Humanos inmortales: Hombre podría vivir hasta los 142 años

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Científicos ya han logrado casi duplicar las expectativas de vida en animales utilizando innovadores fármacos o terapias que modifican la ingesta calórica, investigaciones que también se realizan en Chile.


La expectativa de vida de una mujer que nacía en Chile en 1900 era de 23,6 años. Si era hombre, entonces era esperable que viviera hasta los 23,5 años, como promedio. En poco más 100 años las condiciones de vida, la medicina y el conocimiento han cambiado, igual que la expectativa de vida: hoy una mujer que nace en el país puede vivir 85 años, mientras que un varón, hasta los 80.

Chile ya tiene 4.770 personas con 100 o más años, centenarios que según proyecciones del Observatorio Demográfico 2012 de la Cepal, podrían sumar más de 37 mil para el año 2050.

Un estudio publicado en octubre de 2016 en la revista Nature realizó un modelamiento matemático con el que llegó a la conclusión de que el ser humano podría llegar a vivir 117,9 años y que ese era el límite de edad. Sin embargo, las nuevas investigaciones han demostrado que el proceso de envejecimiento se puede modificar y que con ciertas adecuaciones, al menos en modelo animal, se ha logrado extender la vida de estos. Si lo mismo se aplica a seres humanos, los niños que nacen hoy podrían vivir hasta los 142 años, según consignó otro estudio de 2015 de la U. de Texas (EE.UU.), que logró que el ratón "UT2598", cuyo promedio de vida es de 2,3 años, viviera cuatro años.

"La hipótesis es que si se consigue retrasar los efectos del envejecimiento, se retrasan todas las enfermedades que tienen a la vejez como principal factor de riesgo, el cáncer, la diabetes, el alzhéimer, la enfermedad cardiovascular, enfermedad pulmonar obstructiva y la sarcopenia, por ejemplo", dice Christian González, director del Centro de Gerociencia, Salud y Metabolismo (Gero).

Claudio Hetz, también investigador de ese centro, dice que la medicina se ha equivocado en el enfoque que se le ha dado al envejecimiento. "Se trata a la enfermedad atendiendo al enfermo, pero cuando esa persona ya está enferma, por lo que finalmente, solo se termina extendiendo la mala calidad de vida. En otras palabras, cuando te diagnostican alzhéimer es porque esa enfermedad comenzó en tu cuerpo hace por lo menos 20 años", dice.

Según Hetz, el envejecimiento de los humanos es un proceso biológico que no ocurre por un desgaste de piezas como en un auto. A diferencia de los vehículos, el cuerpo sí tiene los mecanismos para autorrepararse. El problema está en que los mecanismos de reparación no funcionan como deben, pero como se trata de un proceso biológico mediado por moléculas, se puede intervenir y crear terapias para retrasarlo. "El envejecimiento está controlado genéticamente, hay un programa dentro de cada célula que decide cuándo y cómo envejecemos. Por ello, esto puede ser modificable con fármacos y estrategias terapéuticas. Es un factor de riesgo modificable", dice Hetz.

González reconoce que este aún no es un concepto universalmente aceptado, pero dice que todos los años aumenta el número de estudios y publicaciones que se suma a esta forma de mirar el envejecimiento, denominada gerociencia. "No todos creen que se pueda envejecer en mejores condiciones o que el envejecimiento es maleable, que más allá de tu genoma sí se puede hacer algo".

Terapias

Uno de los fármacos con los que se puede retrasar este envejecimiento tiene su origen en una bacteria de la Isla de Pascua. Se trata de un derivado de la rapamicina pero sin los efectos secundarios de este medicamento, que hoy se usa como inmunosupresor en pacientes trasplantados y también contra el cáncer.

En el Instituto Buck de California (EE.UU.) se desarrolló un derivado de esta bacteria bautizado "rapalogues". Probado en animales, ha logrado extender la vida en 15%. "Esto significa que niños que están naciendo hoy pueden llegar a vivir hasta los 140 años", dice Hetz. La misma molécula se está probando en Chile en modelos preclínicos de párkinson para luego hacerlo en alzhéimer y envejecimiento. "En menos de 10 años ya debería estar en el mercado", señala.

Hetz dice que el origen de la enfermedad está dado según el órgano o función que falle. "Nosotros estamos interesados en las proteínas. Cuando decae el proceso de reparación de las proteínas, se produce el alzhéimer y el párkinson. Si fallan las mitocondrias, comienzan los desórdenes metabólicos como la diabetes, por ejemplo", dice Hetz.

Aunque controvertida, la restricción calórica también es efectiva, al menos en animales. Fue la primera modificación que demostró serlo, recuerda Hetz. Por años se probó la disminución de la ingesta calórica en moscas, gusanos y ratones y se vio que los individuos que comían menos no solo enfermaban menos, sino que también vivían más. En 2014 se supo de un estudio realizado por investigadores de la U. de Winsconsin en macacos a los que siguieron por 25 años: 70 primates comieron 30% menos que la ingesta diaria y redujeron su mortalidad y enfermedades relacionadas con el envejecimiento (diabetes y cardiovasculares), mientras que los que comieron más aumentaron tres veces el riesgo de enfermar y de morir.

"Medicamentos como rapalogues engañan a la célula en la adquisición de nutrientes, es parecido a lo que hacen las intervenciones dietarias: modifican el metabolismo. Cuando el organismo recibe un estímulo o una señal de que no hay alimento, consume sus propios recursos para sobrevivir. Esto hace que se degraden componentes de las células para obtener energía. Cuando vuelves a comer, se fabrican nuevos. Es como un microrreseteo con el que también eliminas la basura que generan las células", indica González. El problema es que las dietas son difíciles de mantener en el tiempo porque tenemos una tendencia a romperla.

Más allá de las terapias, González dice que es fundamental modificar los hábitos alimentarios, el estilo de vida, hacer ejercicio, no estar estresados. "Se sabe que todo esto ayuda a que envejezcamos mejor".

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