Dentro de una semana, Miguel Estay Reyno, alias "el Fanta", condenado a pena perpetua por el Caso Degollados, recibirá su primera pensión de $ 135 mil mensuales como víctima de torturas durante el régimen de Pinochet.  También, tendrá beneficios, como poder estudiar él, sus hijos o sus nietos, una carrera universitaria.

La inclusión de su nombre en el Informe Valech, entregado a fines de agosto al presidente Piñera, provocó un terremoto en los familiares de ejecutados políticos y de desaparecidos: no entienden cómo alguien que en los 70 delató a militantes de izquierda y que en 1985 asesinó, junto a un comando de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (Dicomcar), a tres ex compañeros suyos del Partido Comunista -Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino-, reciba esa condición de parte del Estado.

La historia de Estay Reyno, hoy de 59 años y detenido en Punta Peuco junto a varios militares acusados de violaciones a los derechos humanos, no sólo está cruzada por el dolor, también por la delación. Después de haber sido un importante militante comunista que se había hecho experto en inteligencia en la Unión Soviética, en 1975 fue detenido y torturado, como muchos ex compañeros suyos del PC, por agentes del Comando Conjunto. Pero la diferencia es que poco después fue reclutado por sus mismos aprehensores para perseguir y denunciar a opositores al régimen.

"Yo soy lo que soy, llevo mi mochila con todas las piedras que debo llevar", dice desde Punta Peuco.

Junto a Marcia Merino, alias "la Flaca Alejandra" y Luz Arce, ambas incluidas también en el Informe Valech, "el Fanta" es parte de uno de los episodios más dramáticos de la izquierda tras el golpe: los quiebres después de duras sesiones de torturas.

En el caso de Estay, la ruptura no sólo fue con el PC, sino también con su familia: su padre y su madre, un siquiatra y una dueña de casa, eran comunistas. También sus  hermanos. Aunque no perdió del todo el contacto con sus padres, sí con su hermano Jaime Estay y su cuñada, Isabel Stange: siempre sospecharon que fue él quien permitió sus detenciones y la de su amigo Víctor Vega, hoy desaparecido. "Pero está establecido que no fue así, porque ellos recibieron un recado de que no fueran a ningún encuentro", se defiende el ex agente 35 años después.

Justamente por esa historia, y especialmente por el Caso Degollados, es que su inclusión entre las 9.795 nuevas víctimas que acaba de reconocer el Informe Valech -él aparece con el número 2.877- ha provocado tanta polémica. ¿Puede un victimario también ser  víctima?

"Es probable que mi vida, con la trayectoria que llevaba y por las características de mi familia, no hubiera sufrido mayores modificaciones si mi detención no hubiera ocurrido. Pero la verdad es que desde la detención hasta ahora, ha sido una vida sumamente complicada. El no colaborar o acatar las posturas de quienes te detenían significaba el término de la vida", dice Estay.

- Pero usted no sólo fue víctima, también fue victimario.

- La Comisión Valech es una fotografía de lo que se vivía en ese entonces y yo encajo en un momento determinado como víctima. Fui detenido a finales de 1975, cuando se había acabado el Comité Pro Paz y aún no se creaba la Vicaría de la Solidaridad. Fue una época en que no había una defensa para las personas que eran detenidas y en la que se rechazaban los recursos de amparo. Estuve cuatro meses preso ¿qué se podía hacer?

En el caso de Estay, la ruptura no sólo fue con el PC, sino también con su familia: su padre y su madre, un siquiatra y una dueña de casa, eran comunistas. También sus hermanos.

- El 2003 hubo una primera Comisión Valech. ¿Por qué no postuló entonces?

- La primera vez supuse que por mi condena y porque había un gobierno de la Concertación iba a ser muy difícil que aceptaran mi postulación. En cambio, ahora existe un fallo que demuestra que estuve detenido. Yo no fui preso voluntariamente ni me presté para ser torturado. De hecho, días antes de mi detención, con un grupo estábamos escondiendo personas y tratando de transparentar detenciones.

- Pero después de ser torturado, usted trabajó como civil para Dicomcar. ¿Cómo se produce el quiebre?

- Fue una situación de años. Es algo que se da en las relaciones humanas. No toda la gente que militaba conmigo en el partido ni toda la gente que me detuvo y con la que después trabajé eran buenos o eran malos: hay gente valiosa y menos valiosa en todos lados.

- Está condenado a pena perpetua. ¿De qué le sirve que quede acreditado como víctima?

- Que se sepa mi verdad. Hay gente que ha sostenido de manera malintencionada que yo era un agente que trabajaba antes de mi detención, y esto establece que hay un antes y un después.

- ¿Gente que sospechaba que usted era un traidor?

- Exactamente. Muchas sospechas eran manejadas para debilitar mi postura frente a defensas jurídicas.

- ¿No cree que al entrar al Comando Conjunto y a la Dicomcar dio razones para esas sospechas?

- Al revés, se me quería sindicar como lo peor de lo peor. Y resultaba difícil de entender, especialmente para el PC, que una persona al interior de ellos se hubiera transformado.

- ¿Y se ha sentido lo peor de lo peor?

- No me he sentido precisamente bien.

Inteligencia en la URSS

Quienes conocieron a "el Fanta" en los 70, en plena Unidad Popular, cuando todavía era de izquierda y recién se empinaba por los 20 años, lo describen como temerario y de cabeza fría. "Siempre andaba con una pistola y pasó mucho tiempo clandestino, incluso antes del golpe", cuentan.

"Era un hombre al que nunca se le notó lo que sentía y que se preocupaba especialmente de que nadie supiera lo que pensaba", agregan. Parte de esos rasgos los aprendió en 1971: el PC lo envió, junto a otros nueve militantes, a un curso de Inteligencia en Moscú. "Era el más joven, tenía 19 años. Esos conocimientos que yo tenía en inteligencia también crearon un grado de sintonía con mis aprehensores. Indudablemente, ellos los valoraron", agrega Estay, aun con un dejo de orgullo.

-¿En qué consistían esos cursos?

- La organización responsable era la KGB, específicamente el Departamento Latinoamericano. Los ramos: inteligencia; análisis de situación operativa, trabajo con agentes e informantes, contrainteligencia; seguridad de la información, contraespionaje y trabajo operativo, como técnicas de penetración, escuchas, seguimientos, fotografía, tiro y defensa personal. También había materias políticas, como historia del Partido Comunista de la URSS. Además, teníamos actividades prácticas y, dependiendo de las decisiones de la jefatura en Chile, algunos tuvimos cursos individuales de especialización. En mi caso, trabajo con agentes de infiltración, técnicas de selección, reclutamiento, acercamiento y atención de agentes e informantes. Otros se especializaron en infiltración a las FF.AA. y el resto en seguimientos, fotografía, escuchas, etc.

-¿Todavía siente empatía con la inteligencia?

- Son temas del pasado.