El inesperado candidato Guillier

Nunca lo buscó, pero el cauce natural de las cosas lo hizo tomar la decisión de ser candidato a la presidencia de la República. Su paso por el Congreso, durante estos cuatro años, ha sido más bien un camino en solitario: sin grandes redes, sin haber logrado tejer lazos políticos ni entender del todo los códigos de la actividad. Pese a ello, Alejandro René Guillier Álvarez está hoy un poco más cerca de alcanzar el preciado sillón presidencial. Así partió todo.




Se dejan caer las últimas brisas de septiembre de 2016 en la ciudad de La Serena. Es de noche y el senador independiente Alejandro Guillier termina una extensa jornada de campaña para la elección municipal, acompañando a los candidatos a alcalde y concejal del Partido Radical. El periodista llega junto al presidente del partido, Ernesto Velasco, al restaurante Mar Adentro en Coquimbo. Una vez más —como ya se estaba haciendo costumbre por esa época— el recibimiento de los invitados iba al son de la clásica arenga presidencial: ¡Se siente, se siente…!

—Maestro, parece que esto va en serio —le dice Guillier al oído a Velasco.

—Maestro, parece que esto no va solo en serio, sino que ahora hay que echarle para adelante —le contesta Velasco.

Guillier responde:

—Maestro, voy a hablar con la familia.

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—No estoy jugando al independiente o a la figura que juega sola, soy parte de la Nueva Mayoría. No soy Robinson Crusoe —decía Guillier el 2 de diciembre de 2013 a diario PULSO en una de sus primeras entrevistas tras ser electo senador por la II circunscripción de Antofagasta.  Claro, su cupo había sido concedido por el Partido Radical y específicamente por el entonces senador PR José Antonio Gómez, quien declinó ir a la reelección y propuso su nombre para sucederlo, ante lo cual le debía cierto grado de lealtad al pacto de la Nueva Mayoría para su función parlamentaria. Sin embargo, la realidad chocó duramente con la idea que tenía Guillier sobre cómo eran las cosas en el Senado. Realidad que terminó por decepcionarlo y hacerlo optar por otros caminos.

Guillier es un hombre que hace muchas preguntas, que observa, hace diagnósticos, una característica propia de su calidad de periodista. Es algo que va en la sangre y se mimetiza en cada paso que da en la vida. De esa condición no se puede escapar. La primera gran decisión que tuvo que adoptar fue en torno a qué comité participaría. El PPD y el PS eran la primera opción, dado que el PR no tenía uno propio. Era él y nadie más.

De todos modos, recayó en el piso 9 del edificio del Senado en Valparaíso, compartiendo pasillo con los senadores Carlos Bianchi, Antonio Horvath, Manuel José Ossandón y Lily Pérez. Guillier también debía buscar un lugar donde almorzar: cada comedor repartido en el Congreso está asignado por comité. Al principio intentó hacerlo con sus bancadas afines, PPD, pero el ambiente nunca fluyó. Guillier lo graficó así en el libro De cara al país (Debate, 2017):

"Dejé de ir a los almuerzos con los parlamentarios del PPD, y con el tiempo también dejé de ir a los almuerzos de la Nueva Mayoría (que son todos los martes) cuando empecé a aparecer en las encuestas y fui sintiendo la agresividad al pasar. Lo entendí muy rápido y no fui más. Y no volví a ir hasta el día de hoy. Con esa cosa tan de provincia de que, si no hay afecto, no hay fraternidad".

"Había gente (en la NM) que lo miraba con desdén, se preguntaban ¿qué hace aquí? Por eso, después fue presa de una estrategia de demolición", dice Ernesto Velasco."

Fraternidad, ambiente de camaradería. Fue eso lo que nunca logró sentir el senador en su nuevo rol, ya en la política activa. Atrás quedaba el más apacible mundo del periodismo político y el análisis, que es otra cosa muy diferente. Ahora debía enfrentarse al crudo mundo de las negociaciones políticas y de los partidos. Y no lo pasó bien, según recuerdan varios de sus cercanos. Sintió desapego y frustración. Su debut en política no estaba siendo nada fácil.

La imagen que Guillier traspasaba a ese entorno tampoco era buena. Un senador de la Nueva Mayoría comenta en privado que su entrada al Congreso no fue con la mejor de las actitudes. Ellos percibían que más que a legislar, Guillier venía a dar cátedra de profesor con una parada de intelectual que miraba por sobre el hombro al resto, explica la misma fuente. Según otros senadores de la NM, a él se le invitó muchas veces para que participara de las reuniones de trabajo y de los almuerzos, pero que finalmente nunca quiso acompañarlos. De hecho, en muchas ocasiones terminaba almorzando solo en un comedor. Su paso por el Senado ya era algo más que incómodo.

Pero hubo quienes lo acogieron. Uno de ellos fue el senador independiente Carlos Bianchi, quien lo invitó a formar parte de la bancada de independientes y regionalistas. Con ello, Guillier ya daba solución a la primera decisión práctica que debía tomar en torno al comité. Así, optó por distanciarse de la Nueva Mayoría y elegir otro camino que lo llevaría a levantar el estandarte de su mayor causa durante su paso por el Senado: la descentralización. Ese tema le brindó un segundo aire. Se comenzó a motivar para seguir adelante en su aventura senatorial. Encontró una razón de ser para ocupar un puesto en el hemiciclo. Comenzaba a revivir y a agarrarle el gusto a ser senador.

—Guillier no estaba grato en el Congreso, porque había intereses distintos y él hizo pesar mucho su independencia. Y eso me interpretaba absolutamente. Por eso, me motivó a invitarlo para que tuviera su propio espacio, su propio comité en el nuestro, su comedor donde almorzar, los tiempos y los minutos para exponer en la sala —recuerda Bianchi sobre la invitación a participar de ese comité de regionalistas.  Así, Guillier ya comenzaba a empoderarse como senador, aunque siempre manteniendo su estilo, más bien reservado y solitario.

Bianchi comenta sobre la decepción a nivel más humano que sintió el ahora candidato presidencial:

—En el Senado lo vi un poco apenado al darse cuenta de que las relaciones humanas al interior son difíciles. A él se le vio en algún momento buscando tener más relaciones con todo el mundo, intentando buscar acuerdos, pero se topa con otra realidad. Y eso lo frustra, porque no es fácil. Las relaciones humanas en el Parlamento son complejas.

También tuvo acogida en la bancada de diputados radicales, con quienes formó lazos y  tuvo sintonía política, pero también valórica con la participación en la logia masónica de Valparaíso. Un mundo en común. Así, desde que llegó al Senado hubo un acercamiento genuino de amistad cívica, como explica el diputado radical Marcos Espinosa:

—La relación con sus pares comenzó de forma muy dificultosa, había cosas que no las entendía, como en los almuerzos con la bancada del PPD el 80% del tiempo lo destinaban a discutir cuestiones que razonablemente podrían haberse solucionado con un entendimiento previo. Así, Guillier comparte almuerzos con nosotros muy abiertos, distendidos, matizados por el trabajo legislativo de cómo íbamos a aprobar proyectos de ley que formaban parte de la presidencia. Pero eso se matizaba con anécdotas, chascarros.

El parlamentario agrega qué tipo de liderazgo fue construyendo en sus inicios.

—En lo personal, al principio tenía ciertas aprensiones sobre este tema (el liderazgo), pero en la medida que ha ido transcurriendo el tiempo he visto cómo los liderazgos de los partidos han ido tomando fila hacia la candidatura de Alejandro Guilier: su liderazgo es sui géneris, porque él no establece relaciones de carácter vertical, sino más bien horizontales y esa ha sido la principal dificultad para generar las condiciones a las que todos los partidos estábamos acostumbrados, pero de a poco se ha ido entendiendo.

Quien también recuerda esos primeros tortuosos meses de Guillier en el Senado es el presidente del PR, Ernesto Velasco:

—Alejandro Guillier es una persona que al no venir de la política no conocía en detalle los códigos de camarín que tiene la actividad. Hay ciertos ritos que si no los haces, afecta la convivencia. Esa transición de asumir los primeros meses como senador pasó lo que ocurrió: por ejemplo, una mezcla de otros senadores que pensaban que podía eclipsar votos, y otros que querían atraparlo, generaron que Guillier buscara refugio con independientes, manteniendo —eso sí— relación con gente de la Nueva Mayoría. Él igual iba a los cónclaves en La Moneda conmigo y ciertamente había gente que lo miraba con desdén, porque era un independiente y se preguntaban ¿qué hace aquí? Por eso, después fue presa de una estrategia de demolición de gente de nuestro propio sector: yo nunca había visto que gente de tu propio sector lo fustigara de manera tan aguda y violenta.

De este modo, con todos estos vaivenes y decepciones Guillier logra levantarse y comenzar a estructurar un discurso eje basado en el desarrollo, en las regiones. Recorre Chile, respira aire nuevo y más limpio para exponer e interiorizarse sobre los problemas que van más allá del centro de Chile y de la política o politiquería. Empieza a aparecer el tema de la energía, del sistema productivo, la minería, la educación, que se convierten en su material de estudio predilecto y en el mensaje que pretendía transmitir. Pero comienza, por sobre todas las cosas, a sentir el cariño de la gente, el reconocimiento en cada lugar que va: se fortalece y nace, ahora sí, el Guillier presidente.

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Tras La Serena, Guillier conversa con su familia la decisión, quizás, más importante de su vida: ir por La Moneda. La enfermedad de su mujer, María Cristina Fraga (fatiga crónica) era una piedra en el zapato. Pero, con todo, terminan apoyándolo en la carrera, una que se fue fraguando lentamente, sin que ni él mismo lo quisiera del todo. El clamor de la ciudadanía, las encuestas y el vacío político de la centroizquierda confluyeron como la mejor carta astral para cimentar el camino. Sin ninguna de estas circunstancias, otra historia estaríamos escribiendo.

Pero tras la decisión tomada en el seno familiar y de sus más cercanos, costó meses para que se hiciera pública, pese a la obviedad de su condición y la insistencia constante de los medios.

En enero de 2016, en las añosas oficinas de la sede del Partido Radical, el nombre de Alejandro Guillier se pone sobre la mesa. No fue tampoco tarea fácil, varios radicales veían la opción de Ricardo Lagos como la más llamativa. Sin embargo, el partido necesitaba un golpe mediático, una razón para renovarse. Y allí, vienen algunos hitos.

El 6 de marzo de ese año se realiza en la casa de París con Londres un homenaje al fallecido dirigente sindical Tucapel Jiménez. Guillier es invitado. Llega algo tarde, pero se hace presente. La idea en el PR, comentan desde sus filas, era acercar la figura del periodista al partido para resaltar su liderazgo. Otro hito, del cual ya bastante se ha escrito, fue a mediados de marzo, en el encuentro de concejales y candidatos radicales que se llevó a cabo en Puerto Varas. Guillier, una vez más, acepta la invitación. Allí, pese a que no se escucha la arenga presidencial, el senador recibe el afecto y respeto. En esa reunión él fue el protagonista.

"Habrá que acostumbrarse porque si Guillier llega a La Moneda, traerá un nuevo estilo para gobernar", afirman desde su entorno.

Tras ello, el 2 de abril del 2016 el PR llevaría a cabo su consejo general. Ya para ese día la aclamación tenía que venir. No se podía esperar más. Algunos radicales se pusieron de acuerdo para que cuando se presentara al senador, todos se pararan, aplaudieran y gritaran la ansiada arenga presidencial, lo que finalmente ocurrió tal cual se había planeado. Pero hubo un problema mediático: ese mismo sábado 2 de abril Jorge Pizarro renunciaba a la presidencia de la DC. Ningún medio llegó a la cita. Ante ese escenario, un militante grabó con su celular el momento y lo viralizó en la red, alcanzando ese día 30 mil visitas luego de que el diario electrónico El Mostrador publicara también el video. Poco después aparece una entrevista en La Tercera, en donde Ernesto Velasco proclama a Guillier como el presidenciable radical: "Guillier puede oxigenar la política" fue la cuña de rigor.

Ya en ese momento, el senador con su entorno más cercano, su jefe de gabinete Juan Carlos Soto, su periodista Carlos Concha, comienzan también a hablar sobre el tema. Además, empieza a tener más relevancia el publicista Juan Enrique Forch, a quien acude en reiteradas ocasiones, para pedirle opiniones sobre lo que verdaderamente significa levantar una candidatura presidencial, tanto en lo político como en lo meramente logístico. Guillier y su equipo ya trabajan en cómo crear su perfil presidencial.

El 19 de agosto de 2016 se configura otro hito: Guillier aparece como la figura política mejor evaluada en la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) con un 44%. En el radicalismo ya se toman en serio el asunto, sumándose activamente a la cruzada Patricio Tombolini, Osvaldo Correa e Isidro Solís, con el objetivo de planificar una campaña municipal bajo la figura del senador como eje neurálgico y rostro principal. Se traza la estrategia y el senador da inicio (ya en el mes de agosto) a una larga gira por el país bajo la consigna, también, de su gran caballo de batalla: la descentralización.

El 24 de septiembre se hace pública la primera gran tensión presidencial en la Nueva Mayoría provocada por el mismo Alejandro Guillier. Ese día en el Jardín del Tibet, ubicado al interior del Parque O´Higgins, Carolina Tohá (PPD) lanzaba oficialmente su campaña. Al encuentro fueron invitados todos los posibles presidenciables: Ricardo Lagos, José Miguel Insulza, Isabel Allende y Guillier. Este último apareció retrasado una vez iniciado el evento, lo que generó la evidente molestia en lo demás asistentes, según recuerda uno de los asistentes, quienes en buen chileno no dejaron de "pelar" al senador por el atraso y que finalmente provocó que la atención se acaparará hacia él.

Habemus candidato. En diciembre de 2016 ya sale humo blanco oficial y el PR comienza a planificar su proclamación, no sin antes tener los primeros roces con el equipo de asesores directos del senador. En el PR había ansiedad, pero en el entorno del senador y —él mismo— preferían poner algunos paños fríos y aguantar el hito, que una vez llevado a cabo no tenía vuelta atrás. Por esos meses empiezan a aparecer las críticas sobre las indefiniciones del senador y su falta de convicción. Emergen los comentarios sobre sus escasas ganas y la famosa siesta que, efectivamente, realiza —algunas veces y por no más de 20 minutos—, para luego retomar fuerzas con un té cargado antes de continuar con cada actividad.

El PR decide hacer algo grande y elige la cúpula del Parque O`Higgins para el evento de proclamación. Ese día la candidatura de Guillier toma un nuevo impulso con un video de apoyo de diferentes personalidades de la Nueva Mayoría, quienes transparentaron su respaldo al senador, a pesar de que sus cúpulas partidarias aún no lo hacían. Tras ello, comenzaría el trabajo interno, con el fin de amarrar acuerdos políticos. El PS y el PC fueron los primeros en gestionar esos amarres. El Hotel San Francisco, como ya es parte de su historia, se transformaría en el centro de operaciones. Allí se selló, por ejemplo, el respaldo del PS, con Álvaro Elizalde a la cabeza, a la candidatura del senador.

Este hecho generó el momento más complejo por el que atravesó la candidatura de Guillier, según recuerda Ernesto Velasco, quien acusa que hubo mezquindad en muchos de sus colegas de la Nueva Mayoría:

—El momento más complejo fue cuando lo proclamamos candidato a la Presidencia de la República y en el PS había varios que también querían apoyarlo. Hubo una relación que también se empezó a tensar en la NM. Hubo una parte del mundo laguista que salió con mucha fuerza y virulencia a descalificarlo en sus competencias de liderazgo. Vivimos momentos de mucha dificultad y terminamos en lo que terminamos: por primera vez la centroizquierda no tuvo candidato único, se quebró un ethos cultural que siempre tuvimos, hubo mezquindad.

Pero el senador, ahora sí, ya comenzaría a dedicarse casi a tiempo completo a la estructura de su campaña, siempre fiel a su estilo conciliador y menos confrontacional en el frente interno, que algunos califican como falta de liderazgo. "Pero habrá que acostumbrarse porque si Guillier llega a La Moneda, traerá ese nuevo estilo para gobernar", afirman con total convicción desde su entorno cercano. Y para eso se está preparando. Su gobierno, esperan, será realmente ciudadano, innovador, alejado de las prácticas comunes de la política, los partidos y sus vicios.

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El senador Guillier presenta a veces un tono sarcástico, algo irónico y con ciertos tintes de humor negro. Esa ha sido una de las cosas que ha debido moderar ahora ya en su nueva condición de candidato presidencial, comenta uno de sus más cercanos colaboradores.

Así, una de las cosas que más le ha costado ha sido ser políticamente correcto, adecuarse a las situaciones y dejar de ser periodista. En esa profesión hay varios vicios, por ejemplo, analizar un escenario y expresarlo tal cual. Eso para un político está prácticamente vetado. Esto le ha traído más de algún conflicto por algunos cambios de opinión en sus posturas. Otro de estos vicios del periodista, comenta la misma fuente, es que no le gusta repetir lo mismo siempre, acostumbrado a la consigna periodística: lo que se publica el domingo muere el mismo domingo. Por eso, a veces cambia y otras se enreda. Ejemplos hay varios: el CAE ha sido uno de esos temas, donde si bien ha escuchado fórmulas de sus asesores, aún no puede clarificar una propuesta concreta, todavía está en la etapa del diagnóstico, algo muy propio de los periodistas, comenta uno de sus cercanos. También le ocurrió esta semana con la recesión económica de 2009, ahí entró al terreno del análisis, saliendo trasquilado en las cifras, lo que posteriormente tuvo que ser solucionado por sus asesores.

Como comentan su cercanos, Guillier no tiene filtros políticos y es algo que con el paso del tiempo ha debido ir mejorando y que seguramente lo seguirá trabajando en el caso de que llegue a la presidencia.

Contrario a lo que algunos le critican sobre la falta de preparación, varios consultados para este reportaje comentan que él escucha y hace muchas preguntas antes de tomar decisiones, pero con un tono siempre más reflexivo y reservado y no con don de mando. De hecho, cuando  Guillier tiene que dar un discurso, le presenta un escrito y él con un lápiz común encierra lo que no le gustó y con un destacador lo que sí le parece adecuado. Ahora bien, siempre en los discursos termina poniendo de su cosecha, improvisando algunas partes, lo que se transforma en un dolor de cabeza para su equipo de prensa a la hora de transcribir y enviar a los medios el texto final.

Fraternidad, ambiente de camaradería fue algo que nunca encontró como senador durante estos cuatro años. No lo pasó bien.

Entre quienes lo conocen están convencidos de que él nunca buscó ser presidente, pero que la ciudadanía y el vacío político de la centroizquierda le dio el espacio. Cada día se convence más de la opción de ser presidente y se está preparando para ello, estudiando, leyendo y sobre todo escuchando. No le ha resultado fácil, porque en poco tiempo ha tenido que ir entendiendo los códigos de la política, códigos que él pretender modificar con ese nuevo estilo, aunque siempre con la consciencia de que eso lo debe hacer de igual modo de la mano de los partidos; de lo contrario él sabe que no se puede generar gobernabilidad.

En los últimos días a Guillier se la ha visto algo más hacia adentro que de costumbre, hablando con poca gente, más reflexivo, pensando ya en lo que pueda pasar este domingo, porque cada día ven más cerca la posibilidad de que por primera vez en la historia un periodista llegue a La Moneda. El escenario se abrió completamente tras el 19/11, y eso Guillier lo sabe. Con todo, a diferencia de cualquier clase de político de cepa, de carrera, que busca como horizonte natural llegar a La Moneda, Guillier nunca lo buscó: sólo le llegó y ahora tan lejos no está de conseguirlo.

De hecho, en septiembre de 2016 entrevistado por Beatriz Sánchez dijo que él era un profesor por excelencia y que estaría fascinado haciendo clases en alguna universidad a tiempo completo, confesando que entrar a la política había sido algo muy duro. Pero finalmente todo cambió, y pese a todo, terminó acostumbrándose a las campañas, los discursos, las aclamaciones, las críticas. En fin, todo lo que signfica ser político.

Pero Guillier se configuró como un político fuera de la política, un ser atípico: un bicho raro como algunos le llaman en el Senado; para otros un intelectual que poco sabe de cómo se puede administrar un país. Han sido años de aprendizaje político del periodista, en donde vivió decepciones, cometió errores y aciertos y que le hicieron cambiar completamente su vida.

Guillier es una especie de lobo estepario, que por alguna razón, ya sea un vacío de liderazgos, una crisis de la centroizquierda o incluso por sus propios méritos, encantó a la ciudadanía que lo levantó como la carta presidencial de la centroizquierda.

El final de su viaje aún está por verse. Allí, otra historia se deberá escribir.

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