Nunca voy a votar por la derecha. Soy de izquierda. En el caso del Partido Comunista, hay liderazgos bien valiosos. Pero hay cosas que me parecen inaceptables, como esta ceguera ideológica que les impide ver lo que pasa en Venezuela o condenarlo como tal. También soy capaz de ver personajes valiosos al otro lado. Me gusta mucho escuchar a Jaime Bellolio, que no sé qué hace todavía en la UDI, está con un constante conflicto. Debería resolverlo ya.

No quiero ser el hueón desagradable de la mañana. Me gusta tener un espacio para decir lo que pienso. Aunque antes de ser panelista de Bienvenidos no veía matinales. Tampoco me interesaban. La invitación coincidió con algo que yo estaba buscando. No estaba precisamente pensando en un matinal, para ser franco. Yo opino con total libertad, sin pensar si soy políticamente correcto o no. Pero a pesar de que llevo un año en la tele, con el matinal, y ahora con la segunda temporada de Sigamos de Largo, no estoy pensando en una carrera televisiva.

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Mauricio Jürgensen

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Desde chico era muy hocicón. Mi mamá se acuerda que yo en primero básico hablaba de los derechos humanos. Tuve cercanía con historias de detenidos desaparecidos. Hay una historia de un primo lejano que no fue perseguido políticamente, pero que en la época del toque de queda, cuando él se bajó de su camioneta para ir al baño, un soldado lo confundió. Lo ametrallaron. Lo destrozaron.

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Mauricio Jürgensen

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Quiero que en mi funeral pongan Anywhere I lay my head, de Tom Waits. Lo he conversado con amigos, en noches etílicas. Esa canción habla de que cada lugar donde pones la cabeza, ahí está tu casa, tu hogar. No creo en la reencarnación, pero si creyera, me gustaría reencarnar en Tom Waits.

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Mauricio Jürgensen

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No me sentaría a trabajar en un panel ni con Checho Hirane, ni Patricia Maldonado, ni Gonzalo de la Carrera. Con Raquel Argandoña fue un súper descubrimiento. Nunca le escuché decir nada que me hiciera sentir contrariado. Lamenté harto cuando se fue, era un súper aporte al programa.

Tuve un grupo musical que se llamaba "Sórdido". Fue un pésimo nombre. Hacíamos unos carteles y decían "Valparaíso es cada vez más Sórdido". Era con estética noventera, como medio sufrida, como medio en contra de la fama. Éramos todos hijos de Nirvana. Pero sí, tuve como un momento de fama.

Chris Cornell me esperó para terminar una entrevista. Siempre me han dicho que me parezco a él. En 2007, lo entrevisté y tuvimos muy buena onda. Pero la encargada de prensa me avisó que teníamos que cortar, porque no había más tiempo. Chris Cornell quería seguir. Al rato ella me llama y me dice que vamos a terminar la entrevista después de su concierto, que fue en Espacio Riesco. Después de un concierto tremendo, de tres horas, con una taza de té verde, sentado en un sillón, con chaqueta de cuero, mirando la taza como agobiado, estaba Cornell esperándome.