Osvaldo Olivares

Osvaldo es neurólogo y el mayor de los tres hijos de Osvaldo Olivares Álvarez, también médico. El padre cumplirá un siglo de vida en septiembre.


En tus 100, feliz día, papá

No pareciera que fueran tantos. Me cuesta creer que en septiembre vas a apagar 100 velas; como siempre, de un solo soplido y pidiendo el mismo deseo: cumplir dos años más. Cuando mis colegas -que también son tuyos- me preguntan cómo está el Dr. Osvaldo Olivares, digo que sano, de espíritu joven, agotando un libro a la semana, sociable, cumpliendo 15 años de matrimonio. Mi papá -contesto- lee papers sin usar lentes, estudia qué pasó antes del Big Bang, se cuestiona sobre la partícula de Dios, asiste todos los jueves a la logia del Club de la República, deja el bastón a un lado para bailar tango, se indigna ante la desigualdad y diagnostica una apendicitis con sólo palparla.

Quizás el secreto de tu larga vida está en esa mezcla de genes, geografía e historia. Naciste en el Taltal del salitre, aprendiste a nadar en un mar de olas suicidas y fuiste al internado en Copiapó cuando el tren tardaba tres días en atravesar una región. Fuiste el tercero de cinco hermanos que viste partir. Y tomaste la mano de mi mamá hasta su último soplo de vida.

Eres el papá de tres hombres que alguna vez creímos que podíamos cambiar el mundo. Ocupaste cargos estratégicos en la U. de Chile y en la urgencia del Jota Jota, que terminaron en septiembre del 73. Ese año yo egresaba de médico y la licenciatura no se celebró por órdenes del régimen. Te pedí que salieras del país por tu seguridad. Tuve tanto miedo de que te mataran, papá.

Viajaste en un avión sin ventanas con 80 exiliados a Colombia, entre ellos dos embarazadas a punto de parir que estaban a tu cargo. No imagino lo que habría sido para mí partir de cero a los 55 años, llegar a un país sin conocidos y terminar siendo director de un hospital. Fueron 17 años de exilio.

Al final pudiste regresar a Chile. Con más de 70 años, volviste a partir de cero. Pero nos reencontramos como padre-hijo, nos conocimos como padre-abuelo, nos descubrimos como abuelo-bisabuelo, y saldamos deudas: como esta foto de 1999, donde recibo de tus manos, mi padre y profesor, mi título de médico.

Hoy que me jubilo del hospital, tu vida me demuestra que no importa la edad: siempre se puede partir desde cero y llegar hasta donde sueñes. Aunque sueñes vivir un siglo.

En tus 100, feliz día, papá.

Osvaldo

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