Una pésima decisión y en el peor momento. Esa frase resume la reacción de una parte importante del mundo académico y científico ante el anuncio del gobierno de poner en pausa Becas Chile, que financia programas de estudios en el extranjero para científicos locales. “Como nunca antes la gente entendió la importancia de la investigación en Chile por la pandemia”, dice Carolina Gainza, socióloga y directora de Asociación de Investigadores en Artes y Humanidades. “¿Y qué hace el Ministerio de Ciencia? Acepta un recorte del presupuesto, que nadie entiende, y corta el programa de Becas Chile”.

El Ministerio de Ciencia justificó la decisión en la incertidumbre actual provocada por la pandemia: de las 20 universidades más elegidas por los becarios, 16 están cerradas a actividades presenciales, cuatro funcionan parcialmente y no hay fecha de reapertura. El ministro Andrés Couve destacó que el país enfrenta un escenario de crisis económica y que cada proceso de postulación y adjudicación de este programa le cuesta al Estado entre 16.000 y 20.000 millones de pesos al año.

Couve aclaró que esta medida es transitoria. Sin embargo, ni esa aclaración ni las otras explicaciones de las autoridades calmaron las aguas y algunos darán la pelea para que la medida se revierta.

“Yo no doy por cerrado el tema”, dice Flavio Salazar, vicerrector de Investigación y Desarrollo de la U. de Chile, y agrega que la postura de esa casa de estudios es ponerse al lado de los jóvenes investigadores porque “son el futuro de la ciencia en Chile y eso no se puede coartar”. Por su parte, la agrupación Redes Chilenas de Investigación (ReCh) -que congrega a más de 2.000 investigadores e investigadoras- está buscando apoyo de los parlamentarios para desactivar la medida y el pasado martes se hizo presente en la comisión Desafíos del Futuro, Ciencia, Tecnología e Innovación del Senado. Uno de los parlamentarios que promueve esta idea es Guido Girardi, quien anunció que no votará a favor del presupuesto 2021 para la ciencia.

Entre algunos investigadores existe el temor de que esta suspensión de Becas Chile sea permanente. Además, circula el rumor de que podría ser transformado en un programa de becas en base a créditos Corfo o de la banca. Pese a este escenario adverso, existe una sensación generalizada: si el programa entra en receso, es un momento propicio para hacerle ajustes.

Preguntas que faltan

Adrián Palacios, miembro del Consejo Asesor del Ministerio de Ciencia, plantea que Becas Chile “hay que rediseñarlo y adecuarlo a las necesidades de hoy”. En esa línea propone establecer convenios con planteles del exterior para compartir los gastos cuando un estudiante ya es aceptado en un programa. Según el investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CNIV), el Consejo Asesor puede contribuir a una discusión de cómo mejorar este instrumento y tiene la potestad de armar mesas de trabajo para ese fin. “Hay que recordar que este programa no nació en consulta con el sistema universitario y académico, que absorbe a la mayoría de los investigadores”, dice.

El programa Becas Chile fue creado en 2008, cuando el país preparaba su ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Los indicadores locales -entre ellos, la escolaridad promedio- estaban muy por debajo de los que presentaban los nuevos socios, que son los países más desarrollados del mundo, y se necesitaban más magísteres, doctorados y posdoctorados para potenciar el avance del país en todas las áreas. El programa reemplazó a las becas Presidente de la República y fue administrado por la entonces Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), hoy Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID). Entre 2008 y 2012 se asignaron más de cinco mil becas de magíster y doctorado.

Una crítica extendida apunta precisamente a su origen. “Este programa de becas no conversa con una estrategia integral del desarrollo de la ciencia y la tecnología”, dice Salazar. “Cuando planifiquemos como país y digamos ‘queremos llegar de aquí a acá en tantos años, entonces vamos a necesitar tantos doctores y tantos magísteres, y los vamos a insertar en el sector público, académico, etc.’, eso va a ser una política nacional. Lo que uno espera es que Chile dé un salto. Y eso es lo que hoy no tenemos”, agrega.

Para Juan José Berger, presidente de la Asociación Nacional de Investigadores en Postgrado (ANIP), Becas Chile “es la representación de cómo los números y los indicadores nos gobiernan”. “No nos hemos hecho responsables de las preguntas de fondo, sino que acá sólo interesa cuántos becarios vamos a enviar con la menor plata posible”, añade.

En la misma línea de Salazar y varios consultados para este reportaje, Berger explica que se necesita una reflexión mayor: “¿Cuántas personas expertas requiere este país y en qué áreas? ¿Para qué necesitamos formar gente en determinados campos? ¿Cómo se distribuyen las postulaciones y las adjudicaciones de las becas en las distintas disciplinas?”.

Berger dice, a modo de ejemplo, que podría haber un porcentaje de becas asociadas a sectores estratégicos. “Me parece interesante hacernos la pregunta de cuántas personas necesitamos en envejecimiento, minería o para la cuarta revolución tecnológica, que eran las líneas estratégicas que en algún minuto intentó impulsar este mismo ministerio”, afirma. También comenta que Becas Chile debería hacerse cargo de un planteamiento “histórico”: el reconocimiento a los derechos laborales de los becarios.

Este programa fue evaluado positivamente -en términos generales- por el Banco Mundial y OCDE en 2011. En el documento Revisión de Políticas Nacionales de Educación, señala que el Programa Becas Chile “es una iniciativa grande y audaz” y que "ofrece una base sólida para la formación avanzada de capital humano y de la innovación en Chile”. Agrega que “bien desarrollado, contribuirá a acelerar el ascenso de Chile a niveles competitivos de capacidad y conocimientos, en el orden internacional”.

La reflexión sobre encauzar los programas de estudio y de investigación hacia sectores estratégicos reflota cada cierto tiempo. Ignacio Sánchez, rector de la U. Católica, escribió en una carta publicada en La Segunda en 2014, que “focalizar nuestro programa de Becas Chile en las áreas prioritarias del país es una necesidad”. Por su parte, hace tres semanas el economista Sebastián Edwards señaló en El Mercurio que “un paso fundamental, y de acción inmediata, es reencauzar, agresivamente, las Becas Chile: menos economistas, sociólogos, cientistas políticos y literatos; más ingenieros, técnicos, matemáticos y científicos”.

Carolina Gainza respondió a esa columna de Edwards argumentando que antes de decidir qué áreas hay que priorizar en Becas Chile es necesario reflexionar sobre el tipo de desarrollo que se quiere impulsar para el país. “No se pueden descuidar las otras áreas”, replica. “Hubiese sido muy importante utilizar la capacidad instalada en las Ciencias Sociales y las Humanidades para enfrentar problemas durante la pandemia, desde la brecha digital hasta mirar cómo se enfrentaron históricamente otras pandemias en Chile”, indica.

Para Ana Luisa Muñoz, académica de la UC que investiga sobre políticas de internalización y conocimiento, en cualquier discusión -ya sea para repensar Becas Chile o para definir cuáles son las áreas prioritarias- es clave democratizar a los actores que van a participar. En esa línea, señala que Becas Chile debiera “intencionar” la diversidad de la gente que accede, por ejemplo, otorgando más puntaje a grupos determinados. “A nivel internacional, hoy la discusión sobre la importancia de la diversidad respecto de quienes construyen conocimiento para la democracia es muy relevante”, dice.

Muñoz explica que cuando realizó su doctorado en Cultura Educacional, Política y Sociedad, la Universidad del Estado de Nueva York, en Buffalo, tenía una oficina de diversidad que acogía iniciativas de becas doctorales para estudiantes afrodescendientes, descendientes de indígenas y personas con capacidades diferentes, entre otros grupos. “Cuando tienes diversidad en un sistema, definitivamente van a producirse preguntas distintas porque el horizonte de posibilidades es mucho más amplio”, dice.

Operación retorno

En el ecosistema científico existe consenso de que el gran problema de Becas Chile es la inserción de los investigadores. La crítica apunta a que el Estado no se hace cargo de vincular a la gente que está formando en universidades extranjeras para que ese conocimiento tenga un impacto en el desarrollo del país.  Las reglas del programa establecen que los becarios deben retornar al país en un plazo determinado, calculado desde la fecha término de la beca y por el doble de tiempo que estuvieron afuera.  “Pero retornar no es lo mismo que retribuir”, dice Carla Abarca, de ReCh. “A nadie se le ayuda a reinsertarse, ni se fomentan redes para entrar en la academia, a un centro de investigación o al Estado”, agrega.

“Eso es una muestra de que el programa no está pensado para la inserción, sino para cumplir un indicador OCDE de investigador por habitante”, asegura Carolina Gainza. Ella explica que la única vía de inserción en el área de las Ciencias Sociales y las Humanidades es la academia, por lo que ese espacio está saturado. “La mayoría del presupuesto destinado a centros de investigación se va hacia las ciencias y no hacia nuestras áreas”, agrega. Eso se traduce en que hay muchos ex becarios que trabajan en cualquier cosa. “Es gente muy bien formada pero desempleada o con empleos precarios: la masa de ‘profesores taxi’ es impresionante”, dice.

“Eso es una muestra de que el programa no está pensado para la inserción, sino para cumplir un indicador OCDE de investigador por habitante”

Carolina Gainza, socióloga y directora de Asociación de Investigadores en Artes y Humanidades.

Carla Abarca explica que, debido a esto, algunos ex becarios vuelven al extranjero a trabajar o a seguir estudiando, por lo que caen en incumplimiento. En la historia de Becas Chile, 397 personas están pagando o ya pagaron la beca de vuelta. Para ReCh, una “retribución efectiva” debería comenzar desde el día uno de la beca, por ejemplo, manteniendo una vinculación con universidades chilenas al inicio del programa.  

ReCh está realizando una encuesta a becarios y ex becarios -vía redes sociales- para saber cuál es su situación actual. Con más de 500 respuestas, el 76,5% cree que en Chile no hay suficientes oportunidades para trabajar en su área de especialización.

-Si no existe una política para la retribución, alguien podría preguntarse por qué el Estado paga una beca a alguien que no va a devolver esa inversión en el país.

-Esa es una solución simplista que va a terminar hipotecando el desarrollo científico e investigativo del país. Este programa se generó precisamente porque necesitábamos aumentar la cantidad de investigadores para llegar a estándares mínimos de la OCDE. Al no haber este diseño de retribución efectiva, el Estado muestra que no le importa a qué vuelve la gente que ayudó a formar.

Según la misma encuesta, el 57% de los becarios o ex becarios tiene hoy alguna colaboración académica con investigadores chilenos y un porcentaje similar realiza estudios en temáticas enfocadas en Chile. “Esto demuestra que la gente quiere vincularse con Chile. Nadie quiere salir corriendo como un delincuente y olvidarse del país”, dice Abarca.

Una estrategia en ciernes

En el Ministerio de Ciencia conocen estas críticas y existe el convencimiento de que se debe perfeccionar la política de capital humano avanzado. Para eso, ya tiene una estrategia.

En junio se ideó el “Plan de Desarrollo de Talentos”, una iniciativa para repensar la formación e inserción del capital humano avanzado, lo que involucra a programas como Becas Chile. Las preguntas que guían la reflexión en el Ministerio son ¿qué queremos generar como capital humano avanzado? ¿Cómo lo hacemos para que se inserte? ¿Cómo este capital humano puede atender las necesidades del país, más allá de un sector productivo? ¿Hacia dónde apuntamos con las becas?

La idea es levantar una visión sistémica para esas interrogantes, por lo que se crearon tres mesas de trabajo que ya han tenido dos sesiones: Educación e investigación -que involucra universidades, centros de formación técnica, asociaciones de estudiantes -, Empresa y emprendimiento -gremios empresariales, compañías de base científica tecnológica, etc.- y Estado (ministerios de Ciencia y de Educación, ANID y Corfo, entre otros). En esta primera etapa, se apunta a identificar los nudos de la trayectoria científica. Así emergió la inquietud de que la formación de un doctorado está pensada para que esa persona termine en la academia. Aquí las preguntas son: ¿podría ese ex becario hacer su propia empresa?, ¿qué instrumentos del Estado le pueden ayudar a emprender?

El reporte final -que podría dar luces sobre modificaciones a Becas Chile y a otros programas- debería estar listo a fines de este año.

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Pablo Pérez: “No creo que hubiera alcanzado ese nivel estando solo en Chile”

Gracias a Becas Chile, estudió un doctorado en Sociología en la Universidad de California, entre 2011 y 2017. La beca le financiaba cuatro años de estudios, pero el doctorado duraba seis. “Los otros dos años fueron financiados por la universidad norteamericana, trabajando como ayudante”, cuenta. El problema era que la beca chilena le exigía retornar, como máximo, dos años después de terminar el beneficio: “En ese plazo debía volver a Chile y empezar la retribución, pero mi programa duraba seis años. Entonces tenía que volver lo antes posible”. Fue el primero en presentar su tesis, para así apurar el regreso al país. Además de la presión del tiempo, Pérez dice que el último año fue complejo por la incertidumbre de volver a Chile sin trabajo. Postuló a muchos empleos. Finalmente, consiguió un estudio posdoctoral y un puesto como docente a media jornada. “Lo mejor de estudiar afuera es que uno se acerca a debates teóricos y empíricos que yo no conocía estando en Chile. No creo que hubiera alcanzado ese nivel estando solo en Chile”, agrega.

*Doctor en Sociología, Universidad de California, San Diego, Estados Unidos.

Alexia Núñez: “Nunca me preguntaron cómo iba o cómo me estaba enfrentando a todos estos desafíos”

Soy bioquímica y profesora asistente del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Tuve la Beca Chile el 2009 para el doctorado en Neurociencias y Ciencias Cognitivas en la U. de Maryland, Estados Unidos. Luego realicé mi posdoctorado (2013) en la Universidad de Colorado. En ese país me adjudiqué un Fondecyt de Iniciación y regresé a Chile en 2016 a instalarme con mi laboratorio. Espero retribuir con energía y con todo lo aprendido a la formación de los futuros científicos del país. Mi experiencia es agridulce. Por un lado, soy una agradecida del Estado por haber apoyado mi formación, pero no ha sido menor tener que lidiar con la burocracia y rigidez de las Becas y ANID en general. La relación con Becas y Conicyt  siempre fue desde la deuda, de plazos y miles de formularios que debía entregar. Mientras estuve en Estados Unidos, nunca me preguntaron cómo iba, cómo me enfrentaba a todos estos desafíos. Sólo se comunicaban para solicitar documentación. Además, desde su génesis Becas Chile no consideró la reinserción como parte del programa. Esto ha generado un ambiente de constante angustia en los becarios, quienes queriendo volver a Chile, deben competir por las escasas plazas que se abren.

*Doctora en Neurociencias y Ciencias Cognitivas en la U. de Maryland.

Mónica Barrientos: “Soy la primera en la familia en entrar a la universidad”

Mónica es profesora de Castellano y académica en la U. Autónoma de Chile. Entre 2010 y 2015 realizó el doctorado de Hispanic Languages & Literature de la Universidad de Pittsburgh, con financiamiento de Becas Chile. “Para mí hubiera sido imposible financiar el doctorado. Soy la primera en la familia en entrar a la universidad”, cuenta la docente, que antes de irse al extranjero ya había cursado un magíster en la Universidad de Chile con apoyo económico del colegio donde trabajaba. Se fue a Estados Unidos con su esposo, que llegó a la misma universidad como ayudante de cátedra, y su hija de cinco años. La beca cubría el arancel, la mensualidad y los libros, además de un bono para gastos diarios. Tras los cinco años de estudios, Barrientos volvió a Chile dispuesta a trabajar en investigación y docencia: “Estuve sin trabajo. La idea era llegar y trabajar en una universidad, pero por supuesto que no resultó”. La académica agrega: “Ese es el problema en la beca. Uno tiene la obligación de volver a Chile, pero aquí no hay puesto laboral ni continuación de investigación”. Meses más tarde comenzó a realizar cursos a honorarios en la UTEM y después quedó en un posdoctorado en la USACh. “Así tenía más o menos un ingreso”, dice. Agrega que venía cargada de ideas que no podía realizar: “Había que empezar de cero”.

*Doctora en Hispanic Languages & Literature de la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos.

Cristián Farías: “Pensar que las becas Chile son un beneficio personal no ayuda mucho”

Soy licenciado y Magíster en Ciencias con Mención en Física en la Universidad de Chile. Con Becas Chile cursé un doctorado en Geofísica en la Universidad de Bonn, Alemania. El mayor beneficio fue permitirme un doctorado en un área que en Chile no se estudiaba, que es la relación entre terremotos y actividad volcánica. Pero una beca no debería ser un beneficio. Hay satisfacción personal, pero hacer investigación es un trabajo. Entonces pensar que las Becas Chile son un beneficio personal no ayuda mucho. Debería ser un sistema que se entienda como un sueldo por el trabajo que estás haciendo y que después tiene una retribución para el país. Hoy hago academia en el área que me gusta y en la Universidad de Temuco, de donde soy. Sobre el retorno creo que es positivo, en la medida que estés trabajando en lo que hacías. No tiene sentido que alguien termine sus estudios y venga acá a manejar un taxi. Hiciste un doctorado, eres alguien que está expuesto a las fronteras del conocimiento y ahí va la apuesta del país, de que te formes como un doctor que puede venir a hacer un aporte real a Chile.

*Doctor en Geofísica, Universidad de Bonn.

Rodrigo Aguilar: “Con Becas Chile tengo una relación de amor y odio”

El año 2016, Rodrigo Aguilar se adjudicó una Beca Chile para realizar un posdoctorado en el área de biología molecular y celular en la Universidad de Harvard en Boston, Estados Unidos. La beca cubría dos años, pero sus estudios se prolongaban hasta 2020. El tiempo restante lo financió con PEW, un programa de becarios para científicos latinoamericanos. Por una parte, el académico piensa que la beca es una gran ventaja en la formación científica. “Para mí la Beca Chile fue la manera de entrar al laboratorio donde recibí mi entrenamiento estos años (Harvard)”, cuenta el doctor, quien al informarle a la universidad norteamericana que tenía el apoyo del Estado chileno, le ofrecieron una plaza en su casa de estudios. Cuando pasó el tiempo, Aguilar se enfrentó a un gran dilema: “Con Becas Chile tengo una relación de amor y odio”. El contrato decía que tenía financiamiento por dos años y luego tenía otros dos años para volver al país, fecha en la que sus estudios aún no finalizaban. “Llega ese momento en que tienes que retirarte del programa y volver sí o sí al país. Hay una incongruencia porque o lo dejas hasta ahí o tienes que devolver la plata”, dice. Aguilar decidió devolver el dinero de la beca al Estado, para poder finalizar con todos los años sus estudios en Harvard. Ahorró y logró cubrir los gastos del beneficio que había recibido para estudiar. En agosto, el doctor retornó a Chile y hoy ocupa un puesto de profesor asistente en la UNAB.

*Bioquímico y doctor en Biociencias Moleculares de la Universidad Andrés Bello (UNAB). Posdoctorado en Harvard.