Manifiesto de Juan Pablo Izquierdo, director emérito Teatro Municipal

Foto: Mario Tellez

He tocado en Alto Hospicio, La Pintana y La Granja, y se llena. Hay un público del Municipal que no viene de los estratos altos, que se las arregla y se mete. En algunos lugares del barrio alto no hay mucho interés. La música clásica tiene menos penetración en esos sectores.


No creo que todo tiempo pasado fue mejor. Diría que las épocas son distintas. Antes se hacían festivales de música chilena en el Municipal, obras de cámara y sinfónicas cada dos años. Eso ya no existe. Pero hoy tenemos 140 orquestas en todo Chile, cuando antes éramos muy pocos. La diferencia es descomunal.

Con mis compañeros de curso nos colábamos al palco presidencial del Municipal. Como nunca venía el Presidente, nos dejaban pasar a escondidas.

Estudié Arquitectura, pero duré tres meses. Mis padres me habían dicho que tenía que estudiar algo más que música. Acepté, pero sentía que no tenía nada que ver con eso. La música siempre fue mi mundo.

Mantener el Teatro Municipal es una obligación de Estado. Esto es un patrimonio y las autoridades tienen que entenderlo. Que digan que no hay interés por la música clásica es un absurdo. Acá vienen muchos estudiantes que pasan directo del colegio a ensayar y se van muy tarde a sus casas. No son familias de plata. Tú ves que hacen un sacrificio, no los traen en auto al ensayo.

La división entre la música clásica y la música popular es ficticia. En la esencia de la música eso no existe. Los prejuicios vienen de gente que no entiende ni quiere entender y que asume cosas que no son verdad. A mí me gustan mucho Armando Manzanero, Violeta Parra y Margot Loyola.

He tocado en Alto Hospicio, La Pintana y La Granja, y se llena. Hay un público del Municipal que no viene de los estratos altos, que se las arregla y se mete. En algunos lugares del barrio alto no hay mucho interés. La música clásica tiene menos penetración en esos sectores.

Siempre quise estudiar con el maestro Hermann Scherchen. Lo vi dirigir en Chile y me pareció tan extraordinario, que siempre quise estar ahí. Lo convencí que me tomara de alumno junto a un norteamericano. La condición era estar tres años, día y noche, estudiando. Era de un rigor enorme. Teníamos que aprender partituras de memoria, escribirlas y cantar las voces. Recuerdo que vivía en Suiza y una vez nos dijo que fuéramos a las cuatro y media de la mañana a su casa. Lo esperamos por tres horas afuera, en la nieve. Y no nos dijo nada. Era parte de la lección. No cualquiera aguanta.

Estoy preparando una recopilación de mis 53 años de vida profesional. Gran parte de mi repertorio es de música contemporánea. He vivido la mayoría de mi carrera en el extranjero y esas cosas no se conocen en Chile. Estoy recopilando eso. Hay obras de Edgard Varese, Iannis Xenakis y George Crumb, entre otros. Lo presentaré a finales de año en el Centro de Estudios Públicos (CEP).

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