Manifiesto: Massimo Funari, chef

"En Chile me hice más copuchento"


Hoy nadie tiene tiempo para cocinar. Ya no hay tiempo para que la familia se junte alrededor de la cocina. Antes se empezaba a cocinar como a las cinco o seis de la mañana, sobre todo los domingos para que a las doce la comida estuviera lista. Era tradición juntar a la familia completa a cocinar, pero eso fue desapareciendo con esta vida un poco más acelerada y moderna donde nadie tiene tiempo porque están estresados, cansados o con otros panoramas. Pienso que nadie está dispuesto a estar seis o siete horas cocinando.

Lo que tienen en común italianos y chilenos es ser medio bipolar. Sobre todo en el tema del fútbol, donde cambia el humor de las personas: van del éxito al fracaso en menos de cinco minutos. Un día somos campeones del mundo y al otro tenemos que jubilarnos. Lo mismo pasa acá con esta sensación de éxito de la nueva generación del fútbol, que te ha llevado a momentos muy felices y en el mismo minuto también a la desilusión.

Me estoy dedicando al mundo de las maquetas. Me gusta armar maquetas, tengo armada una donde tengo mis montañas, mis ferrovías, unas luces. Tengo todo el cuento, pero siempre todas tienen que tener una vía de tren alrededor. Cuando era chico y vivía en Italia, mi vecino armaba estas maquetas y era fanático. Tengo unos recuerdos muy agradables de eso, entonces cuando pensé en elegir una cosa que hacer aparte de la cocina, me lo armé.

Yo convencí a mi mujer de que viviéramos en Chile. Mi mujer, Irene, es chilena y una vez cuando estábamos pololeando vinimos acá de vacaciones en 1987. Me gustó mucho como país porque no había nada. Me dije "esto todavía está creciendo y va a crecer", y decidimos venir en el 89, pero fue más una decisión mía.

Actúo pensando que las personas han leído mi mente. Voy mucho más rápido, pienso algo y actúo, pero la gente no se da cuenta en qué ando y quedan medio colgados. Ahí me equivoco porque no comunico y me doy cuenta que con un poco más de comunicación sería más fácil.

Pienso que un restorán funciona porque uno está metido en cuerpo y alma las 24 horas. Trabajar en un restorán es un trabajo sacrificado y difícil. Hoy día la nueva generación tiene una idea diferente de lo que es el sacrificio. Todos dicen que cuando hay un buen equipo todo funciona, pero un buen equipo siempre tiene que tener un buen jefe, como un general que va a todas las batallas. Hoy se está perdiendo este concepto, la gente piensa que se puede controlar un restorán con control remoto desde la casa poniendo dos cámaras, pero yo no pienso así.

Mi nieto sacó de mí el lado bromista. Hago muchas bromas con palabras y él tiene ese sentido del humor. Puede estar serio, yo digo una broma, él la capta y después la replica en su mundo. Esa misma dinámica la hace con sus amigos en el jardín.

Una vez fui a conocer China por 5 días. Estuve tres días viajando en total y cinco días en Shanghái y volví. Mis viajes son cortos e intensos, he hecho unos cincuenta viajes en mi vida, pero son de no más de una semana. Mi familia me odia porque no hay ningún viaje que haya hecho sin mover alguna fecha: siempre corro los pasajes, o los adelanto o me quedo más días.

Para mí no existe ni la izquierda ni la derecha. Esta discusión de ideologías es obsoleta, lo hacen para mantener rivalidades. Creo que hay cosas buenas en la izquierda y cosas buenas en la derecha, el punto extremista no encaja en el mundo de hoy. Para el italiano no es importante la política, nosotros funcionamos sin política porque somos libres, el italiano sabe perfectamente que tiene que vivir el día a día yendo a trabajar, arreglándoselas, pensando en las vacaciones y ya.

MasterChef crea una ilusión poco real de lo que es el mundo de la cocina. Se crea una cosa en donde mucha gente se puede frustrar porque no tiene dedos para el piano o porque se abren a una actividad pensando que es fácil y después todos quieren ser chef. Encuentro mucho más interesante un Chef Table, de Netflix, donde hay una historia, pero este tipo de competencia donde hay estrés, presión y maltrato no lo encuentro positivo.

Ser chef es un don. Pocas personas solamente tocando un alimento logran darle vida para que sea algo comestible que cree una sensación. Cuando se hacen estos programas de TV un poco masivos crean falsas expectativas.

Mi rasgo más chileno es la copucha. Cuando llegué acá me hice más copuchento, me gusta el chisme. Ahora, la mitad son mentiras, pero es entretenido descubrir sin son verdad o no. En el restorán se escucha mucha cosa porque cada cliente tiene un cuento. Uno podría escribir libros sobre todas las cosas que me cuentan.

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