El arquitecto y paisajista californiano Stuart Moore no recuerda en qué año ocurrió la anécdota; pero eso no es lo importante, dice. Moore cuenta que con su cliente y amigo Eduardo Fernández León se abrían paso entre las zarzamoras de una de las quebradas del parque Tricao, en la comuna de Santo Domingo, buscando un lugar para un circuito de trekking. En un punto alto de una quebrada, Moore fijó la vista por sobre la copa de los árboles y pensó que no sería una locura cubrir ese pequeño valle con una malla. "Si alguna vez quiere hacer un aviario, éste es el mejor lugar", le dijo al empresario.

Tiempo después, Fernández León le comentó a Moore cuál sería la siguiente atracción para hacer en el Parque Tricao. "Hagamos un aviario", le dijo. "No sé si se acordó de la conversación que tuvimos antes, pero eso no es lo importante", dice el arquitecto, a quien Fernández León y su entorno le dicen "el gringo".

Según Moore, lo importante, lo que retrata a Fernández León, es esa incesante búsqueda de un nuevo desafío al que dedicar su tiempo y con el cual "entretenerse", una cualidad que ha marcado sus más de 50 años de vida empresarial. "Él siempre está mirando y pensando qué más puede hacer", dice Moore.

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Eduardo Fernández León tiene 80 años, está casado con Valerie Josephine Mac-Auliffe y tiene dos hijos: Eduardo (53), que estudió un máster en Finanzas en la London School of Economics y luego se especializó en la investigación de los clásicos griegos en la Universidad de Oxford; y Tomás (51), ingeniero comercial de la UC, como su papá.

Fernández León es fundador y controlador de la inmobiliaria FFV, socio del condominio Las Brisas de Santo Domingo, tiene participación en empresas como Entel, Consorcio y Pucobre, y en 2018 vendió su participación en Banmédica a la compañía estadounidense UnitedHealth Group por US$ 800 millones.

Pese a que es el único de los hermanos Fernández León que no estudió Agronomía o algo relacionado con el campo, quienes lo conocen aseguran que tiene un estilo "campechano": es quitado de bulla, muy de su familia y de sus amigos, fanático de sus 12 nietos y siempre ha tenido una sensibilidad particular con la naturaleza. "Él tiene un concepto estético muy desarrollado y la naturaleza es estética, por eso le atrae", dice Eduardo Castillo, ornitólogo que trabaja hace más de una década en el parque.

Tricao es la última gran entretención de Fernández León, su joyita, y en este proyecto ha volcado su entusiasmo del último tiempo. "Este parque es lo que más le apasiona a don Eduardo", dice Nicolás Vicuña Fernández, director ejecutivo de Fundación Parque Tricao -creada el año pasado-, e hijo de Gloria Fernández León, hermana del empresario.

Esta reserva ecológica privada de 100 hectáreas está emplazada en las tierras que su padre, Luis Alberto Fernández, compró en 1939, al costado sur del condominio Las Brisas y del sitio donde se levantará la segunda parte de ese proyecto inmobiliario, Las Brisas Sur, que tiene aprobado el permiso ambiental, pero aún no tiene fecha de construcción.

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El puente colgante que cruza el aviario tiene 52 metros de largo y 25 metros de alto. Foto: Gentileza Fundación Tricao

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Hasta hace poco más de una década, se trataba de un terreno de muchas quebradas invadidas de maleza y un hábitat dañado. Pero Fernández León nunca pensó en vender este lugar: sus padres vivieron ahí y le tiene un cariño particular. Hoy esas mismas tierras están convertidas en un oasis de biodiversidad, donde invirtió US$ 20 millones en los últimos 12 años.

Para explicar la historia del parque y las motivaciones para crearlo y abrirlo al público, el empresario -reacio a hablar con los medios- escribió un documento. Ahí dice: "Este nunca fue un sueño como un todo, ni siquiera me lo imaginé. Yo vivía en el campo, en una casita sencilla, la que usó mi padre en los últimos años de su vida. Y quería darle un nuevo impulso a su paisaje". Ese impulso y la inquietud de ir mejorando el lugar para recuperarlo como espacio de naturaleza, embellecerlo, aprovecharlo con la familia e invitar a los amigos de Las Brisas con los que jugaba golf, convirtieron el parque Tricao en lo que es hoy.

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La relación de Fernández León con Moore, experto en paisajismo, también explica su motivación para hacer conservación en el parque. El empresario y el arquitecto se conocieron en 1992 en el inicio del proyecto Las Brisas, y con los años fueron estrechando ese lazo. "No es común que la relación entre un arquitecto y su cliente se mantenga por tantos años", dice Moore, quien cumplió 27 años trabajando con Fernández León. "Hoy somos muy amigos y veo en él un ejemplo de vida", agrega. Quienes conocen esa relación dicen que el empresario ha ido aprendiendo muchísimo del "gringo" y hoy "pelean" mano a mano quién tiene la mejor idea para el parque.

Dice Moore: "Él es muy de detalles. Puede quedarse mirando un tronco y fijarse en la curva, la cáscara… Él busca la cosa linda. Tiene una sensibilidad especial con la naturaleza y es muy simple en ese sentido".

Para José Luis Brito, conservacionista y director del Museo de San Antonio, Fernández León y su círculo cercano tuvieron la capacidad de darse cuenta de que tenían un terreno con un inmenso potencial natural y, en vez de "arrasar" con él, como ocurre con otros proyectos inmobiliarios en Chile, decidieron hacer conservación. "En ese sentido, no es un empresario tradicional: él tiene un interés en preservar", dice.

Según Eduardo Castillo, el interés de "don Eduardo" por la conservación no se resume sólo en el aviario estrenado en febrero, porque hace 10 años están trabajando en temas medioambientales. "Lo que pasa es que este aviario es de alto impacto porque no todos los días se inaugura en Chile un proyecto de nivel mundial", dice.

Castillo enumera: crearon un proyecto de conservación de cisnes de cuello negro, una especie que se encuentra catalogada "en peligro de extinción", y como resultado se han liberado entre 60 y 70 ejemplares. También tienen un centro de rescate de fauna con un equipo de veterinarios que atiende a aves que se accidentan. Y, además, la forestación del parque cuenta con más de 30 mil árboles nativos, una cifra muy superior, por ejemplo, a los 20 mil proyectados para la recuperación del Parque Nacional Torres del Paine en 2019.

"Él entendió que parte de ser un empresario es ver más allá que la gallada y vio que la naturaleza era un tema que venía fuerte", agrega Castillo. "Fue capaz de visualizar que la naturaleza iba a tomar dimensiones y valores más relevantes que los que tenía en el tiempo que él se formó como empresario, cosa que no todo el mundo hace".

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Tricao creció como una bola de nieve, pero al lado del mar.

Todo partió con la construcción de un embalse para el riego agrícola. Como una medida de mitigación exigida por la Evaluación de Impacto Ambiental, el 2011 se creó el humedal Tricao, tarea que se complementó con la recuperación de fauna nativa y de un hábitat natural propicio para las aves acuáticas. Con el paso del tiempo, este humedal sorprendió a quienes lo vieron desde su inicio: sin que lo sospecharan, una gran cantidad de aves empezó a habitarlo.

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El jardín Giverny recrea los paisajes que inspiraban a Claude Monet a la hora de pintar. Foto: Gentileza Fundación Tricao

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Como las quebradas estaban llenas de zarzamoras que se imponían por sobre el entorno natural, Fernández León, Moore y Vicuña abrieron el paso hasta llegar al fondo de las quebradas y dimensionar lo que se podía hacer en ellas. "Le dije a Nicolás 'métele máquina, no más' y el gringo hacía sus diseños y proyecciones para que quedara armónico. Estuvimos los tres, con los propios trabajadores del campo, trabajando fuerte y nos demoramos un año y medio en limpiar toda esa zona que tiene más sol y era más ancha, lo que nos permitía poner flores y hacer algo muy especial", dice el empresario en el escrito. Así empezaron a aparecer en el paisaje los molles, maitenes, lingues, peumos; y flores como las petras.

Cuenta el empresario que en un viaje a Francia junto a su mujer, Valerie, quedaron impresionados con la belleza de los jardines de Giverny, donde el pintor francés Claude Monet se inspiró para crear sus cuadros. "En ese lugar había un riachuelo al lado de la casa, con arbustos, flores y un puente, lo mismo que decidimos repetir en el Tricao. Al principio, en broma, lo llamábamos Giverny, pero con el tiempo se fue quedando con el nombre", escribió. Con ese modelo, Moore creó un espacio con colores, senderos, helechos, flores, puentes y riachuelos, todo adornado con las obras del escultor Narciso Cabrera.

Recorrer el parque Tricao en invierno, una época húmeda del año, es como internarse en la selva valdiviana. Las hojas verdes brillan como si alguien les hubiera limpiado una por una. Y son miles. Al final del jardín Giverny, los lingues, peumos y boldos forman una bóveda verdosa y fresca donde no se escucha nada, y a un costado, en un muro, se lee una frase del escritor portugués José Saramago: "Parecía que habíamos llegado al final del camino y resulta que era sólo una curva abierta a otro paisaje y a nuevas curiosidades".

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Nadie sabía de aviarios.

Moore cuenta que prepararon una presentación con varias preguntas sobre cómo querían hacerlo y ese brochure lo enviaron a más de 10 aviarios en el mundo: recintos cerrados donde conviven diferentes tipos de aves con un espacio amplio para que puedan volar. Llegaron muy pocas respuestas, pero eso no desanimó a Fernández León. Desde Birds of Eden, el aviario y santuario de aves más grande del mundo, que está en Sudáfrica, se mostraron dispuestos a colaborar. Moore viajó personalmente a verlo.

"Decidimos traer aves exóticas, las más lindas que encontramos, que nacen en cautiverio en criaderos del mundo y son exportadas para su exhibición. Hoy tenemos tórtolas pero son españolas, unas grises muy bonitas que caminan entre los pies del visitante. Ese fue el primer criterio, que las aves muy bonitas puedan vivir felices en este clima", escribió el empresario. La idea no le salió fácil: tuvieron que mandar a hacer unas enormes mallas de acero inoxidable a Inglaterra y afirmarlas con tensores y pilares a tierra. "Quedó un aviario de nivel mundial, pero si me preguntan si lo haría de nuevo sabiendo todo lo que ha costado, le diría que jamás", dice en el documento.

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Foto: Mario Téllez

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El aviario tiene dos hectáreas y está diseñado para que se pueda recorrer en tres niveles. En el primero hay riachuelos con diferentes especies de patos y faisanes. El segundo es el nivel donde las aves comen y vuelan en medio de las copas de los árboles. Y en el tercero, sobre las copas, se puede ver el vuelo desde arriba en un puente colgante de 52 metros de largo y 25 metros de alto que cruza el aviario. Moore cuenta que Fernández León no estaba convencido de poner el puente. "Él decía que a la gente le iba a dar vértigo y que no iba a querer pasar, pero es así, siempre estamos jugando con las ideas", dice. El resultado, sin embargo, dejó contento al empresario.

Cuentan que desde mediados del año pasado Fernández León iba al parque casi todos los días. Se ponía a caminar, conversaba con la gente que trabaja ahí y solía preguntar: "¿Le gustan las aves? ¿Qué le parece el parque? ¿Le falta algo?".

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El sábado 23 de febrero se inauguró el parque Tricao y a partir de ese día está abierto para todo el público. Algunos de los asistentes al evento fueron el subsecretario de Medio Ambiente, Felipe Riesco; los alcaldes de Santo Domingo y San Antonio; veraneantes de Las Brisas, como Evelyn Matthei o la diputada María José Hoffmann. La ceremonia concluyó con una presentación de la Orquesta Infantil y Juvenil de San Antonio.

Ese día, en su discurso, Fernández León puso énfasis en la responsabilidad social, en que el éxito en la vida no es sólo económico y que quienes han recibido tanto tienen que devolver la mano, según recuerda Hoffmann. "Fue muy sensible, medio cura en su prédica en un ambiente que es bastante poderosillo", dice.

Fernández León es muy religioso. Supernumerario del Opus Dei. Fundador y benefactor de la Universidad de Los Andes, a la que con frecuencia entrega donaciones junto a su familia y también a través de sus empresas. Figura, además, como vicepresidente de la Asociación de Amigos de esa casa de estudios, donde también participan sus amigos Fernando Agüero, José Antonio Garcés y Gonzalo Ibáñez Langlois, quien lo representa en varios directorios de empresas.

No es casualidad, entonces, que el punto de encuentro del parque Tricao sea Plaza de la Virgen, donde se conectan todas las actividades y los diferentes punto de entretención.

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Foto: Mario Téllez[/caption]

Dice Fernández León en su escrito: "A mí lo que me importa es que las cosas queden bien. Yo vibro mucho con el trabajo, con lo que hago, y con ayuda del de arriba me ha ido muy bien. Creo firmemente en que lo que yo haga hoy por los demás se devuelve con creces".

Su amigo Juan Luis Alcalde, ginecólogo y uno de los socios fundadores de Clínica Las Condes, dice que Fernández León es un hombre que destaca por sus valores. "Le conozco gestos muy importantes con gente que juega golf con nosotros y que ha vivido momentos difíciles. Tiene una generosidad sin límites, sin límites", reitera.

Alcalde, Leonidas Vial -socio del empresario hace más de 20 años- y Fernández León juegan juntos en el Club de Golf Los Leones: "Somos un trío muy competitivo, pero lealmente competitivos", dice el médico, y cuenta que en el recorrido por la cancha Fernández León suele comentar "qué bonito están los árboles" o "qué precioso está el otoño".

Para Alcalde, Fernández León es un referente y un ejemplo de lo que le gustaría llegar a ser: "Te voy a explicar por qué: porque a pesar de que podría estar disfrutando, que lo hace, siempre está haciendo cosas, creando". Alcalde, eso sí, reconoce que aún no conoce el parque Tricao, que tiene una visita pendiente.

Según Moore, este empresario hizo muchas cosas en su vida y el Tricao es una manera de dejar un legado natural. "Sería ideal que todos los empresarios pensaran así", dice.

Mientras, en su escrito, él mismo señala: "A mí me gusta llevar una vida sencilla, no tengo aviones, helicópteros, ni autos especiales. Pero si hay algo que me gusta es el arte, la belleza, y la naturaleza es así".

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Desde uno de los miradores del parque Tricao se contempla gran parte del parque, antes de que a las tres de la tarde la bruma costera invada el lugar, nuble la visión y lo humedezca.

En ese lugar es posible distinguir un manchón café sobre una colina. Tiene el tamaño de una cancha de fútbol. Hasta hace poco, ahí había eucaliptus. A la distancia no se aprecia qué destino podría tener ese espacio. Nicolás Vicuña lo observa y, ante la pregunta, dice:

-La verdad es que no sé qué vamos a hacer ahí.

Tal vez sí lo sabe Eduardo Fernández León, quien -como advirtió su amigo Moore- siempre está pensando en qué más se puede hacer.

Un parque de entretenciones naturales

El aviario más grande de Sudamérica con cerca de 900 aves de más de 50 especies exóticas. Esa es la principal atracción del parque Tricao, donde sobresalen los turacos, el faisán venerado, los loros arcoíris y borneo, el mirlo metálico, el pato mandarín y un loro ecléctico que, dicen, es el regalón de Fernández León y lo sigue cada vez que entra al aviario.

Además cuenta con áreas de pícnic, quinchos, dos playas artificiales de arena blanca, un anfiteatro para 220 personas, circuitos para bicicletas, muros de escalada, balsas, kayak, canopy, bowl park y una cafetería. Se puede pasar todo el día en el parque.

Está a una hora y media de Santiago. La entrada general, más la visita al aviario, es de $ 9 mil para adultos y $ 6 mil para adultos mayores y niños. Existe la posibilidad de hacer convenios gratuitos para colegios e instituciones de beneficencia. Además, se está trabajando en un plan para tener programas de educación ambiental.