Columna de Rita Cox: Nuevas reglas para la regla

Foto: K MURALI KUMAR
Foto: K MURALI KUMAR

Poco se comentó el histórico anuncio hecho en Escocia: será el primer país en entregar gratis toallitas y tampones a sus estudiantes de colegios y universidades. Una consecuencia de los tiempos que corren.


En medio del primer aniversario del #MeToo (el occidental, no la silenciada precuela árabe y la articulación de las chinas), poco se comentó el histórico anuncio en Escocia: será el primer país en entregar gratuitamente toallas higiénicas y tampones a todas sus estudiantes de colegios, escuelas y universidades. La acción, que por supuesto se lee como consecuencia de los tiempos que corren, obvia todo discurso explícitamente feminista, pero en su lanzamiento se enmarcó en otra desigualdad que atañe a las mujeres: la pobreza. Un plan que, en su primera etapa, tendrá un costo de cerca de siete millones de dólares (5,2 millones de libras) para el Estado.

"El acceso a los productos del período debe ser un derecho, independientemente de sus ingresos, por lo que estoy avanzando con los planes legislativos para introducir un sistema universal de acceso gratuito a los productos del ciclo para todas en Escocia. Nadie debe enfrentarse a la indignidad de no poder acceder a estos productos esenciales para administrar su período", dijo a The Guardian Monica Lennon (@MonicaLennon7), parlamentaria del partido Scottish Labor y la cara más visible de este hito en un país de poco más de 5,3 millones de habitantes, un 64,4% de ellos entre 16 y 64 años.

Canadá implementó antes un proyecto parecido y la administración Obama logró que varios estados eliminaran este "impuesto al lujo" en productos de primera necesidad.

Además, comienza a pisar fuerte el movimiento "On the Ball" (@OnTheBaw). Liderado por tres mujeres que agitan las aguas para que toallitas y tampones estén a libre disposición (y no en máquinas dispensadoras) en los baños de los estadios de fútbol del Reino Unido y que estos estén con las mínimas condiciones de higiene, como la existencia de contenedores para los desechos. Eso que las mujeres en periodo de lactancia pedimos en los espacios laborales (un lugar digno y limpio para sacarse la leche, un refrigerador para almacenarla, una fuente de agua para lavar los implementos y asearse), se exige ahora con el capítulo anterior a todo: la menstruación. O periodo, o regla, o ciclo, o rouler, o "la visita", o "Doña Inés" (la que viene una vez al mes), o cómo se le elija llamar.

Bajo cualquier título, a las mujeres en situación de pobreza de todo rincón de la Tierra las obliga a improvisar métodos de protección para no mancharse, y funcionar medianamente dignas, usando compresas hechas con papel higiénico, calcetines, retazos de telas o lo que esté a la mano. Si nos saltamos la copa -alternativa "sustentable" en tiempos en que los desechos plásticos de los productos para la menstruación nos enfrenta a las mujeres a un dilema sobre cómo contaminar menos mes a mes-, un ciclo puede costar por lo bajo $10.000 cada 28 días. Eso gasto en toallitas y tampones para un ciclo que, dependiendo del ovario que haya ovulado, será más o menos generoso en flujo (aguanten el texto, caballeros) y requerirá de más o menos "protección femenina", como se le llama en la jerga comercial. Un costo que asumo sin complicaciones, aunque atenta a las ofertas. Pero soy de esa minoría privilegiada en que diez lucas no son de gran impacto. Demasiadas otras deben arreglárselas con nada.

En Colombia, el debate sobre el movimiento Menstruación libre de impuestos, liderado por la activista Natalia Moreno, está literalmente al rojo. ¿Se termina finalmente con el impuesto del 5% con que cargan los productos de higiene femenina por considerarse "desigual y sexista"? Ya en 2016, como parte de una reforma tributaria, el gravamen de toallas y tampones se había bajado del 16% al 5% actual. Un tema que se disputa en la Corte y tiene al Ministerio de Hacienda diciendo que "el menor recaudo que se generaría a través de la exclusión o exención de estos productos del IVA, terminaría aumentando la utilidad de los empresarios a costa del sistema tributario y de la población colombiana más necesitada".

Debate en llamas y no es el único. En Chile aún se esperan novedades sobre la Ley Menstrual, idea que la antropóloga y ex candidata a diputada Valeska Naranjo dio a conocer hace un año. Proponía que, en el caso de que los dolores menstruales fueran muy fuertes, las mujeres pudieran faltar a sus trabajos sin descuento salarial. Porque, han de saber, la rouler no solo ataca el bolsillo. Una endometriosis puede botar a la cama a una mujer; altos y bajos hormonales pueden provocarle la peor de las jaquecas y, tal vez menos invalidantes, ataques de llanto y atracones de carbohidratos y azúcar. De eso las mujeres hablamos "De vez en mes", como canta el insufrible Arjona. Sintonizamos ahí, aunque en todo lo demás a veces nos agarremos de las mechas.

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