¿Una internacional antipopulista?

No son una cofradía ni representan lo mismo, pero marcan una tendencia que da una idea del vuelco que ha dado la política en América Latina y en España.



Esta semana, con motivo de los 30 años de la Fundación Libertad de Rosario, Argentina, se reunieron en Buenos Aires gran parte de los líderes políticos y líderes de opinión que van del liberalismo a la centroderecha conservadora de América Latina y España. Buena parte de los primeros son gobierno, o muy probablemente lo serán pronto, de manera que hablamos de un sector que ha pasado en poco tiempo del ostracismo al Estado. Otros son símbolos de la oposición a gobiernos populistas y probablemente serían gobierno si hubiese elecciones libres.

Por lo pronto, que el argentino Mauricio Macri, el chileno Sebastián Piñera, los colombianos Iván Duque y Marta Lucía Ramírez, el venezolano Antonio Ledezma, el uruguayo Luis Alberto Lacalle Pou, el ecuatoriano Guillermo Lasso o el español Albert Rivera, por mencionar solo a algunos, converjan para exponer sus planes y su visión del mundo estando en funciones o muy próximos a estarlo significa un cambio de escenario impactante. No son una cofradía ni representan exactamente lo mismo (el espectro que va del liberalismo a la centro-derecha conservadora es amplio e incluso entre liberales hay muchos matices y puntos de discrepancia), pero marcan una tendencia poderosa que da una idea del vuelco que ha dado la política en América Latina y en España.

Hasta hace muy pocos años, todos estos líderes estaban en la oposición y en muchos casos en situación de marginalidad política, o en el mejor de los casos, en una situación expectante de mediano o largo plazo. Luego, a algunos de ellos se les fueron alineando los astros, pero sus éxitos hablaban de casos aislados, no de una tendencia. Ahora es distinto: son una corriente ancha y veloz, un cierto patrón. Incluso en aquellos que todavía no son gobierno, como el colombiano Iván Duque o el español Albert Rivera, todo apunta a que lo serán pronto, lo que no quiere decir que tienen garantía de ello pero sí que un fuerte viento de cola los impulsa tanto desde el interior de sus países como desde el exterior. En el caso de Duque, que le lleva 10 puntos a Gustavo Petro de cara a los inminentes comicios colombianos, ese viento de cola externo son los gobiernos de la región y la paulatina desintegración de Venezuela, el vecino. En el caso de Albert Rivera, que domina las encuestas españolas de cara a las elecciones del próximo año (a menos que el gobierno de Rajoy colapse antes y las urnas se precipiten), el viento de cola externo es, entre otras cosas, el ejemplo de Emmanuel Macron en Francia.

Ya no hablamos, pues, de casos aislados o coincidentes sino, como digo, de… ¿una internacional? En Buenos Aires ha sido evidente que todos ellos sienten que son parte de un conjunto que suma más que las partes. No lo dicen así y las diferencias son en ciertas cosas demasiado significativas para que pueda afirmarse esto con rotundidad, pero la impresión que flotaba en el ambiente de las reuniones, presentaciones y conversaciones de pasillo era la del surgimiento informal de una "internacional". No hablo en términos institucionales, sino más bien simbólicos, pero los vasos comunicantes entre todos ellos transmiten, claramente, que esta es la hora de los antipopulistas.

Normalmente el antipopulismo latinoamericano tendría una dimensión preponderantemente contraria a la izquierda, pero los tiempos que corren lo colocan también en las antípodas de sector potente de la derecha internacional. La defensa que estos líderes hicieron durante esta semana de la democracia liberal, la economía de libre empresa y el comercio los enfrenta no solo al populismo de izquierda sino también al de derecha a pesar de ser algunos de ellos identificados por la opinión pública, precisamente, con la derecha.

Este conglomerado de líderes representa en ciertos casos algo que sonará a algunos paradójico o incluso absurdo: la izquierda moderada por oposición a la derecha antiliberal. Lo que muchos de ellos, incluyendo a Macri, Piñera, Duque o Rivera, expresaron los situó en un ejercicio de polémica respetuosa y diplomática pero firme con tendencias proteccionistas y nacionalistas como las que se viven en Estados Unidos y varios países europeos. Al mismo tiempo, sus críticas a Venezuela (y en varios casos a Nicaragua) confirmaron su liderazgo en la oposición al populismo de izquierda que venía dominando hasta hace poco la política de la región (sumando la vertiente dictatorial y la vertiente democrática).

El problema de que estos vasos comunicantes ayuden a perfilar una "internacional" que va del liberalismo a la centroderecha conservadora es que el efecto dominó puede darse también en sentido negativo. Quiero decir: el fracaso o frustración de uno solo de estos gobiernos ya existentes o en ciernes podría pinchar el globo de otros. Y hay más: un triunfo populista de cierta significación en la región en los distintos comicios programados para este año podría crear una atmósfera aguafiestas para esta tendencia regional. Aunque el caso más obvio es el de la posible victoria de Andrés Manuel López Obrador en México en las elecciones de julio, en los pasillos de la reunión de Buenos Aires lo que más mencionaban muchos de los líderes como reto complicado es el caso de Brasil.

El colapso del populismo del Partido de los Trabajadores -el llamado "lulapetismo"- abona en favor de esta "internacional" informal. Pero lo cierto es que los casos de corrupción también envuelven al Partido de la Social Democracia Brasileña, que es donde normalmente debería haber surgido el próximo Presidente o Presidenta de aquel país, y por supuesto al gobernante Partido del Movimiento Democrático Brasileño. Buena parte de los líderes reunidos en Buenos Aires valoraron las reformas que hace Michel Temer en Brasil y el sacrificio que significa llevarlas a cabo cuando la situación del gobierno es precaria por los casos de corrupción y el desprestigio del "establishment", pero la enorme preocupación que flotaba en el ambiente tiene que ver con lo que sucederá en las elecciones presidenciales de octubre. No hay en este momento un líder emparentado con la nueva tendencia latinoamericana que parezca estar en condiciones de ganar los comicios. Eso, tratándose de Brasil, la potencia sudamericana, no es poca cosa.

Otra dinámica interesante que pude observar en esta semana bonaerense es la que tiene que ver con la integración. Los líderes tienen conciencia de que ha surgido una oportunidad para acercar mucho más entre sí a la Alianza del Pacífico y el Mercosur. Pero por ahora hay más entusiasmo y palabras que hechos concretos. Argentina y Brasil (en ese orden) están poniendo el énfasis prioritario en lograr el acuerdo comercial con la Unión Europea que resultó tan esquivo en los tiempos del kirchnerismo y del lulapetismo (que incluye a Dilma Rousseff, a pesar de que retóricamente la exmandataria respaldó en su última etapa la idea del acuerdo transatlántico). Si se termina de cerrar, ese acuerdo implicará darle un vuelco al Mercosur tal y como fue concebido, y sobre todo tal y como funcionó en los años del populismo. Con Venezuela apartada del grupo y con Macri tomando el liderazgo, la tendencia es la de reconvertir el Mercosur en un espacio de integración con países que no son parte de él. Una vez finalizada la negociación con Europa, se abrirá por ello una oportunidad para alguna forma de integración entre los dos bloques latinoamericanos. Una idea que ya ha empezado a sugerir Chile.

Hay en todo este sector político expectativa en el eventual triunfo de Duque en Colombia (y, reverso de la misma moneda, temor de que Petro, el astuto líder de izquierda que cuenta con un considerable caudal de votantes, pueda dar la sorpresa). Esta expectativa no tiene que ver solamente con la idea de que un país muy importante -con casi 50 millones de habitantes y un producto bruto que no anda lejos de los 300 mil millones de dólares- se sume a la tendencia regional y la refuerce. Tiene también que ver con Venezuela. La desestabilización que está produciendo Venezuela en Colombia podría, en un gobierno que no fuera firme con Caracas, agravarse. Maduro, al estilo de Fidel Castro, está infiltrando muchos presos comunes entre los emigrantes que escapan del hambre y la violencia por la frontera con Colombia todos los días, según información que maneja el gobierno de Juan Manuel Santos. Asimismo, consciente de que la estampida le sirve de válvula de escape, Maduro está fomentando la emigración masiva, que a su vez representa para Colombia en ciertas regiones receptoras una fuente de tensión social. Con Duque en la Presidencia, opinan los líderes latinoamericanos, las posibilidades de frenar a Maduro son mayores.

¿Cuál es el máximo peligro que enfrenta esta "internacional"? Evidentemente, el fracaso. Como no es lo mismo defender ideas en un ejercicio académico que tomar decisiones frente a sociedades civiles resistentes, nada garantiza que estos líderes puedan tener un éxito de corto plazo. No es seguro que puedan llevar a cabo las reformas que disparen sus economías y vuelvan a poner en marcha ese ascenso social que creó, en tiempos del "boom" de los commodities, una amplia clase media. En Argentina, por ejemplo, Macri está optando por un gradualismo que mantiene la inflación en cerca del 20%, porque apretar el acelerador muy a fondo, según piensan él y su gente, podría provocar un trauma. Es un ejemplo en otros posibles. De allí que la angustiosa pregunta sea si hay tiempo para que los réditos de las políticas de la "internacional" de liberales y centroderechistas den a sus electorados suficientes razones para seguir apostando por ese modelo. ¿O acabará alguno de estos países haciendo retroceder las manijas del reloj en dirección al populismo?

No tengo una respuesta y no estoy seguro de que alguien la tenga, porque son demasiadas las variables que intervienen en el éxito o fracaso de una tendencia política con responsabilidades de Estado. Lo que apunto es que, después de una larga travesía del desierto, se respira optimismo y fraternidad por parte de todos estos líderes. Se sienten menos solos y están convencidos de que, en un contexto de populismos de izquierda y derecha que atacan desde los flancos, les corresponde a ellos, en esta hora importante, impulsar la causa del desarrollo en libertad. Se respira en el ambiente un cierto idealismo incluso más que optimismo, lo que no deja de ser curioso tratándose de una tendencia que no suele asociarse con esta palabra, por lo general mucho más relacionada con los líderes de la promesa fácil y la ideología colectivista.

Por ahora, el rotundo fracaso del populismo latinoamericano los beneficia porque arma a sus pueblos de paciencia. Pero esa paciencia es siempre, en política, muy frágil y caprichosa.

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