Después de la tormenta: el nuevo presente de Las Lanzas

Manuel Vidal usó sus ahorros, los retiros de la AFP y préstamos de amigos para mantener a flote Las Lanzas. Hoy, el local ha vuelto a la normalidad, pero está lejos de saldar las deudas. Fotos: Pablo Sanhueza Gutiérrez.

Hace unos siete meses, la histórica fuente de soda reabrió sus puertas y retomó su funcionamiento de forma similar a la que tenía hace dos años atrás. Regresó el público, los trabajadores y la historia. Con el local en marcha, el objetivo de su dueño, Manuel Vidal, es pagar todas las deudas que se acumularon durante este tiempo. “Van a estar ahí un año por lo menos”, subraya.


Son las cuatro de la tarde de un día jueves y ya no quedan mesas disponibles para nuevos parroquianos en Las Lanzas; apenas sobra uno que otro espacio en la barra para pedir algún sánguche en marraqueta, un completo italiano, una cazuela de ave o vacuno, o alguno de los platos característicos del local, como los callitos a la madrileña.

El ruido de las conversaciones no cesa durante la tarde. No pasan muchos minutos entre que se desocupa una mesa y llegan nuevos clientes a sentarse a su alrededor; algunos con ropa formal, otros con un estilo más relajado; todos de distintas edades, acompañados de amigos y otros más solitarios que se acompañan por la música que suena a través de sus audífonos. Entremedio transitan por el local distintos platos, distintos tragos y hacen eco distintas historias.

Luego de casi un año y medio en que las puertas estuvieron cerradas, el ritmo frenético ha vuelto desde hace siete meses a la fuente de soda ubicada en Humberto Trucco 25, Ñuñoa.

“Cuando ya sabíamos que no nos iban a encerrar y todo se empezó a liberar un poco, nos permitió programarnos. Lo primero fue andar en un monociclo, pero ahora ya estamos en un triciclo: sabemos que no vamos a avanzar mucho, pero no nos vamos a caer. Podemos planificar semana a semana, ver los fondos, saber que se puede pagar la compra de cervezas, la compra de verduras, de vinos, de carnes. Antes no sabía si tendría la plata para el otro día”, narra Manuel Vidal (52), dueño de Las Lanzas, sentado en la mesa justo al costado de la caja, donde suele ubicarse a diario.

La disminución de las restricciones y la reapertura de los locales ha permitido que este recinto haya regresado paulatinamente a la normalidad con la que funcionaba hace dos años; por ejemplo, volver a funcionar de lunes a sábado. Durante 2021 tuvieron que abrir de martes a domingo para poder recuperarse.

Desde octubre de 2021 el recinto comenzó a regresar a la normalidad en cuanto a la cantidad de clientes y aforos, pero no en horarios: hoy funcionan hasta las 22 horas.

“Pasó lo que nunca se había hecho, que fue trabajar un domingo. Se empezó a cerrar los lunes para trabajar los domingos y así tratar de vender un poco más”.

Producto del confinamiento, Las Lanzas pasó de tener 22 trabajadores a seis que permanecieron trabajando en delivery, mientras que otros 11 quedaron acogidos a la Ley de Protección del Empleo.

“Les dije que no iba a echar a nadie; a algunos tuve que despedirlos porque se portaron mal con el negocio y otros decidieron emprender, pero el resto está acá, me aguantaron y me creyeron. Eso te levanta el ánimo”, dice Vidal.

Actualmente tiene a 20 trabajadores dentro del local, pero, a diferencia de años anteriores, hoy solo trabajan en un turno, pues el horario se acotó desde el mediodía hasta las 22.00 horas. Ya no hay jornadas hasta la 1 de la mañana, ni hasta las 03.00 AM los sábados. ¿La razón? Abaratar costos y pagar las deudas que mantiene el local.

“¿Hay ingresos para pagar dos turnos? Sí, pero si trabajo un poco menos, ese saldo lo tengo que priorizar mientras consolido las deudas. No sé si pueda volver al formato anterior, porque quizá tenga que contratar más gente”, explica Manuel Vidal sentado en la mesa donde hay dos floreros con tres rosas que acompañan una foto de sus padres, Manuel Vidal y Nancy Flores.

La reorganización del local

El recinto ubicado al frente de la Plaza Ñuñoa abrió sus puertas en 1964 con Julio Vidal –tío de Manuel– y fue adquirido en 1981 por Manuel Vidal padre, quien había llegado a Chile desde Galicia en 1955 con 21 años. Aunque desde 1972 estuvo en manos de otro propietario, siempre se caracterizó por ser un punto de encuentro para actores, escritores, músicos, y profesores. Hasta allí llegaban los políticos desde las sedes de los partidos para levantar candidaturas, estudiantes de las universidades aledañas y cientos de personas a construir una historia a su alrededor.

En más de cinco décadas de historia, el negocio familiar nunca había atravesado un período tan oscuro como el que vivió desde el 17 de marzo de 2020, cuando hubo que bajar las cortinas, y la quiebra, producto de las deudas, estuvo a la vuelta de la esquina.

En Las Lanzas tuvieron que apostar por el delivery mientras había confinamiento, pero en la actualidad la cocina trabaja con normalidad. La oferta sigue siendo la misma: sánguches de todo tipo, legumbres, cazuelas, y los típicos callitos a la madrileña.

Sin poder atender, los ingresos se esfumaron. Se dejó de pagar el arriendo del inmueble y llegó un momento en que los dueños de la propiedad le exigieron el local. Lo mismo pasó con las deudas de créditos anteriores, lo que derivó en que el banco del que era cliente le cerrara la cuenta. Allí apareció el Banco Estado con una Cuenta Pyme para que pudiera administrar el dinero.

Sin embargo, Manuel Vidal, quien está a cargo de Las Lanzas desde 2011 y está todos los días allí, hizo maniobras de todo tipo para poder resistir la tormenta: usó los ahorros y los retiros de las AFP. Su último recurso era vender la propiedad que heredó de sus padres, pero no pudo porque no había completado los trámites.

El primer tanque de oxígeno llegó con el levantamiento de las cuarentenas a mediados de 2021, que permitió la apertura de los locales, ya que hasta ese momento las ventas se reducían a las que se hacían por delivery. La calma y la mayor estabilidad empezó a volver desde octubre de 2021; sobre todo, porque, además de la flexibilización de las restricciones, el avance del plan de vacunación influyó en que la gente comenzara a salir con más confianza y a volviera a repletar paulatinamente las mesas del recinto. Eso le permitió proyectarse con más semanas de anticipación en cuanto al stock de los insumos.

Hoy las ventas han retomado el nivel que acostumbraba a tener la fuente de soda. La veintena de mesas dispuestas en el exterior suelen estar ocupadas durante la tarde, al igual que las que se distribuyen en el interior.

“Para ser sincero, no estoy bien, pero podría estar mucho peor, porque está lleno, hay harta gente todos los días, así como ves está en el almuerzo y en las noches, pero decir que estamos salvados, no. La deuda acumulada de un año y medio es grande”, reconoce Vidal.

Manuel Vidal atiende todos los días el local que administra desde 2011. "Si yo no estoy, esto está cerrado", asegura.

El dueño del local asegura que pagaba sus deudas y mantenía el control financiero de una forma estable durante todos estos años; sin embargo, el confinamiento lo golpeó como a todo el rubro y haber tenido ahorros a los que acudir fue una de las razones para no hundirse. También la ayuda de los “parroquianos” y amigos. “Lo que estamos haciendo hoy día es tapar hoyos mientras aseguramos el funcionamiento diario. Ojalá yo pudiera pagar todo de una vez, pero no se puede, porque si voy a pedir un crédito me van a decir que no. Nos está yendo bien, pero eso no significa que se acaben los problemas, las deudas van a estar ahí por un año más por lo menos. Hay que ir reordenándose semana a semana por ahora, y si no pasa nada raro ya podremos irnos mes a mes”.

Vidal se refiere a las deudas de arriendo, que según detalla alcanzan los $60 millones, más las que tiene con la Tesorería y Servicio de Impuestos Internos.

Como su situación financiera se ha rearmado a la fuerza, ha tomado algunos resguardos en el caso de que los aforos vuelvan a reducirse o los horarios a limitarse. Por ejemplo, detalla que tiene guardadas algunas pinturas que le dieron amigos artistas –como el pintor Rodrigo Zamora– para rematarlas, al igual que una camiseta de Colo Colo firmada por el plantel profesional, por si la situación vuelve a complicarse.

Manuel Vidal insiste en que la importancia del lugar no es solamente porque se venden platos de comida y bebestibles, sino porque también hay historia, desde las que protagonizaron sus padres hace décadas hasta la que vivió con una pareja que fue a comer por primera vez al local hace una semana y prometieron volver. Ese es el motor de Vidal para luchar contra viento y marea para mantener viva la tradición familiar y seguir cuidando de la fuente de soda, donde ha pasado tristezas y alegrías.

–Después de vivir esto, ¿cómo proyecta a Las Lanzas?

–Si no pasa nada raro, espero que algún día alguien celebre los 100 años de Las Lanzas. No voy a ser yo, porque no voy a estar y no tengo ni hermanos ni hijos.

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