Agua que no has de beber




La tormenta del jueves pasado puso a prueba a nuestra capital. Más allá de la paranoia y excesiva cobertura mediática, la verdad es que hacía casi una década que no caía tanta agua en un día. Si a ello sumamos el recuerdo latente de los aluviones del norte, vale la pena destacar la buena capacidad de respuesta que tuvo la infraestructura de manejo de aguas lluvias en Santiago. Si hace un par de décadas, lluvias similares producían anegamientos masivos y problemas en medio centenar de puntos críticos, hoy ese número se ha reducido y acotado a una quincena de hechos puntuales. Los principales cauces urbanos como el Mapocho y Zanjón de la Aguada se mantuvieron dentro de sus niveles; los escombros y vegetación que amenazaban el lecho del Mapocho en Lo Barnechea no fueron problema ni se percibió mayor erosión o socavamiento de defensas ribereñas o pilastras de puentes; las piscinas de disipación de energía de la quebrada de Macul funcionaron; y se activó el plan de contingencia para los pasos bajo nivel críticos.

Pese a lo anterior, y como es natural en estos eventos poco recurrentes, se produjeron daños y anegamientos en algunos canales de los puntos más bajos de la cuenca en Maipú y Lampa, así como saturación de quebradas y canales menores en el pie de monte cordillerano. Los pasos bajo nivel anegados responden a estructuras de más de 50 años de antigüedad diseñados con estándares insuficientes, y para los que la Seremi MOP, Serviu e Intendencia tenían desplegados motobombas y planes alternativos.

La sorpresa de la jornada fue la rotura masiva de un colector de aguas servidas en Av. Kennedy con Américo Vespucio, inutilizando una de las principales vías de conexión con el oriente en plena hora punta de la tarde. Saldo final: la ciudad respondió más que satisfactoriamente al evento y se mostró resiliente, ya que nunca podremos impedir el riesgo de un evento natural, sino más bien prevenir, mitigar y recuperarnos lo antes posible de su eventual daño.

Parte del mérito lo tiene el Plan Maestro de Aguas Lluvias para Santiago, impulsado como política de Estado por la Dirección de Obras Hidráulicas del MOP hace más de una década, y que contempló la construcción de un sistema de colectores asociados a las autopistas concesionadas como Américo Vespucio, y otros tan importantes como el interceptor del Mapocho que erradicó las descargas ilegales eliminando olores y conduciendo aguas servidas separadas de aguas lluvias. A estos frutos de la colaboración público-privada, hay que agregar importante inversión pública en obras como el aún inconcluso Parque La Aguada, que incorporan criterios de diseño urbano sustentable al manejo de aguas.

Las lluvias no son desastres naturales. El desastre lo produce la mala planificación y construcción que impermeabilizan el suelo, limitando la capacidad de infiltración en su origen y forzando el escurrimiento excesivo del agua hacia cauces y puntos bajos de la cuenca. Pese a ser Santiago una zona árida, debemos planificar y diseñar nuestras calles, parques y edificios considerando estrategias como los pavimentos porosos, colectores y sumideros verdes, parques inundables y tanques de recolección de aguas lluvias que nos permitan seguir mejorando la capacidad de respuesta.

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