafo, este le pidió que se quedara cuando ya todos se fueran.

Javiera Anais, en esa época Bastián, retratado por Carlos Müller.

“Cuando terminó de sacarme las fotos, me llevó a su pieza porque le pedí que editara las fotos y me senté frente al computador. Ahí tenía muchas fotos de niños desnudos, eróticas, en blanco y negro. De niños amarrados con cuerdas, salía un niño que tenía las manos atadas en la espalda. Me empezó a dar besos y me dijo que me bajara los pantalones. Me pidió que me pusiera en la cama de guatita. Yo estaba que le decía “pucha, no quiero” pero no me dio la valentía. Sentía que fue solamente un chantaje por sacarme fotos gratis. Me fui como a las tres de la mañana a la casa de mi abuela en Maipú, corriendo a tomar una micro, no tenía plata para taxi y él tampoco me pasó. Esa noche me llamó por teléfono para decirme que no le contara a nadie lo que pasó”. Anais hoy admite que el fotógrafo lo obligó a tener una relación sexual con él.

Javiera Anais en la actualidad.

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La misma situación revelan Francisco Yáñez y Diego Villablanca.

El primero hoy tiene 27 años, estudia administración de empresas y su encuentro con Müller fue hace una década, cuando tenía 17 y vivía en San Bernardo. Su experiencia se configura bajo las misma características de otros denunciantes: el fotógrafo le habló a través de Fotolog, lo invitó a su casa a hacerse fotos profesionales y luego lo llevó a su pieza para descargar los registros en el computador.

Francisco Yáñez, retratado por Carlos Müller.

“Fue un momento complejo, yo no sabía qué hacer, nunca había tenido intimidad sexual, aunque si me definía como una persona homosexual, porque me atraían los hombres. Yo nunca había tenido una experiencia previa. Me sujetó de una muñeca muy abruptamente. Él podía tener el control, yo pesaba cincuenta y cinco kilos, era una persona sumamente delgadita. Quería irme, no sabía qué hacer, sentía miedo, rabia e impotencia, además le había mentido a mi madre diciéndole que iría donde mis amigas”.

También reconoce que el fotógrafo lo obligó a tener una relación sexual.

“Salí del departamento y tomé el metro. Me fui callado hasta la estación La Cisterna, mi trayecto fue largo, me sentía adolorido. Yo decía ‘¿por qué me pasó esto?’ y pensaba ‘quizás me lo busqué’”.

Francisco Yáñez en la actualidad.

En tanto, Diego Villablanca tiene 29 años, es comunicador audiovisual y desde diciembre vive en Brasil. Oriundo de Rancagua, a los 18 se fue a Santiago, donde conoció a Müller, quien también lo contactó a través de Fotolog.

“Todo comenzó con la admiración que yo sentía por Carlos y sus fotografías de aquella época, que no era como ahora que está enfocado a artistas pop y rock de Chile. Antes eran fotos de estudio de niños, adolescentes y chicos hombres. Una de las primeras semanas de haber llegado a Santiago, me dice ‘ven a verme para tomarnos un tecito’”.

En un extenso testimonio, Villablanca cuenta que al entrar al departamento y sin hacerle fotografías, de inmediato Müller lo besó y le hizo insinuaciones. Bajo el mismo modus operandi ya descrito, también lo obligó a tener sexo sin su consentimiento. De hecho, recuerda que le dijo una frase puntual: “No vamos hacer nada que tú no quieras. Porque yo sé que quieres”.

Diego Villablanca en la actualidad.

“Llegué a mi casa y me encerré en mi pieza a llorar la tarde entera y la noche entera, no entendiendo nada y odiándome un poco, sintiéndome cochino, irresponsable, urgido”.

“No lo volví a ver. Lo bloqueé en ese momento, ni siquiera supe como se llamaba, no seguí más su carrera. No supe más de él hasta ahora. Para mí, desapareció de mi vida absolutamente. Ahora me vine a enterar de su existencia como Carlos Müller por todo lo que ocurrió, pero durante estos 11 años, no supe nada de él. Me enteré de la funa por Dani Ride. Empecé a hilar, entendí el contexto y me di cuenta que era él. Descubrí a Diego Jeria, otro amigo, y dije ‘chuta, fuimos varios’. Hay amigos súper cercanos, personas que quiero mucho y yo pensaba que estaba solo en esto”.

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Finalmente, La Tercera obtuvo el testimonio anónimo de D.A., hoy de 25 años, de Santiago Centro y funcionario público.

Fotografía de D.A. hace cerca de una década.

“Cuando comencé a conversar con él fue a los 13 años, yo estaba en el Instituto Nacional en ese 2008, en octavo básico. Era Pokemón, tenía mi grupo de amigos del liceo y amigos de afuera. Nos juntábamos casi siempre después de clases en el Parque San Borja que queda en U. Católica. Fue la primera y última vez que lo vi, yo ya estaba claro respecto a mi sexualidad, la tuve clara desde chico, pero nunca había tenido una experiencia con alguien de su edad”.

“En mi caso hubo abuso psicológico y físico de parte de Carlos Müller. Los recuerdos estaban bloqueados, me dolió la cabeza cuando comencé a hacer memoria. Yo rodeaba los 14 años, me contactó por Facebook. En esos años de tribus urbanas, la mayoría ocupábamos Fotolog, Flickr o MySpace. Muy pocos tenían plata para costear una sesión de fotos, entonces que te la ofrecieran gratis llamaba la atención, a mi no me causó mucha duda ya que por Facebook él era simpático y pensé que le había caído bien. El obvio lo ofrecía así, porque sabía que después podía salir su recompensa sexual. Un día viernes, fui al famoso departamento. La sesión se dio normal, hasta que me llevó a su pieza pequeña con el computador y dos sillas”. También el profesional precipitó una relación no consensuada.

Imagen de D.A. en la actualidad.

“Decidí dar mi testimonio porque creo que se tienen que visibilizar sus abusos, porque puede seguir cometiéndolos, entonces, es necesario que se sepa quién es, su forma de operar, y así cualquier persona que busque su nombre en internet sepa con quién está hablando. Creo que una forma de ir cerrando heridas es contarlas, verbalizarlas o escribirlas, pero más que nada lo primero: que se haga justicia creo que es importante”.

Carlos Müller fue contactado por La Tercera para obtener su versión en torno a todos estos casos que lo implican. Su respuesta fue: “Por recomendación de mi abogado representante, no voy a emitir comentarios por el momento”.

En la escena musical aún existe asombro por las revelaciones, ya que, según admiten mánagers, productores y músicos, no tenían noción de que situaciones así estuvieran vinculadas con Müller. Por lo demás, todos coinciden en el complejo trance que hoy enfrenta una de las trayectorias más elogiadas en la música nacional de los últimos años.